La nave de '2001' que Kubrick no quiso destruir

El director procuró que no quedara rastro de su odisea espacial, pero se quedó esta cápsula como recuerdo. Ahora, la Academia la ha comprado por más de 300.000 euros.
La nave de '2001' que Kubrick no quiso destruir
La nave de '2001' que Kubrick no quiso destruir
La nave de '2001' que Kubrick no quiso destruir

La historia es bien conocida: rodando 2001: Una odisea del espacio, Stanley Kubrick quería que su película quedase como algo único. Tal vez el escritor Arthur C. Clarke, junto al que había escrito el guión de la película, tuviera ciertos derechos de propiedad sobre el monolito, HAL 9000, la astronave Discovery y demás elementos de aquella trama tan difusa, pero, en lo que a la obra visual se refería, el cineasta era el máximo responsable... y estaba dispuesto a dejarlo claro por todos los medios a su alcance. Él, que era un cinéfilo contumaz, había visto cómo los decorados de la magistral Planeta perdido (1956) eran reutilizados en un sinfín de producciones de serie B (siguiendo una de las más antiguas recetas de la tacañería de Hollywood), y con tal de que 2001 no se viera expuesta a esa misma degradación optó por una medida drástica: destruir todos los decorados y accesorios utilizados durante el rodaje. 

La maniobra, en principio, salió bien. Tan bien, de hecho, que cuando se rodó 2010: Odisea dos (una de las secuelas más innecesarias de la historia, estrenada en 1984 con la firma de Peter Hyams), el equipo técnico de la película sudó tinta para reconstruir los decorados, contando con la película original como única referencia. Ahora bien: ni siquiera Kubrick, en toda su megalomanía, fue capaz de acabar con todos los testimonios físicos de su filme. Otra cosa es que los pocos elementos de atrezo que sobrevivieron a dicha furia sean, debido a su escasez, carísimos. Y una noticia muy reciente nos lo demuestra: el sábado, la Academia de Hollywood compró para su museo de Los Ángeles la única maqueta superviviente de la cápsula Aries, aquel vehículo en el que Heywood Floyd (William Sylvester) descendía hacia la superficie de la luna a los sones de El Danubio azul. Apropiarse de dicha joya, que salió a subasta en la casa Premiere Props, le salió a la institución por 317.709 euros.

¿Cómo escapó esta maqueta a la voluntad del director? ¿Sería cosa de un técnico avispado, que se olía el enorme valor que acabaría adquiriendo para los coleccionistas? Pues no: si el modelo ha llegado hasta nosotros fue debido al propio Kubrick. Resulta que el cineasta (quien, pese a todo, también tenía su corazoncito) decidió quedarse con la pieza como recuerdo del rodaje. Y resulta también que, tras instalarse en su mansión de Hertfordshire (Inglaterra), Stanley trabó amistad con un profesor de arte que enseñaba en una escuela cercana. El buen rollo entre ambos debía ser considerable, porque Kubrick acabó regalándole la maqueta a dicho profe, con dos condiciones. La primera: que, antes de dársela, extraería todos los dispositivos electrónicos que se hallaban en su interior. La segunda, que el profesor usaría el modelo para enseñar diseño en sus clases. El receptor, todo sea dicho, hizo honor a semejante regalazo: según informa la Academia, la pieza se halla "en condiciones óptimas de conservación".

Así pues, paladeemos la ironía: uno de los primeros artículos cazados por la Academia para su museo, que se inaugurará en 2017, fue concebido por un director que sólo recibió un Oscar (a los Mejores Efectos Especiales, precisamente por 2001) y cuyas relaciones con la institución fueron siempre de indiferencia absoluta. En todo caso, hay que recordar que esta no es la única pieza superviviente de la odisea espacial. En la muestra Stanley Kubrick The Exhibition pudieron verse algunos otros elementos de atrezo y vestuario, como algunos muebles de la estación espacial, relojes de pulsera, un traje de vacío, la cubertería usada por los astronautas Keir Dullea Gary Lockwood a bordo del Discovery y la joya de la corona: una maqueta de la propia Discovery. Por otra parte, piezas tan valiosas como un casco espacial y el mismísimo frontal de HAL 9000, con logotipo y todo, obran en poder de coleccionistas privados. ¿Se estirará la Academia para incorporarlos a su colección? Quién sabe... Por lo pronto, aquí te mostramos algunas fotos.

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