[Málaga 2020] 'La mort de Guillem': Carlos Marqués-Marcet ante la muerte y la lucha antifascista en Valencia

Carlos Marqués-Marcet recibe el premio Málaga Talent y presenta la historia del joven antifascista Guillem Agulló, asesinado en 1993.
[Málaga 2020] 'La mort de Guillem': Carlos Marqués-Marcet ante la muerte y la lucha antifascista en Valencia
[Málaga 2020] 'La mort de Guillem': Carlos Marqués-Marcet ante la muerte y la lucha antifascista en Valencia
[Málaga 2020] 'La mort de Guillem': Carlos Marqués-Marcet ante la muerte y la lucha antifascista en Valencia

“Hace seis años me fui a EE UU. Porque como muchos otros jóvenes que me están viendo, pensaba que no podría hacer cine aquí. Pero no ha sido así.” Con estas palabras recogía Carlos Marqués-Marcet el Goya a mejor dirección novel en 2015, por la película 10.000 Km. Hoy presenta en el Festival de cine de Málaga la película La mort de Guillem, quizá su obra más local. ¿Estamos ante un cierre de ciclo de uno de los directores más virtuosos de nuestro país?

“Los ciclos son algo que hacemos en retrospectiva. Pero sí que pienso que de lo local sale lo universal. Prueba de ello es Parásitos. Una de mis grandes obsesiones es evitar que se diluya lo específico. En tierra firme habría sido mucho más sencilla de rodar en España, pero en ningún otro lugar había la especificidad de los canales de Londres, en los que vive gente moviendo su casa cada dos semanas. La hicimos allí, fue muy cara e hizo menos dinero del que tenía que haber hecho [ríe]. Pero creo que el cine es concreto, no va de generalidades ni abstracciones”.

La mort de Guillem era una película pensada para estrenarse en el 25 aniversario de la muerte de Guillem Agulló, pero se retrasó por diversos motivos. Si bien podría entenderse como un spin-off de Los crímenes de Alcasser, se agradece que sea Carlos Marqués-Marcet quien narre esta historia. Incluso dentro de cánones y ritmos televisivos, es capaz de huir de imposiciones y lugares comunes, compensando ausencia de morbo con toneladas de emoción.

La cinta posee una particular forma de ahondar en los dos grandes universos que se forman tras una desgracia mediática: la exposición pública de la misma y la interiorización privada de sus protagonistas. En este caso, estos últimos son la familia de Guillem, sus padres y sus hermanas, cuatro individuos que navegan entre las ganas de procesar su dolor y la búsqueda de justicia.

Marqués-Marcet juega oponiendo tonos, silencios, cánticos regionales e interferencias catódicas. “Un telediario no deja de ser un género cinematográfico. No deja nada fuera, transmite una cierta completitud que nos interesaba contraponer con la realidad, que no se puede determinar tan fácilmente. La televisión elimina el contexto, o lo incluye dentro del propio discurso. En cambio, cuando haces cine, creo que el deber es apuntar hacia todo lo que se queda fuera”.

En este baile de estímulos, no se nos olvida que los dos mundos que la propia historia opone de forma sólida, son políticos. Pensando en los miembros de la ultraderecha, Carlos reflexiona con perspectiva. “Es muy jodido pensar en estos chavales. Más allá de aquello en lo que se hayan convertido, hace años eran jóvenes de clase obrera en una situación de exclusión, captados principalmente a través de grupos ultras de fútbol, que les dan un sentido de identidad para conseguir que luchen contra sus propios intereses de clase trabajadora. Esto sigue pasando. ¿Cómo puede ser que tanto obrero vote a VOX, que defiende los intereses de una clase que no es la suya?”.

En su escasa hora y media de duración, La mort de Guillem tiene tiempo para ofrecer al espectador numerosas ramificaciones que intenten explicar algo tan humano como el duelo. Asistimos a la rabia de una familia atea, beligerante en su dolor, a la que le cuesta encontrar descanso. ¿Un poco de sugestión espiritual viene bien para decir adiós?

“Esta es mi obsesión últimamente y el nuevo guion que estoy escribiendo va un poco sobre esto. Supongo que se ha filtrado en la película. Yo vengo de formación en colegio de monjas, pero con unos padres completamente ateos. La muerte es algo difícil de comprender. Cuando asistes a la muerte de otro, necesitas imbricarla en tu propia red simbólica. Has de conseguir tejer alrededor de eso de lo que no puedes hablar. La izquierda ha ido variando en su forma de relacionarse con lo espiritual. Es una tarea pendiente. Ha habido intentos, como cuando Bertolt Brecth hacía tragedias en las que sustituía el destino por la lucha de clases, pero seguimos sin una posición clara”.

Nos queda, para terminar, entender cuál es la fórmula de este director, acostumbrado ya a que sus películas sean premiadas en festivales, triunfen entre crítica y público y aparezcan cada uno o dos años en nuestra cartelera. “Se lo debo todo a tener un equipo con el que trabajo estupendamente y al que conozco muy bien. Sé que siempre que trabajo con Lastor Media, mis productores, me van a dejar hacer. Discutiremos, pelearemos, pero va a ser fácil. También he agradecido mi experiencia en televisión, proyectos de encargo que te obligan a cuestionarte tu proceso creativo, a adaptarlo a periodos muy cortos. Por supuesto, la suerte influye. Y, básicamente hacer muy pocas vacaciones”.

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