Incorrección involuntaria: 10 películas que fueron racistas sin pretenderlo

O, al menos, así lo pensaron críticos y grupos de presión, ¿son estas polémicas demasiado exageradas?
Incorrección involuntaria: 10 películas que fueron racistas sin pretenderlo
Incorrección involuntaria: 10 películas que fueron racistas sin pretenderlo
Incorrección involuntaria: 10 películas que fueron racistas sin pretenderlo

Considerando su admiración por la cultura de los nativos americanos (esa que le llevó a rodar su largometraje The Brave en 1997), Johnny Depp lo debió pasar fatal cuando estrenó El Llanero Solitario. Amén de las malas críticas, la película también recibió muchas acusaciones de racismo por su interpretación del indio Toro (o Tonto, en los países de habla no hispana). Pese a que Depp tiene antepasados de etnia nativa, y a que su trabajo le ha ganado elogios de la Nación Comanche, otros medios definieron  su trabajo como "una acumulación de los peores estereotipos sobre los indios aparecidos en el cine desde sus orígenes hasta los 70".

Estos filmes nacieron sin la menor intención de ser racistas, incluso algunos aspiraron a conectar con el público de minorías étnicas, pero nada de eso les libró de ser acusados por críticos, grupos de presión y asociaciones en defensa de los derechos civiles. Tarea del lector es decidir si los argumentos en su contra fueron razonables, o si respondieron a un exceso de corrección política.

Transformers: La venganza de los caídos (M. Bay, 2009)

La polémica: Seguro que Michael Bay encontraba muy gracioso que dos de los robóticos Autobots (Skids y Mudflap, recién llegados a las películas) hablasen con la jerga callejera asociada, en el imaginario popular, a los afroamericanos de barrio. El problema llegó cuando críticos y espectadores apreciaron que ambas máquinas gigantes se parecían bastante a sendos gorilas, y su comportamiento resultaba extremadamente palurdo. Así pues, la tormenta estuvo servida: Scott Mendelssohn, del Huffington Post estadounidense, señaló"decir que están entre las peores  caricaturas racistas entre la historia del cine sería quedarse corto". Bay, por su parte, zanjó la cuestión diciendo que, para él, Skids y Mudflap eran sólo "diversión para todos los públicos".

Hancock (Peter Berg, 2008)

La polémica: Un momento, ¿racismo en una película de Will Smith? Pues sí, si nos fiamos del periodista alemán que reprochó a Charlize Theron su participación en este filme. Según dicho plumilla, Hancock conlleva un mensaje opuesto a la integración racial, dado que [SPOILERS] su personaje y el de Smith deben permanecer separados para conservar sus superpoderes [/SPOILERS]. La reacción de la actriz sudafricana, muy sensibilizada con los temas raciales dada su procedencia, fue un rotundo facepalm tras el cual dio por terminado (amablemente) su encuentro con la prensa. Algo que hasta cierto punto entendemos, porque la interpretación sobrepasaba el saludable escepticismo para caer en la mala idea.

La saga Crepúsculo: Luna nueva (Chris Weitz, 2009)

La polémica: Ojo, porque aquí no hablamos de los denuestos de un crítico advenedizo, ni tampoco de una queja (justificada o no) formulada por un grupo pro derechos civiles. Nos referimos a las quejas del gran Roger Ebert. Al reseñar la segunda adaptación del serial de Stephenie Meyer, el difunto maestro señaló lo sospechosamente bien que se adecuaban Taylor Lautner y el resto de los amerindios licántropos a ciertas doctrinas muy racistas, y muy antiguas: "Siempre van sin camiseta, y se quedan plantados bajo la lluvia como si fueran, ya sabes, animales salvajes. Recuerda que no necesitan ropas como las nuestras, porque Dios ya les dio sus pieles". Otros críticos de la saga recordaron que, según el mormonismo (religión de la autora) la tez oscura de los nativos americanos es la señal de una maldición divina.

16 velas (John Hughes, 1984)

La polémica: Sobre la carrera de John Hughes, gran señor del cine adolescente, pesa un baldón de cuyo peso nunca terminará de librarse. No nos referimos al guión de El peque se va de marcha, sino a Long Duk Dong (Gedde Watanabe), el estudiante de intercambio alojado por los abuelos de Molly Ringwald en esta película. Se trata de un personaje de gran potencia cómica, y cuyo atolondramiento da lugar a algunos gags geniales, pero que también reune en su magro cuerpo más estereotipos que el Mickey Rooney de Desayuno con diamantes, si eso fuera posible. Motivo por el cual los estadounidenses de origen asiático no guardan nada de cariño a un filme, por lo demás, encantador.

