[Goya 2016] Cesc Gay: "En el tránsito hacia la muerte hay momentos de humor"

Con motivo de los Premios Goya 2016 recuperamos del archivo CINEMANÍA las entrevistas que realizamos a los nominados a Mejor Dirección.
[Goya 2016] Cesc Gay: "En el tránsito hacia la muerte hay momentos de humor"
[Goya 2016] Cesc Gay: "En el tránsito hacia la muerte hay momentos de humor"
[Goya 2016] Cesc Gay: "En el tránsito hacia la muerte hay momentos de humor"

Foto: Caterina Barjau

ES LA TERCERA VEZ QUE SAN SEBASTIÁN proyecta en su festival una película de Cesc Gay (Barcelona, 1967). Su primer largometraje, Hotel Room, codirigido con Daniel Gimelberg en 1998 se presentó en la sección Zabaltegi y En la ciudad compitió cinco años después en Sección Oficial. Es allí, en el donostiarra hotel María Cristina, donde tiene lugar la siguiente entrevista a propósito de Truman, pocos días antes de que el séptimo largometraje del catalán arranque dos premios en el palmarés: el Feroz Zinemaldia y la Concha de Plata ex aequo para los actores Ricardo Darín y Javier Cámara. Ellos son los absolutos protagonistas, y el alma, de este drama cálido sobre muerte, amistad y despedidas que remacha la habilidad de Cesc Gay para retratar con sutileza la complejidad de las relaciones humanas, arte que domina a pesar de su aparente sencillez.

De Zabaltegi a Sección Oficial, ¿se nota el cambio?

Bueno, Truman está siendo una película especial, están pasando muchas cosas. No es que no lo esperase pero sí que está por encima de las expectativas que tenía.

Pero el éxito, en tu caso, no es algo que ocurra de la noche a la mañana, sino que es fruto de una trayectoria, ¿no?

Sí, pero en esto vivimos del presente. Haces una película, si gusta y funciona, la gente quiere que hagas otra. Es un riesgo y es bonito, nunca sabes cómo terminan las cosas. No pensaba yo que una historia como esta, que yo necesitaba hacer...

¿Por qué necesitabas hacerla?

Pasé por algo similar, desgraciadamente. Acompañé a alguien cercano en ese tránsito hacia la muerte. En ese trance observé, vi qué sucedía alrededor. Y ya entonces empecé a escribir caóticamente, como una excusa. Y luego lo aparqué porque necesitaba distancia e hice Una pistola en cada mano. Me vino muy bien hacer esa peli, sobre todo porque la hicimos sin seguir una estructura normal de rodaje... Estuvimos seis meses, rodamos 15 días en total, pero no la sentí como una película que me costase mucho sacar adelante. Además, luego funcionó y gustó... Después de eso sí que quise recuperar la historia de Truman, pero sabía que tenía que introducir humor y se me ocurrió que podía contarla a través de una amistad.

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¿Te costó añadirle ese humor?

No. Para nada. Porque es lo que yo sentía. Yo sería incapaz de hacer una película exageradamente dramática. El humor es la mejor herramienta que tenemos para momentos así.

Aún así, Truman es una película dura...

Totalmente, pero imagínatela sin humor. Es que hay mucho humor en esos momentos duros. Yo viví cosas graciosas, me reí desde un lugar triste, si quieres. Eso está ahí. Forma parte del día a día. Mira Mar adentro, una película que me gustó mucho y en la que Javier Bardem supo darle al personaje algo que hacía la película disfrutable, cuando todo lo que estaba viviendo era terrible. Sentí un paralelismo en ese sentido, para contar Truman necesitaba ese equilibrio.

En ese sentido, Ricardo Darín y Javier Cámara son fundamentales... Alivian mucho la tensión dramática.

Una vez escrito el guión tuve muy claro que eso lo tenían que interpretar cómicos, que necesitaba actores con vis cómica y capacidad para ir desde ahí a otros lugares, como lo hacen Ricardo y Javier. Un actor o tiene vis cómica o no la tiene. En eso los actores no pueden mentir.

¿Cómo es tu proceso de escritura de guión?

¿Físicamente? Pues me paso meses con Tomás Argay en los que nos vemos un par de veces por semana y construimos la película hablando y colgando fichas y notas en la pared. Yo necesito visualizar la película. No puedo sentarme delante del ordenador sin haberla visualizado. Igual puedo pasarme así meses para desesperación de mi productora. Luego llega el momento en el que me encierro y escribo el guión en 15 días. Cuando me siento a escribir intento no parar para mantener el tono, me parece muy complicado no perderlo. De ahí sale un primer borrador y después toca la reescritura, unos dos o tres meses más. Porque, obviamente, esos 15 días son como hablar de jugar y jugar el partido. En esos 15 días pasan cosas insospechadas. Un personaje que te creías que era muy importante no te sale, se te ocurren cosas nuevas...

¿Disfrutas de la escritura o tiene un componente de sufrimiento?

Es algo obsesivo. Te vas a la cama con ello, estás en el súper y piensas en ello. Estás hablando con alguien y de pronto te vas allí. Pero... El otro día leía un libro de entrevistas de Woody Allen y justo hablaba de eso y me hizo gracia porque él mismo decía que ya lo llevaba bien. Que antes iba a la contra, pero que un día se había dado cuenta de que él era así y no pasaba nada.

