'La canción del mar': El mundo del Miyazaki celta

¿La mejor película animada que veremos en 2015? Te damos razones para viajar a la Irlanda mítica del director Tomm Moore.
'La canción del mar': El mundo del Miyazaki celta
'La canción del mar': El mundo del Miyazaki celta
'La canción del mar': El mundo del Miyazaki celta

Fue nominada a un Oscar como Mejor Película de Animación, y se llevó nada menos que nueve nominaciones a los premios Annie, los máximos galardones del cine 'de dibujos'. Aun así, es posible que La canción del mar quede un poco relegada en esta cartelera repleta de estrenos (dieciocho títulos, nada menos) y en plena resaca vengadora. Lo cual sería una injusticia enorme, porque el primer largo en solitario del irlandés Tomm Moore (tras la flipante El secreto del libro de Kells, codirigida con Nora Twomey) puede ser descrito desde ya como una de las mejores películas de animación que vamos a ver este año. Pixar deberá mostrar todo su poder con Del revés si quiere quedar a la altura de esta pequeña gran maravilla, informada por igual por la influencia (confesa) de Hayao Miyazaki y por los paisajes de la mitología celta. ¿Quieres unas cuantas razones para ello? Pues aquí te las damos.

Los niños se divierten...

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El argumento de La canción del mar gira en torno a Saoirse Ben, dos hermanos que viven en la costa de Irlanda. Él es un chaval marcado por la ausencia de su madre, y ella es una niña pequeña con un poder imprevisto (y ancestral) que la liga al océano. ¿Te recuerda ésto a Ponyo en el acantilado? Pues debería, porque, como hablábamos antes, se trata de una deuda asumida. Y, al igual que el filme del maestro Miyazaki, el de Tomm Moore tiene todos los ingredientes para entusiasmar a los peques: a los niños les gusta que una película les trate como personas (no como tontos) y siempre agradecen que las imágenes en una pantalla les asusten un poco. En esta cinta, ambas virtudes abundan, desplegadas con la elegancia de videojuegos como The Legend of Zelda: The Wind Waker. ¿Esperarás a que salga su edición doméstica, o te darás el gusto de que tus hijos, sobrinos o hermanos pequeños descubran esta magia en pantalla grande?

...Y los mayores aprenden

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La pequeña Saoirse no se metamorfosea en foca (una foquita muy mona, por lo demás, blanca y con ojazos) así porque sí: se trata de una selkie, un hada marina, cuya presencia sobrenatural la convierte en digna heredera de esa Aisling que nos hipnotizó en El secreto del libro de Kells. Éste y otros detalles de dicha mitología se hallan reflejados en La canción del mar sin regodearse en sus aspectos más morbosos, pero también sin escatimar su atractivo primigenio y, sobre todo, sin desvirtuarlos. Cuando salgas de la sala, nombres como "sidhe", "Macha" "Seanhachaí" rondarán por tu cabeza sin necesidad de haber hecho un curso acelerado de gaélico. Y también rondará una iconografía en la que se juntan los eternos paisajes de la Isla Esmeralda con símbolos que ya rondaban por ella cuando san Patricio era monaguillo.

Un caramelo para los ojos

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Lo diremos las veces que haga falta: La canción del mar no es sólo una buena película, sino también una película bellísima. Al igual que en El secreto del libro de Kells, Tomm Moore ha sacado partido en ella tanto de un fino ojo para observar la naturaleza (y los paisajes urbanos: ojo a ese cameo de la dublinesa Molly Malone) como de los recursos aprendidos de antiguos manuscritos miniados. Decir que estamos ante una colección de ilustraciones en movimiento no es aquí un desdoro, sino una alabanza, porque esas ilustraciones se mueven que da gloria, sin enfangarse en una inútil pretensión de realismo. Quienes piensen que la animación 2D tiene los días contados podrán llevarse aquí una sorpresa de órdago: para cautivar a la platea no hacen falta polígonos, sino imaginación, y aquí la encontrarás por toneladas.

¡Esa música!

Cómo mola cuando, en una película, el sonido y las imágenes parecen ir de la mano, ¿verdad? Pues, en La canción del mar, eso ocurre gracias a Bruno Coulais. Conocido generalmente por su trabajo en Los chicos del coro (que le reportó una nominación al Oscar), este músico francés es todo un currante, con nada menos que 173 títulos en su haber, y el responsable parcial de la magia que envolvía Los mundos de Coraline y la propia El secreto del libro de Kells. Parece que Coulais da lo mejor de sí cuando se junta con directores de animación, y su trabajo junto a Tomm Moore es prueba de ello: la BSO de esta película se enraíza con las imágenes de forma embriagadora a base de sonidos orquestales, y algún toque electrónico ocasional, hibridados con violines fiddle, flautas de pico, panderos bodhran y otros instrumentos de raigambre céltica, sin sonar por ello a pastiche. Y, cuando interviene la vocecilla de Lucy O'Connell, entonces ya es el acabose.

Con sentimientos

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Soltar todas estas cosas cuando de una película para niños se trata es un lugar común, pero allá vamos: La canción del mar muestra un panorama mítico con gigantes, brujas, hadas convertidas en piedra y abrigos mágicos, pero consigue que toda esa maravilla valga más que la suma de sus partes a base de emoción y significado. Se trata de una fábula sobre la pérdida, sobre la incapacidad de renunciar al pasado, sobre los vínculos familiares y sobre otras muchas cosas. Y, como pasa con las fábulas bien contadas, su moraleja resulta cualquier cosa menos pesada o machacona. Haznos caso, y acércate a su orilla: tú también sentirás deseos de nadar junto a las focas.

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