Las 10 películas más paranoicas del cine español

Su lógica es difusa, sus tramas son delirantes... Y su nacionalidad es la tuya. Esta semana, 'Mindscape' llega para sumarse a esta lista de locuras. Por YAGO GARCÍA
Las 10 películas más paranoicas del cine español
Las 10 películas más paranoicas del cine español
Las 10 películas más paranoicas del cine español

El Club de la Lucha, Origen, Matrix, Carretera Perdida... Todas estas películas tienen dos cosas en común: la primera, su condición de clásicos. La segunda, que se meten al espectador en el bolsillo con guiones que nos proponen realidades paralelas, lógicas difusas y otros juegos endemoniados con nuestra percepción. Unos planteamientos que suscribe Mindscape, el debut de Jorge Dorado que se estrena esta semana presentándonos a Mark Strong como telépata lector de recuerdos, y a nuestra querida Taissa Farmiga (American Horror Story) como una adolescente que podría (sólo "podría") ser una peligrosa psicópata.

El ejemplo más cercano de producción ibérica y paranoica es El maquinista, pero claro, estamos hablando del filme que nos familiarizó con la dieta yo-yo de Christian Bale, y de un trabajo con director y guionista estadounidenses. Nada que ver con las películas que encontrarás a continuación: estas cintas se empeñan en enervarte con tanto ahínco que, cuando termines de verlas, la expresión "país de locos" cobrará un nuevo sentido para ti.

Fata Morgana (Vicente Aranda, 1965)fata_morgana_vicente_aranda

No, no te has equivocado: el director de esta película tan delirante es el mismo que el de Juana la loca, Amantes y La pasión turca. Muy jovencito aún, e inmerso en los parámetros surrealistas de la Escuela de Barcelona, el cineasta valenciano se marcó aquí una historia de ciencia-ficción postapocalíptica protagonizada por la deslumbrante Teresa Gimpera. No sabemos si, a la hora de escribir el guión, Gonzalo Suárez tuvo presentes los relatos de Philip K. Dick o J. G. Ballard, pero la verdad es que lo parece. Y, siguiendo el mismo hilo, tal vez el inglés Martin Amis (Campos de Londres) haya oído hablar de este filme más de una vez.

La cabina (Antonio Mercero, 1972)

Manda narices que un cortometraje televisivo de 35 minutos, sin diálogos, con guión de José Luis Garci y dirección del futuro autor de Farmacia de guardia siga resultando tan fresco, tan memorable y, sobre todo, tan inquietante. En buena parte, también, gracias al talento de ese Jose Luis López Vázquez que en 1967 había protagonizado una memorable campaña de spots para Telefónica. Ganadora de un Emmy al Mejor Telefilme de Ficción, La cabina sigue siendo un buen recordatorio de cómo el elemento urbano más banal puede convertirse en fuente de infinitos horrores.

Arrebato (Iván Zulueta, 1980)

Como nos recordó J. J. Abrams, allá por los 60 y los 70 las cámaras Super 8 campaban por sus respetos en infinidad de hogares. Por eso, y por otras muchas cosas, Zulueta se marcó un tanto antológico convirtiendo a una de ellas en el monstruo de su segundo (y último) largometraje. La odisea yonqui-cinéfilo-vampírica de Eusebio Poncela, Will More y Cecilia Roth fue ignorada en el año de su estreno, para después ser aclamada como ejemplo de un underground español que nunca llegó a nacer. En todo caso, su visionado deja claro que el director donostiarra y David Lynch podrían haber hecho muy buenas migas.

El elegido (Fernando Huertas, 1985)el_elegido_lopez_vazquez

Pues sí: de nuevo nos encontramos con Jose Luis López Vázquez. Algo que no debería extrañarnos, todo sea dicho, porque el talento de este actorazo era en sí mismo un desafío a la lógica. Cuando un suicida impacta sobre el capó de su sufrido Renault 7, la vida de nuestro hombre (esta vez en el papel de Federico Limón, de profesión empleado de banca) se convierte en un delirio conspiranoico en el que intervienen rostros inquietantes donde los haya (Chus Lampreave, Amparo Baró, Emiliano Redondo) y cuya evolución nos recuerda poderosamente a lo que, 12 años después y con muchas más alharacas, nos mostraría David Fincher en The Game. Aunque, puestos a elegir, nosotros siempre preferiremos a don Jose Luis antes que a Michael Douglas: dónde va a parar.

