Ken Russell trabajó como fotógrafo, bailarín y hasta soldado de la Armada antes de dedicarse al cine. Pero, una vez que se hizo una carrera gracias a sus documentales para la televisión, su nombre se convirtió en figura tan emblemática como problemática del cine británico de los 70 y 80. Tras un lustro retirado del mundo del cine (su última relación con el audiovisual fue en 2007 como concursante del Celebrity Big Brother o Gran Hermano de los famosos), Russell falleció a los 84 años en la cama de su casa de Londres durante la tarde de ayer domingo, según ha comunicado el amigo de la familia Norman Lebrecht.
El cine de Russell siempre se movió a remolque del poderío visual heredero de la estética publicitaria, una firma solída en cuanto a temáticas y obsesiones y, más notablemente, la provocación de los sectores más conservadores de la sociedad británica por su facilidad para cargar de sexo y erotismo las imágenes. Aunque el thriller El cerebro de un millón de dólares (1967), protagonizado por Michael Caine, le auguraba un prometedor futuro comercial, el cineasta y fotógrafo pronto llevó sus propuestas por terrenos más escarpados, como las inclasificables y alucinatorias Tommy (1975) o Viaje alucinante al fondo de la mente (1980). Con Mujeres enamoradas (1969), adaptación de D. H. Lawrence, obtuvo su primera y única nominación al Oscar.
Pero si algo destaca en la filmografía de Russell es el número de películas que dedicó gran a contar la vida de maestos de la música, como una serie para televisión y los largometrajes La pasión de vivir (1970), sobre Tchaikovsky, La sombra en el pasado (1974), sobre Gustav Mahler, o Listzomania (1975), sobre Franz Listz.
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