¿Ángel o demonio? ¿Víctima o verdugo? ¿Genio o enfermo? Se preguntaba nuestro compañero RUBÉN ROMERO, autor del siguiente reportaje sobre la vida de Roman Polanski, publicado con motivo de su detención en el aeropuerto de Zurich a finales de 2009.
¿Qué estaba haciendo Polanski en Zurich? ¿Cómo un hombre que lleva 30 años jugando al ajedrez con la justicia de EE UU por el caso Gailey, se deja pillar como un pardillo? Sea como fuere, de nuevo le rodea el espectáculo. Él mismo lo reconocía en una mítica entrevista (por ser la última aparición pública de François Truffaut) en el programa Apostrophes del 13 de abril de 1984, con motivo de la presentación de su autobiografía Roman: “Sí, mi vida se parece bastante a un guión cinematográfico y son muchos los que me han pedido rodarla”.
POLANSKI PROTAGONISTA DE UNA PELÍCULA SOBRE EL HOLOCAUSTO
Numerosas personalidades del mundo del cine (Scorsese, Almodóvar, Bellucci…) han solicitado su liberación inmediata. La excusa se basa en que su tortuosa vida le ha llevado a cometer errores. Nadie lo ha explicado mejor que Robert Evans, el productor de sus filmes La semilla del diablo y Chinatown: “El sufrimiento por el que ha pasado Roman es indecible […] si alguien merece compasión en este mundo es él”.
POLANSKI COMO PROTAGONISTA DE UNA COMEDIA
POLANSKI COMO PROTAGONISTA DE UNA PELÍCULA DE TERROR
Robert Evans le encarga La semilla del diablo (1968). En los extras que acompañan al dvd se puede ver a un Polanski al más puro estilo Tintín: practicando esgrima, conduciendo coches de carreras… De fondo, su voz afirma: “EE UU es un gran lugar porque todo es fácil. Si quieres aprender kárate, puedes hacerlo, si quieres correr en coche, puedes hacerlo”. El mundo estaba a sus pies. Sharon y él formaban una pareja perfecta y daban las mejores fiestas de Beverly Hills… Hasta el 8 de agosto de 1969. Dos semanas antes de que Sharon diera a luz, parte de la Familia Manson (Susan Atkins, Charles Manson, Charles Watson, Patricia Krenwinkel y Linda Kasabian) irrumpieron en el 10.050 de Cielo Drive, la que Sharon llamaba “la casa del amor” y asesinaron brutalmente a los que allí se encontraban: Sharon Tate, Steven Parent, Jay Sebring, Wojciech Frykowski y Abigail Folger. Polanski, que se encontraba en Londres preparando The Day of the Dolphin, quedó destrozado. El hombre que había aterrorizado al mundo con La semilla del diablo se transformaba en espectador de una pesadilla real, con una violencia que ni él mismo pudo imaginar. Más aún: los asesinatos de la Familia Manson significaron el fin definitivo de la utopía hippie. No más paz. No más amor. El sueño se había acabado. Polanski se encerró en casa. “Todo el mundo me decía: ‘¡Trabaja, trabaja, trabaja! Ésa es la mejor medicina’. Todos menos Stanley Kubrick. Él me dijo: ‘Estoy seguro de que todo el mundo te dice que trabajes. No lo hagas. Haz deporte, vete a esquiar. Haz lo que sea hasta que llegue el momento en el que estés preparado para volver a la normalidad”. Polanski volvió a estar listo. Tras Macbeth (1971) y ¿Qué? (1973), dirigió Chinatown (1974), una de las mejores películas de la historia del cine. Con 11 nominaciones al Oscar, volvía a estar en la cumbre.
POLANSKI COMO PROTAGONISTA DE UN DRAMA JUDICIAL
Al poco de iniciar la sesión, Polanski le pidió que se desnudara en el jacuzzi. Luego la invitó a champán y le dio una pastillita de Quaalude, un sedante que, por aquella época, se usaba como euforizante. Después la penetró por delante y por detrás. Sólo ellos saben hasta qué punto consintió Samantha, hasta dónde abusó Roman. Es cierto que no ayuda que, a posteriori, dijera cosas como ésta en la revista Interview: “Un viejo proverbio ruso afirma: ‘Nunca podrás follarte a todas las mujeres del mundo, pero debes intentarlo”. Cuando la madre de Samantha se enteró, acudió a la policía. Polanski pasó 42 días en la prisión de Chino. En ese tiempo se produjo el acuerdo entre las partes: el director se confesaría culpable sólo de mantener relaciones sexuales con una menor y se olvidarían los otros cinco delitos (drogas, violación, sodomía…). Sería extraditado y fin de la historia. Pero el juez quería que Polanski cumpliera 90 días en Chino. El director se negó y en un arrebato muy propio de su carácter se dio a la fuga, para no volver a pisar jamás EE UU, ni para recibir el Oscar por El pianista en 2003. El 26 de septiembre, un policía en prácticas del aeropuerto de Zurich vio que su nombre estaba en una base de datos de delincuentes en busca y captura, llamó a EE UU y Polanski fue detenido. Vuelve el espectáculo. ¿Hasta qué punto una obra artística justifica un delito? ¿Quién marca la moral: nuestra conciencia o la sociedad?; ¿Qué se puede y qué no se puede perdonar? “Políticos, edificios feos y prostitutas se convierten en respetables si viven lo suficiente”, nos decía en Chinatown. O bien Polanski no ha vivido lo suficiente o bien la regla no funciona con los directores de cine.
Artículo publicado originalmente en el número 170 de CINEMANIA en noviembre de 2009.
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