Muere Gordon Willis, director de fotografía de 'El Padrino'

El hombre que definió con sus claroscuros la fotografía del cine de los setenta ha fallecido a los 82 años. 'El Padrino' o 'Manhattan' no habrían sido lo mismo sin él. Por DANIEL DE PARTEARROYO
Muere Gordon Willis, director de fotografía de 'El Padrino'
Muere Gordon Willis, director de fotografía de 'El Padrino'
Muere Gordon Willis, director de fotografía de 'El Padrino'

Al hablar de los genios cinematográficos más visionarios, aquellos que con cuyas aportaciones trastocan nuestra percepción del séptimo arte para siempre, hay quienes no miran más allá de la silla de dirección. La figura del director de fotografía, encargado del aspecto visual del filme y su seña de identidad más inmediata, suele ser pasada por alto e ignorada por el gran público. Algo que no se puede permitir en el caso de Gordon Willis, el extraordinario director de fotografía norteamericano que ha fallecido a los 82 años y fue responsable de las impresionantes imágenes de El Padrino, Manhattan o Todos los hombres del presidente.

El trabajo de Gordon Willis marcó el look del mejor cine estadounidense de los años 70. Su amigo Conrad Hall no tardó en imponerle el apodo de Príncipe de las Tinieblas por la delicada maestría que demostraba en el uso de la oscuridad y la baja exposición. Sólo hay que pensar en el inicio de El Padrino, dentro del despacho de Vito Corleone con los ojos de Marlon Brando tapados por su propia sombra, para reconocer a un nuevo Caravaggio o Rembrandt. Willis se convirtió en un especialista en expresar el contenido emocional de una escena o el estado de ánimo de los personajes a través del color y el manto lumínico; son legendarios sus rodajes para captar las primeras gotas de luz al amanecer. Con los flashbacks de El Padrino. Parte II marcó para siempre el tono cinematográfico de la nostalgia y en Manhattan delineó una determinada forma de ver Nueva York que sigue siendo reproducida por millones de turistas cada año.

La carrera de Willis empezó en la década dorada del Nuevo Hollywood. Tras rodar con Hal Ashby en El casero (1970), al año siguiente tuvo su primera colaboración con Alan J. Pakula: Klute (1971), probablemente la primera obra maestra de una larga colección. Grandes escenarios urbano, rascacielos con líneas verticales que cortan la imagen, interiores en penumbra... El mundo en sombras de Willis era ideal para enmarcar la paranoia conspirativa de los personajes de Pakula. Así volvió a quedar demostrado en El último testigo (1974) y Todos los hombres del presidente (1979). El buen entendimiento con el director les llevó a colaborar en otras tres ocasiones: Llega un jinete libre y salvaje (1978), Presunto inocente (1990) y La sombra de diablo (1997).

Pero si hubo una obra con la que Gordon Willis ganara a pulso su sitio entre los más grandes creadores cinematográficos fue con El Padrino (1972), donde desde el primer plano hasta el último es posible deleitarse con su control de la luz, el detallismo visual y la multiplicidad de matices sin precedentes que tal majestuosidad sombría aporta a la trágica historia-río de la familia Corleone. Con razón Francis Ford Coppola luchó con ferocidad para que el neoyorquino se encargara de la foto de toda la trilogía, cuando ni el propio Willis se mostraba convencido antes de empezar a rodar cada película.

El otro director que más se benefició del trabajo de Willis fue Woody Allen. Annie Hall (1977), Interiores (1978), Manhattan (1979), Recuerdos (1980), La comedia sexual de una noche de verano (1982), Zelig (1983), Broadway Danny Rose (1984) y La rosa púrpura de El Cairo (1985). Ocho títulos de la mejor etapa creativa de Allen, entre los que se encuentran al menos tres logros fijos en cualquier top de sus seguidores. ¿Qué tienen en común? A Gordon Willis detrás de las cámaras dotando de profundidad a los diálogos de Allen. El director, siempre despreocupado personalmente de la dimensión técnica de sus filmes, dejaba que Willis se explayara y decía que con él era como "trabajar con las manos en los bolsillos".

En 1980, Willis probó suerte en la dirección con Ventanas, un perverso thriller de voyeurismo lésbico, pero quedó tan descontento como el público con la experiencia y de ahí en adelante se limitó al terreno de la fotografía. Merece la pena recordar algunos trabajos elevados por su participación, al margen de las más conocidas colaboraciones de lujo, como Dinero caído del cielo (Herbert Ross, 1981), Esta casa es una ruina (Richard Benjamin, 1986) y Malicia (Harold Becker, 1993).

Como si de una escena poco iluminada de su filmografía se tratara, el reconocimiento de la labor de Willis tuvo unas cuantas sombras. Pese al extraordinario nivel que demostró en sus películas de los años 70, muchas de ellas multipremiadas en los Oscar, el cineasta no fue ni siquiera nominado. Su nombre no fue incluido entre los candidatos de la Academia hasta 1984, por Zelig, y unos años después por El Padrino. Parte III (1990). El único eunuco dorado que terminaría ganando fue un Oscar honorífico en 2010. "Nunca he creído que en Hollywood abunde el buen gusto", dijo en una ocasión. Afortunadamente, el talento sí rebosa de vez en cuando.

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