'Hamada', humor y cotidianeidad de la juventud saharaui

El cineasta español Eloy Domínguez Serén sortea estereotipos en este lúcido y divertido retrato de los campamentos de Tindouf.
'Hamada', humor y cotidianeidad de la juventud saharaui
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Aparte de referirse a un territorio pedregoso y desértico, entre los saharauis “hamada” es sinónimo de “vacío” o “sin vida”. Justamente la sensación baldía que viene padeciendo este pueblo arrinconado desde hace más de cuatro décadas, como muy bien sabe Eloy Domínguez Serén, quien habitó durante ocho meses en los campamentos de refugiados de Tindouf. Fruto de tal experiencia es Hamada, un documental en el que el cineasta gallego volvió a sentirse exiliado en tierra de nadie como le ocurrió durante sus años de extranjero en Suecia recogidos en su anterior trabajo, No cow on the ice. Rodeado de nieve o de arena, la sensación es similar: “La emigración y el desarraigo son sentimientos universales, pero en este caso la experiencia fue muy poderosa y enriquecedora. Llegué como profesor voluntario para que los jóvenes saharauis tuvieran acceso por primera vez al cine, así que me propuse rodar escenas cotidianas que reflejasen su verdadera identidad: su forma de relacionarse y ligar, su resignado día a día, su obsesión por los coches y por huir a España… Así nació Hamada”, explica Domínguez Serén.

'Hamada', humor y cotidianeidad de la juventud saharaui

Y gracias a esos bocados de realidad y acelerones de Land Rover en pleno desierto descubrimos, sin prejuicios ni manipulaciones, la auténtica personalidad de la juventud saharaui: “Me sorprendió su sentido del humor en mitad de un ambiente tan hostil, la capacidad para reírse de ellos mismos y la vitalidad a veces naíf de la que hacen gala. Por supuesto, también poseen conciencia política fruto de una situación injusta y enquistada”, continúa el cineasta. Evidentemente, el meollo político está presente en Hamada, aunque sin tanta insistencia como en otros documentales sobre el conflicto saharaui como el bardemiano Hijos de las nubes. Aquí las intenciones son otras: “Buscaba que el espectador empatizase con la situación de los refugiados a través de la intimidad de sus historias individuales y que, a continuación, indagase sobre las causas y realidad de una situación que tiene muy difícil solución, ya que la ONU y la Unión Europea miran hacia otro lado y España, que sigue como administradora del territorio, se lava las manos para no enturbiar sus relaciones con Marruecos”, concluye Domínguez Serén. Pero, como dijo Kipling, esa es otra historia, sin duda menos fructífera y rica que las que destila Hamada y que han encandilado a festivales como Gijón, Las Palmas o el mismísimo Cinéma du Réel.

Hamada se estrena el 12 de julio.

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