La pederastia, el secreto más oscuro de Hollywood

¿Hay redes de abusos sexuales cobijadas en la industria del cine? El documental 'An Open Secret' destapa realidades espeluznantes.
La pederastia, el secreto más oscuro de Hollywood
La pederastia, el secreto más oscuro de Hollywood
La pederastia, el secreto más oscuro de Hollywood

Caso curioso: dos de las películas más terroríficas de 2015 podrían ser documentales. Si el lunes te hablábamos de The Nightmare, un filme centrado en los terrores que nacen dentro de nuestros propios cerebros, hoy toca hablar de An Open Secret, la cinta de Amy Berg cuyo tráiler acaba de hacerse público y que aborda un tema escabroso donde los haya: la probable existencia en Hollywood de círculos organizados de pederastia. Algo que se vuelve aún más desagradable cuando constatamos que, según las fuentes manejadas por el filme, los abusos sexuales a menores en la Meca del cine podrían ser una realidad asumida o, como indica el propio título del filme, "un secreto a voces".

El tema de la pederastia no es nuevo para Amy Berg: en 2006, esta directora ya se ganó una nominación al Oscar por Líbranos del malnarrando el encubrimiento por parte de la Iglesia Católica a Oliver O'Grady, sacerdote que violó a al menos 25 niños entre 1973 y 2001. Ahora, habrá que ver si An Open Secret acaba compitiendo por otra estatuilla dorada: a juzgar por lo que se ve en el avance, y por las críticas ya publicadas en la prensa de EE UU, el filme no sólo apunta a la existencia de depredadores sexuales en el seno de la industria, sino también a que los grandes estudios han hecho lo posible por encubrirles para así proteger sus intereses. No en vano uno de los antiguos actores juveniles (y ahora adultos destruidos) que aparecen en su metraje es Michael Egan, el hombre que acusó al director Bryan Singer de haberle violado cuando tenía quince años y era un aspirante a estrella.

Según Variety, a An Open Secret se le nota la necesidad de ser cautelosa: pocas de sus acusaciones están respaldadas por una sentencia judicial, con lo que atreverse a señalar con el dedo podría costarle a Amy Berg y a su equipo un buen susto. Además, las acusaciones de Michael Egan contra Singer y otros tres individuos (el director Gary Goddard y los ejecutivos Garth Ancier David Neuman) fueron retiradas en agosto del año pasado, y cuatro meses más tarde el ex actor se vio envuelto en otro proceso, sólo que esta vez como acusado, por diversos cargos de fraude. Aun así, y pese al posible sensacionalismo de la cinta, hay detalles en ella que, o bien ponen los pelos de punta, o que resultan toda una invitación a las especulaciones morbosas. Por ejemplo, el hecho de que Bob Villard, el que fuera agente de unos jovencísimos Leonardo DiCaprio Tobey Maguire, venda ahora fotos de sus antiguos representados en eBay tras haber sido condenado dos veces: la primera, en 2001, por distribución de pornografía infantil, y la segunda, en 2005, por abusar de un niño de trece años. O que otro manager, Marty Weiss, se ganara la amistad de las familias de sus pupilos antes de aprovecharse de éstos.

Tras todo esto, la historia más escabrosa abordada por la película de Amy Berg podría ser la de Digital Entertainment Network (DEN), una iniciativa pionera en el streaming de vídeo por internet que comenzó a funcionar en 1999, cuando YouTube no era todavía ni un proyecto, cuya programación estaba orientada a adolescentes... y en la cual participaron Bryan Singer (como inversor), David Neuman (que se incorporó a sus filas tras haber encabezado la rama televisiva de Disney) y el que seguramente quede como el personaje más sorprendente, por lo siniestro y por lo disparatado, de toda esta historia: Marc Collins-Rector, un yuppie cuyo periplo vital (incluyendo una temporada en una cárcel española, de la cual fue extraditado a EE UU en 1998) le pondría los dientes largos a Brett Easton Ellis, el autor de American Psycho. Del documental se infiere que Collins-Rector usaba la cantera de efebos empleada por DEN en sus programas poco menos que como un harén compartido por él y por sus amigos. Y también por otros altos cargos del negocio, invitados regularmente a fiestas llenas de actores menores de edad y, en muchos casos, dispuestos a todo.

A falta de que An Open Secret se estrene en España (¿llegaremos algún día a verla por aquí, a todo esto?) cabe objetar que algunos de sus aspectos más sensacionales recurren al 'quien calla, otorga' y a la fermentación de sospechas en el espectador. Por otra parte, también cabe considerar que el tráfico de favores sexuales es, en ocasiones, un camino de doble dirección. Es cierto que, según afirman las reseñas, Michael Harrah, antiguo representante de actores jóvenes y alto cargo del Screen Actors Guild, se cae con todo el equipo en sus fotogramas. Y también es cierto que la antigua estrella teen Corey Feldman, que aparece en el documental mediante imágenes de archivo, ha llamado la atención sobre lo enraizado, y lo consentido, de la pederastia en la industria de Hollywood. Pero también es cierto que, tomadas en su contexto, algunos de los hechos sobre los cuales especula el documental quedan menos como depredaciones de niños inocentes que como actos de prostitución acordados entre ambas partes: muchachos ya entrados en la pubertad, por un lado, y ejecutivos maduros que compran a éstos últimos a base de promesas, dinero y otras prebendas, por otro. La patente asimetría de la transacción, tanto en edad como en poder, el hecho de que dichas promesas nunca se cumplieran (al menos, en los casos que conocemos) y el riesgo de culpabilizar a las víctimas, que siempre acecha, deberían hacer que nadie se planteara esto último durante demasiado tiempo. Pero, aun así, no conviene olvidarlo del todo.

Por otra parte, la historia de An Open Secret plantea otra pregunta, esta vez sí muy seria y digna de consideración: ¿qué pasa con las chicas? Aunque, a base de rumorología y demandas, el hecho de que en los 'sofás de cásting' también se tumban hombres sea hoy bien sabido, hay que tener presente que las mujeres siguen siendo más propensas que los hombres a verse víctimas de chantajes sexuales y abusos de poder. Además de homófobo (y mucho), Hollywood también es un lugar atrozmente sexista, tal y como señaló hace poco Kristen Stewart: tal vez el próximo gran bombazo documental desvele casos de managers, productores o directores que abusan sistemáticamente de actrices jóvenes. Sólo que ese documental hipotético no contaría, por desgracia, con la dosis extra de morbo que envuelve a la cinta de Amy Berg. Consideraciones aparte, si esta película y el halo de gran revelación que la envuelve, puede traer consigo una moraleja: en el negocio del cine, lo peor no son las transgresiones que alguien pueda cometer, sino el hecho de que se descubra que las ha cometido. Qué horror, ¿verdad?

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