La noche no se mueve sin Arthur Penn

Junto a John Frankenheimer, Alan J. Pakula y Sydney Lumet, Arthur Penn fue uno de los mejores exponentes de la llamada 'Generación TV': el grupo de jóvenes directores que, tras velar armas en la pequeña pantalla, tomaron al asalto el cine de los EE UU cuando el star system ya no estaba y el 'Nuevo Hollywood' aún no había llegado. De filmografía escasa (sólo catorce películas desde su debut hasta su retirada en 1996), y confeso amante del teatro antes que del cine, Penn dejó sin embargo un buen número de clásicos a lo largo de su trayectoria. Aquí os ofrecemos algunos de ellos:

El zurdo (1958)

Un western seco y sobrio con Paul Newman vistiendo la mítica figura de Billy 'El niño'. Presentando a su antihéroe como un joven perdido en busca de un figura paterna, Penn demostró que, en Hollywood, el psicoanálisis ya se tomaba mucho más en serio que cuando Hitchcock lo abordó en Recuerda.

Bonnnie & Clyde (1967)

La crítica de la época (parte de ella, al menos), acusó a este filme de excesivamente violento, de contar con un guión mal construído y de ser un mero vehículo de lucimiento para Faye Dunaway y el también productor Warren Beatty. No les culpemos por infravalorar así una obra maestra.

Pequeño gran hombre (1970)

Si Bonnie & Clyde había sido el 'anti-filme de gángsters', esta maravilla tan extensa como jocunda es el 'anti-western'. Aquí no se salva nadie: el General Custer es un sádico y un imbécil, los indios, unos paletos, y Dustin Hoffman, un joputa dispuesto a todo por sobrevivir.

La noche se mueve (1978)

"Una vez fui a ver una película de Eric Rohmer: era como sentarse a ver crecer la hierba". Pese a estas palabras del detective Gene Hackman en este filme (neo-noir antes del neo-noir), Arthur Penn era un fan del autor de Mi noche con Maud. Y, créetelo o no, pero aquí eso se nota mucho.

Penn & Teller Get Killed (1989)

Casi desconocidos en España, Penn Jillette y su socio Teller forman una pareja de magos, popularísima en EE UU, cuyas actuaciones siguen una única norma: todos los trucos, algunos muy peligrosos, tienen una explicación científica. La amalgama de destrozos ultraviolentos en los que les sumió Arthur Penn en su penúltimo filme es, sin embargo, totalmente ilógica.