Guía para adaptar 'Dune' sin que se te coman los gusanos

Hollywood se arrima de nuevo al clásico de Frank Herbert, y nosotros ofrecemos estos consejos para evitar que el resultado sea un desastre arenoso

Como diría el pueblo Fremen, sólo un loco se atrevería a hacer algo así. Pero, si algo nos demuestra la historia de Hollywood, es que la sensatez es allí un bien tan escaso como la especia Melange: tras unos cuantos intentos que, o bien han muerto antes de nacer, o han desembocado en desastres creativos, está en marcha un nuevo proyecto para adaptar Dune

El meganovelón escrito por Frank Herbert, una de las obras capitales (e inadaptables) de la ciencia-ficción, podría llenar de nuevo la pantalla con sus aristócratas corruptos, sus guerrilleros fanáticos, sus inmensos gusanos y su arena. Sobre todo, su arena, que por algo transcurre en un planeta desierto.

Ahora bien: si Dune se ha ganado su reputación de gafe en lo tocante al cine no es por casualidad, con lo que un director desprevenido estará más indefenso que una doncella rodeada por soldados Harkonnen. 

Para llevar a la pantalla la historia de Paul Atreides (Kyle McLachlan, en la versión de David Lynch) uno necesita estar muy puesto en muchos campos del saber, amén de poseer una astucia capaz de competir con las Bene Gesserit, la Cofradía Espacial y ese señor de tu escalera que siempre se libra de pagar las derramas.

Así pues, hemos realizado esta guía para cineastas incautos: como comprobarás, nuestros consejos valen su peso en agua...

1.- Aprende de antiguos errores

Seguramente, cualquier proyecto para adaptar Dune al audiovisual (otra vez...) está condenado a vivir bajo la sombra de sus predecesoras. Ahora bien: un cineasta con sentido debe tener presentes por qué fallaron los anteriores proyectos.

La adaptación de Alejandro Jodorowsky fue concebida por el chileno como un monumento a su propio ego, y agotó sus posibilidades en una preproducción demente. La de David Lynch tuvo más interés del que se suele decir, pero chocó con una mala pata que ni las Bene Gesserit hubieran podido prever.

Y, en cuanto a la miniserie del Sci-Fi Channel (actualmente Syfy), resultó más fiel a los originales, pero queda lastrada por unos medios muy reducidos y, sobre todo, un diseño de producción más allá de los límites de lo hortera. Ahora que sabemos cuales son los obstáculos, podemos empezar a planear nuestra travesía del desierto...

2.- Mide las dimensiones de la bestia

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Imagen de Luke Oram

Viendo la Dune de David Lynch, seguro que a veces te ha parecido demasiado condensada, aún en ese primoroso montaje completo que se curraron unos fans de forma totalmente extraoficial. ¿Casualidad? Ni en broma: a la hora de adaptar el novelón, el genio de Montana no quería rodar una sola película, sino dividir la historia en dos entregas.

Después, su idea fue un filme de tres horas y media. Y, cuando la versión definitiva (mangoneada a rabiar por el productor Dino de Laurentiis) llegó a los cines con sus 137 minutos de duración... pues pasó lo que pasó.

Pero ahora los tiempos han cambiado, y tanto el éxito de El señor de los anillos como la estrategia de continuidad puesta en práctica por Marvel han acostumbrado a las productoras a los proyectos de larga duración. Amigo cineasta, juega con esto para tu ventaja.

3.- Simplifica (dentro de un orden)

Sin entrar en lo cinematográfico, recordemos también que Dune (el libraco) es un escollo contra el que se han estrellado muchos fans encallecidos de la ciencia-ficción literaria. ¿La razón? Pues que Herbert se planteó partir de los tópicos de la space opera (ese subgénero con más ficción que ciencia, del que también mamó George Lucas en Star Wars) para construir un universo, cuanto más complejo, mejor.

No por nada las últimas páginas de la novela están ocupadas por un extenso diccionario. Así pues, un director y un guionista con seso trabajarán para que el público asuma de forma natural el significado de palabrejas como "destiltraje" (ese chándal gracias al cual puedes beberte tu propio sudor) o "especia Melange" (la droga que se produce en el planeta Arrakis, y a la que está enganchada toda la aristocracia galáctica) sin preguntarse en qué idioma hablan los personajes.

¿Que eso puede condenar al filme a perecer bajo el peso de los diálogos expositivos? Ah, amigo... es precisamente al evitar esas cosas donde se mide el talento.

4.- Ojo con los traidores (y con los héroes)

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Imagen de Matt Rhodes 

Más allá de su compleja ambientación y su laberíntico politiqueo, el mundo de Dune puede parecer simplón: la historia de un joven héroe que, desposeído de su título y en una tierra extraña, organiza un ejército de nativos y acaba coronándose como rey del mambo (o emperador-padishah del Universo Conocido) resulta muy tópica.

Ahora bien: creando a Paul Atreides, a los Harkonnen y demás ralea, Frank Herbert quería demoler esos tópicos. De hecho, un guionista que quiera convertir Dune en blockbuster se enfrentará a una cruda realidad, porque todos los personajes son unos malditos bastardos. 

Sí, los 'buenos' también. Con un argumento en el que la política (traicionera), la religión (fanática), la guerra de sexos y las drogas (que también sirven para viajar por el espacio) chocan sin parar, los responsables del filme tendrán que hacer encaje de bolillos para ofrecerle asideros al espectador.

5.- Maneja bien el contexto

Cuando Ridley Scott (sí, él también ha pasado por esto) preparó su adaptación de Dune a finales de los 70, afirmó que su modelo para el filme iba a ser La batalla de Argel, el nada complaciente clásico sobre terrorismo y tortura de Gillo Pontecorvo. 

Y, declarando esto, el inglés demostró que sabía de qué iba el tema: en 1965, cuando se publicó la novela, los movimientos descolonizadores estaban en pleno auge, el conflicto árabe-israelí empezaba a echar chispas (algo que desembocaría, dos años después, en la Guerra de los Seis Días) y comenzaba a incubarse la crisis del petróleo.

Ahora, Oriente Medio sigue siendo un avispero geopolítico, y una historia sobre un culto fanático (guiado por un supuesto profeta, y en el desierto) que lucha mediante la guerra de guerrillas se puede convertir en una pesadilla para el jefe de prensa de cualquier estudio.

Eso, por no hablar de las acusaciones de racismo y whitewashing que podría lloverle al filme si no hay actores árabes o norteafricanos en su reparto: mejor tener los nombres de unos cuantos en la agenda...

6.- ...Y cuidado con la estética

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Para terminar, un consejo muy necesario. Por una parte, el mundo espacial-feudal de Dune (con sus duques, sus condes, sus barones...) puede incitar a ponerse retro en lo tocante a los ropajes. Pero, a no ser que uno tenga línea directa con Gabriella Pescucci u otro diseñador de vestuario con caché, mejor moderarse con las charreteras y los vestidazos.

Asimismo, la entidad alienígena y alucinógena de la historia puede llamar a los excesos... pero no hace falta caer en el mismo error que Lynch y poner a un personaje en braguero metálico. En serio, no es necesario. Lo juramos por Shai-hulud.

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