'Jodorowsky's Dune': La mejor película de ciencia-ficción que nunca verás

Jamás llegó a rodarse, pero el proyecto del mago chileno fue la matriz de 'Alien', 'Blade Runner' y 'Star Wars'. El documental de Frank Pavich te lo cuenta todo sobre el filme inacabado más influyente de la historia. Por YAGO GARCÍA
'Jodorowsky's Dune': La mejor película de ciencia-ficción que nunca verás
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'Jodorowsky's Dune': La mejor película de ciencia-ficción que nunca verás

En este reportaje vamos a hablar de una quimera. Así que, para comenzar, citaremos un hecho cierto: los making of de películas que se rodaron y estrenaron sin problemas suelen ser un sonoro pestiño. ¿Cuáles son las excepciones? Pues aquellas centradas, bien en esos directores que trabajan a latigazo limpio (Michael H, sobre el rodaje de Amor), bien en filmes que estuvieron a punto de quedarse en dique seco (Corazones en tinieblas, la crónica delirante de Apocalypse Now) y, sobre todo, los que hablan de cintas que nunca abandonaron la fase embrionaria: ahí tenemos Lost in La Mancha, sobre las mil y una desgracias de Terry Gilliam y su The Man Who Killed Don Quixote, para probarlo. Ahora bien, ¿de verdad justifica darle 90 minutos de metraje a un filme del cual no se llegó a rodar un solo plano? Pues sí, y el documental Jodorowsky's Dune (Premio del Público en Sitges 2013) es la prueba.

Además de con el propio 'psicomago' chileno, el director Frank Pavich ha contado con testimonios de impresión para dar fe de este proyecto, uno de los más delirantes de la historia del cine, cuyo catastrófico hundimiento en 1976 había sido hasta ahora carne de leyenda. Además de Nicolas Winding Refn (Drive, Sólo dios perdona) ejerciendo de fascinado alevín, a las entrevistas se asoman los diseñadores de producción H. R. Giger (el creador visual de Alien) y Chris Foss y el productor Michel Seydoux (lo sentimos: su hija Léa Seydoux no nos honra con su presencia). Todos ellos para hablar de este trabajo basado en la novela de Frank Herbert sobre imperios galácticos, religiones alucinógenas y gusanos de arena gigantes. Pero, si dicho tochazo llegó al cine en 1984, de la mano de un David Lynch que no quiere ni oír hablar de él... ¿Por qué es tan interesante profundizar en el intento fallido del chileno?

Pues muy sencillo: porque el Dune de Jodorowsky habría sido un trabajo absolutamente desmesurado, y su preproducción (durante la cual cayeron la friolera de tres millones y medio de euros, ajustados) fue igualmente elefantiásica y trufada de anécdotas. No en vano estamos hablando de "la mejor película de ciencia-ficción que jamás llegó a rodarse".

Para empezar, un poco de contexto: en 1973, Jodorowsky está en lo más alto de su carrera como cineasta. El impacto provocado por sus películas Fando y Lis y El Topo ha sido lo bastante grande como para que tanto Allen Klein (el manager de los Rolling Stones) como John Lennon y Yoko Ono (los 'Brangelina' de la contracultura) financien su siguiente trabajo, un desparrame psicodélico titulado La montaña sagrada. Al cual, para colmo, no le ha ido nada mal en taquilla pese a requerir, o eso parece, la ingesta de sustancias prohibidas para entender el ¿argumento? Así las cosas, un desprevenido y jovencísimo Michel Seydoux aborda al visionario cineasta y pronuncia las palabras malditas: "Dime qué quieres hacer, y yo te produciré lo que sea". Para desgracia del empresario, 'Jodo' tenía bien claro lo que quería hacer.

Resulta que, durante los meses anteriores, el chileno ha tenido ocasión de leer Dune, novela que por entonces circulaba como libro de cabecera entre hippies y freaks varios. Y no sólo eso: también ha tenido un sueño acerca del libro. De modo que, apoyándose en un singular razonamiento ("Yo había recibido mi propia visión de Dune, y quería transmitirla"), decide basar su filme más en dicho sueño que en la palabra escrita, apoyándose en que la historia de Paul Atreides, el pueblo Fremen y la hermandad Bene Gesserit "es un mito universal, y por ello la versión de Herbert es incompleta". 'Jodo' resume hoy sus intenciones de forma políticamente incorrectísima, afirmando que "quería violar al libro, pero violarlo con amor" a fin de suscitar en el público los efectos de un colocón de LSD sin necesidad de consumir la droga. Canela fina.

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De este modo, el guión pergeñado por Jodorowsky no sólo prevé una duración de 14 horas para Dune, sino que también se salta la historia original a la torera, dándole un matiz simbolista que Herbert (más preocupado por la temas como la política y el colonialismo) jamás hubiera podido soñar. A continuación, el cineasta enchufa a su propio hijo, Brontis Jodorowsky, para el papel de Paul Atreides (un joven aristócrata galáctico convertido en mesías a su pesar) y somete al chaval a un duro entrenamiento del cual se encarga "un auténtico guerrillero latinoamericano". Pero lo bueno llega cuando toca preparar el cásting. Algunas de las opciones de 'Jodo' son más o menos 'normales': al fin y al cabo, Mick Jagger estaba lanzándose como actor por entonces, y David Carradine era ya un rostro con solera. Pero otras... Pues como que no.