La saga Star Wars (1977-2005 -por ahora-)

La polémica: Si tuviéramos que resumir todas las acusaciones de racismo que han caído sobre la saga de George Lucas, precisaríamos de un reportaje entero. Aun así, trataremos de resumirlo: el patriarca galáctico comenzó por llenar el reparto de su primer filme sólo con personajes blancos (pese a barajar la idea de que un afroamericano interpretase a Han Solo), lo cual fue resuelto con la aparición de Lando Calrissian en El Imperio contraataca. Después, llegaron las comparaciones (también por parte de Lucas) entre los Ewoks de El retorno del Jedi y los guerrilleros del Vietcong, algo que ultrajó por igual a los derechistas de su país y a más de un espectador asiático. Después llegó Jar Jar Binks, cuyos andares y movimientos fueron señalados en su día como una caricatura racista. Y el último episodio de este culebrón llega desde Turquía, donde los islamistas han denunciado al palacio de Jabba el Hutt (o, más bien, a la versión Lego del mismo) como una parodia blasfema, bien de la Mezquita de Santa Sofía, bien de otro lugar de culto situado en Beirut.

La sirenita (R. Clements, J. Musker, 1989)

La polémica: Dumbo y sus cuervos, La dama y el vagabundo y sus malísimos gatos siameses, los simios de El libro de la selva, Canción del Sur en su totalidad... Efectivamente, la historia de Disney está llena de acusaciones de racismo. Algunas de las más recientes e insistentes se centran en Sebastián, el cangrejo amigo de la princesa subacuática Ariel: según dichas críticas, el temperamento zumbón y la natural pereza del crustáceo representan estereotipos sobre la conducta de los caribeños en general, y los jamaicanos en particular. Tras estas invectivas, y algunos problemas de censura en algunas canciones de Aladdin, damos fe de que el estudio se ha esforzado por ser mucho más políticamente correcto en las últimas décadas.

El Señor de los anillos (P. Jackson, 2001-2003)

La polémica: Es innegable que J. R. R. Tolkien, el creador de la Tierra Media, era un reaccionario de aúpa. Tal vez por ello, la polémica sobre su trabajo ha perdurado durante las décadas... Y salpicó también a la trilogía de Peter Jackson. "No hace falta mucha imaginación para saber que los orcos representan a los negros, los 'evolucionados' Uruk-Hai a los latinos, y el repulsivo Gollum a los judíos", sentenció una web de noticias orientada al público afroamericano en 2010. Señalemos por nuestra parte que, en una carta a su editor alemán en 1938, Tolkien escribió lo siguiente: "Lamento no contar entre mis antepasados a miembros del sabio pueblo judío". Y que, además, el escritor echaba pestes de su Sudáfrica natal debido, precisamente, a la segregación del Apartheid.

La milla verde (Frank Darabont, 1999)

La polémica: A los espectadores españoles no nos resulta especialmente ofensivo, pero el antihéroe John Coffey (Michael Clarke Duncan) levantó ampollas entre críticos afroamericanos por evocar la imagen de un sujeto simplón, analfabeto, cuya inocencia parece conferirle poderes sobrenaturales... Y que es negro, con todo lo que eso implica en un país como EE UU. Lo que queda fuera de toda discusión, eso sí, es que quien profanó la tumba de Clarke Duncan en mayo, pegando sobre la lápida del actor la caricatura de un rostro negro, merece un destino comparable al del personaje de Doug Hutchinson. 

Avatar (James Cameron, 2009)

La polémica: Estamos de acuerdo en que Armond White (ya sabes, el crítico de cine más bestia de EE UU) morirá el día en el que se muerda la lengua, y que sus acusaciones son muchas veces tan retorcidas que asustan. Pero admitamos también que, lo que es aquí, dio en la diana: según White, Avatar es un buen ejemplo "de cómo los blancos necesitan perder su identidad y así apaciguar su culpa racial, sexual, política e histórica". White no fue el único crítico en apreciar que a Cameron se le había ido la mano apelando al mito del buen salvaje, y que el cuento del hombre blanco que salva a los indefensos nativos ya lo había desgastado Kevin Costner en Bailando con lobos.

Indiana Jones y el Templo Maldito (S. Spielberg, 1984)

La polémica: Vale que, en la segunda aventura de nuestro arqueólogo favorito, Spielberg quiso rendir homenaje a las películas clásicas sobre aventuras en la India, con sus asesinos enturbantados, sus chicas con sari y bindi y sus lanceros bengalíes. . Pero, ¿no podría haberlo hecho de una forma menos sutil? A estas alturas, la aventura de 'Indy' y Tapón buscando las Piedras de Sankhara sigue cayendo fatal entre el público de origen indio, destacando por su inexactitud la mítica escena del banquete: un hindú devoto (y se supone que el Rajá de Pankot y sus secuaces lo son) jamás probaría uno solo de esos platos. Y, menos que ninguno, el sorbete de sesos de mono.

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