Angustia (Bigas Luna, 1987)

Con su filmografía temprana, en la que hallamos tremendas paranoias como Renacer, Caniche y Bilbao, Bigas Luna se había granjeado una bien merecida fama de enfermo (en el mejor sentido). Pero el maestro barcelonés rizó el rizo con este trabajo, rodado parcialmente en EE UU: resumiendo mucho, podemos decir que Angustia es un slasher dentro de otro slasher, cumpliendo sobradamente tanto con su cuota de evisceramientos como con sus ambiciones de reflexión metanarrativa. Añadamos a todo ello la presencia de Zelda Rubinstein (la médium de Poltergeist, aquí en funciones de mamá demente) y comprenderemos que Bigas se topara con una oferta para dirigir la séptima entrega de Viernes 13.

Cuerpo en el bosque (Joaquim Jordá, 1996)

¿Cómo sería Twin Peaks ambientada en un pueblo de la Cataluña rural? Jordá, conocido sobre todo por sus estupendos documentales, podría haber partido de esta premisa para su segundo y último largo de ficción, en el que el asesinato de una joven pone en marcha una retorcida trama de horror cotidiano. Por otra parte, podría decirse que el elemento más demencial de Cuerpo en el bosque es ver a Rossy De Palma en el papel de una recia sargento de la Guardia Civil. Un papel que, todo sea dicho, le sale bordado.

Abre los ojos (Alejandro Amenábar, 1997)

Vete tú a saber por qué, el cine español de los primeros 90 se mostró poco pródigo en desafíos a la lógica. Algo de lo cual esta película se vengó con ganas: recién aclamado como niño prodigio de nuestra industria gracias a Tesis y sus siete premios Goya, Amenábar echa la casa por la ventana (y, de paso, vacía la Gran Vía de Madrid) con una historia que reduce a escombros el ego de un Eduardo Noriega pijísimo, y sobre la cual planean las alargadas sombras de Philip K. Dick y Ursula K. LeGuin. Los listos de Tom Cruise y Cameron Crowe tomaron buena nota, y se agenciaron los servicios de Penélope Cruz para que repitiese rol en Vanilla Sky, aquel deslucido remake estadounidense.

Fuera del cuerpo (V. Peñarrocha, 2004)

El lado surrealista de la Benemérita debe ser considerable, puesto que tras Cuerpo en el bosque volvemos a encontrarnos con un protagonista vestido de verde. En este caso es Gustavo Salmerón, patrullero enfrentado de golpe y porrazo a la ¿realidad? de que su vida forma parte de una película, con su director (Jose Coronado), sus guionistas, su planteamiento, su nudo y su (fatal) desenlace. Lo cual, por otra parte, podría estar motivado por las industriales cantidades de cocaína que lleva en el cuerpo. ¿Te recuerda a Más extraño que la ficción? Pues no es por nada, pero Marc Forster estrenó esa película dos años más tarde.

Los cronocrímenes (Nacho Vigalondo, 2007)

Si no están bien escritas, las películas sobre viajes en el tiempo se arriesgan a convertirse en un embrollo monstruoso. Pues bien: el debut largo de Vigalondo es un embrollo monstruoso, pero de forma plenamente deliberada y sujeta por una feroz coherencia interna, funcionando además como análisis del varón español moderno y sus pulsiones inconfesables. ¿Algo más que decir? Sí: que en ella aparece un señor cubierto íntegramente por vendajes rosas. Por menos que esto, Primer se convirtió en clásico de culto mundial.

Hierro (Gabe Ibáñez, 2009)

Una mujer (Elena Anaya, Mejor Actriz en Sitges 2009) viaja con su hijo a la isla canaria que da título a la película. El niño se pierde. Las autoridades le dan por muerto. Su madre no lo cree, le busca infructuosamente... Y nosotros comenzamos a preguntarnos cuánto de realidad y cuánto de alucinación hay en esa búsqueda, que acaba precipitando a la heroína a paisajes desolados y territorios de lo más lumpen. No muy reconocida en su día, Hierro es un ejemplo de esas otras formas posibles para urdir un thriller, tanto en el cine español como en el cine en general.

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