En su caza de intérpretes inesperados para Dune, Jodorowsky demuestra estar dispuesto a echar la casa por la ventana: ¿Que Orson Welles se resiste a dar vida al Barón Harkonnen, villano principal del cuento? Pues nuestro héroe le promete que su chef favorito le preparará tres comidas al día durante todo el rodaje. ¿Que Salvador Dalí -sí, él- exige llevarse 375.600 euros por hora de rodaje? Pues no pasa nada: 'Jodo' está empeñado en que el pintor interprete al Emperador Padishah Shaddam IV, y si él quiere cobrar más que Greta Garbo, pues está en su derecho. Tras una consulta de Tarot y algo de regateo (al cual asiste un pasmado Pier Paolo Pasolini), Dalí y Jodorowsky acuerdan que el de Figueres sólo pasará una hora en el plató, y que el resto de sus escenas serán interpretadas por... una marioneta. Otra aportación daliniana fue un peculiar elemento de atrezo: se trataba de un retrete de oro sostenido por dos delfines, uno de los cuales habría recogido el pis, y el otro las heces.

Ahora bien: el encuentro con Dalí reporta más que pérdidas. Porque el pintor, atento al trabajo de sus contemporáneos, le ha mostrado a Jodorowsky los trabajos de H. R. Giger, un pintor suizo cuyo mundo enfermizo es el ideal para caracterizar a la maligna casa noble de los Harkonnen. Giger se lo tomará muy en serio, y además de incontables diseños de producción llegará a fabricar varios elementos de mobiliario, cuyas réplicas se cotizan hoy a precio de oro. De la misma manera, 'Jodo' se agencia los servicios de Chris Foss y del diseñador de efectos especiales Dan O'Bannon, que ha trabajado en Estrella Oscura con el también primerizo John Carpenter y que acabará la preproducción de Dune en un sanatorio mental, por cosas del estrés. Como autor de los storyboards (recogidos en un libro "del tamaño de una guía telefónica") aparece Jean Giraud, un dibujante de cómics que ha empezado a firmar sus trabajos con el seudónimo Moebius.

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En lo relativo a la banda sonora, tampoco se repara en gastos: desdeñando la oferta de Virgin Records, que quiere colocar a Mike Oldfield como compositor oficial, 'Jodo' se planta en los estudios Abbey Road, donde Pink Floyd están concluyendo las mezclas de The Dark Side of the Moon. Cuando David Gilmour, Roger Waters y compañía dan el sí, el chileno remata la faena contratando a Magma (el grupo más descabellado del rock progresivo francés) y a nada menos que Karlheinz Stockhausen, uno de los compositores más ilustres de la vanguardia europea. Al cual, atravesando una fase muy mística y cósmica, le ha dado por afirmar que nació en la constelación de Sirio. A estas alturas, suponemos, la caja registradora ya debía estar echando humo.

Y, claro, todos los sueños se acaban. En esta ocasión, el jarro de agua fría tiene un nombre que Jodorowsky no quiere ni oír: se trata de Frank Herbert, el autor literario de Dune. Cuando el escritor estadounidense se planta en París para ver cómo va la adaptación, se encuentra, no sólo con un guión que ha hecho añicos su texto original, sino también con que los fichajes de Jodorowsky se han ventilado ya casi todo el presupuesto previsto para toda la película. Los derroches y el agotamiento se cobran su precio, de modo que, tras unos años más de pugna, el Dune de Jodorowsky se cancela oficialmente en 1976.

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Hasta la aparición del documental, lo único que podía verse de ella eran los diseños recogidos en un número especial de la revista de cómics Métal Hurlant. Con el tiempo, los derechos fílmicos de Dune acaban en manos del italiano Dino De Laurentiis, quien ficha primero a Ridley Scott y después, cuando el inglés se las pira en pos de Blade Runner, financia (y desbarata en el montaje) ese trabajo de David Lynch que todos conocemos. Por lo demás, aparte de una versión en forma de miniserie para el Sci-Fi Channel (2000), otra intentona de llevar Dune al cine es devorada por los Shai-Hulud de Hollywood en 2010. Fin.

¿Seguro que es el fin? Pues va a ser que no: el Dune de Jodorowsky es uno de esos trabajos que resultan importantes, no por su resultado efectivo, sino por sus consecuencias. Para empezar, la amistad entre Jodorowsky y Moebius da pie a la saga de cómics El Incal, una obra algo más que inspirada en la propia Dune, amén de propulsar el nombre del dibujante como diseñador para el cine. Por otra parte, para quitarse las murrias tras la cancelación de la película, Moebius y Dan O'Bannon realizan juntos un cómic muy breve, pero muy influyente, titulado The Long Tomorrow. La pareja, además, volverá a conincidir con H. R. Giger en Alien, el octavo pasajero. Y, finalmente, los diseños de astronaves obra de Chris Foss dejarán una huella patente en otro filme cuyo autor (un tal George Lucas) también era aficionado a los libros de Frank Herbert. Sí, hablamos de Star Wars. Como habrás comprobado, este es un cuento que parece fruto de una doble dosis de especia Melange. Pero, como prueba Jodorowsky's Dune (una película sin fecha de estreno en España, desgraciadamente), se trata de la más insólita realidad.

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