"El cine es como irte andando a Moscú y vuelta. Es importante saber con quién vas, ir bien acompañado".

¿Pero te pasa como a él, que decía que pensaba en películas para no obsesionarse con problemas reales?

Es mucho más fácil vivir en tu mundo inventado. Por eso la gente va al cine. O por eso uno escribe, o por eso uno lee. Porque vivir en mundos de fantasía o ficción es más fácil que en nuestro día a día. Cuando empecé a escribir Truman era precisamente eso. Estaba escribiendo de algo complicado pero significaba entrar en algo. Era un refugio. Es extraño ese momento del día cuando te vas de aquel lugar que sólo existe en tu cabeza y vuelves a la realidad, hay como un shock ahí.

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Hablando de refugios, ¿lo es el encuentro sexual entre Dolores Fonzi [su personaje es la prima del de Ricardo Darín] y Javier Cámara?

Sí, creo que tienes que compartir esos momentos. Ella se siente sola y él también. Luego hay un extraño e interesante vínculo entre el sexo y la muerte. Es algo que sé que mucha gente ha vivido, cómo vuelves a la vida después del dolor y de la tristeza. Y cuando lo haces, ese momento de deseo, el orgasmo, se junta con la culpa... te niegas gozar de la vida porque tienes la muerte muy cerca. Además, ese es el único momento en la pe-

lícula en el que dejo a Javier irse. Le dije a Javi que toda su tristeza tenía que salir ahí, que tenía que estar contenido hasta ese momento. Emocionado, pero que no le iba a dejar llorar. En muchas tomas no aguantaba y se ponía a llorar. Cortábamos y volvíamos a empezar. Pero en esa sí. Le dije: ‘Ahí te puedes poner a llorar’. Es una necesidad, algo muy animal, muy físico. Quería darle esa dimensión de liberación. Y lo que viene después, la despedida en el aeropuerto... Sin esa noche no habría podido existir. Javi se va en paz ahí. Si no, la catarsis hubiese ocurrido en el aero- puerto y yo no quería un final así.

¿Se emocionaba de verdad Cámara?

Sí, y Ricardo también. Alguien en Toronto me dijo: “Todos tenemos nuestros muertos”. Y es verdad, cada uno se conecta como puede. Eso nos pasó a todos los que hicimos esta película. A mí, a Javi y a Ricardo. Y además, los actores viven de estar muy cerca de esa parte emocional, así que estaba ahí todo el rato. Pero lo manejábamos con mucha naturalidad.

¿Qué difícil, no? Qué sutil...

Bueno, no si tienes claro adónde vas. Es que al final el trabajo de director es ese. Tener claro qué es lo que quieres. Y aquí hubo mucha intimidad. Era una película de cuatro. No era tan complicado.

¿Esa intimidad la teníais ya o la tuviste que crear?

Ya la había. Con Javi, por supuesto. Entre Javi y Ricardo fue muy rápido, Javi enseguida nos integró en su Madrid. Las dos semanas antes de rodar nos recibía en su casa, nos invitaba a desayunar y nos pasábamos la mañana hablando, de nosotros y de la película, compartiendo y discutiendo, integrando cosas que me proponían... Poniendo nuestros muertos sobre la mesa, como decía Ricardo. Yo al menos trabajo siempre así. No se trata de ensayar, se trata de entender. Se habla todo, se discute todo. Y yo luego reescribo.

¿Por qué decidiste rodar en Madrid?

Tenía ganas de rodar fuera de Barcelona. He rodado mucho allí, no quiero repetirme. También me pareció que Ricardo, un actor argentino, tenía más sentido que estuviese en Madrid. Además, en Catalunya habría tenido que incorporar el catalán, me sentiría muy extraño haciéndola sólo en castellano. Además, me gusta mucho Madrid, es más nuevo para mí.

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¿Mientras escribías Truman te nutriste de referencias externas, de literatura o cine, o venía muy de dentro?

Venía muy de dentro. No tenía referentes. Igual que otras películas sí bebían de referencias externas, aquí no. Eso sí, me nutrí de música. Escuchaba mucho a Leonard Cohen, con esa nostalgia, esa tristeza extraña. Intento siempre escribir escuchando la música que tenga el tono de lo que quiero hacer. Ayuda. Porque si quieres hacer Truman y te pones a los Rolling todos los días... no. Pero si ya estás en ese lugar anímico es más fácil. A veces se la doy a los actores para que sepan en qué lugar están. Yo se lo puedo adjetivar, describir, pero con unos auriculares no lo vas a pensar, lo vas a sentir.

Además de Leonard Cohen, ¿qué otra música escuchabas?

Los primeros discos de Tom Waits tienen algo así también. Un tipo de jazz que me gusta mucho. Chet Baker, esa música melancólica, con carácter, pero triste. No lo sé. Me han venido estos a la cabeza.

¿Qué es lo que más disfrutas en el proceso de hacer una película?

Yo creo que la gracia de hacer una película es que vas cambiando de etapa. Cuando ya te estás cansando de estar solo empieza a llegar gente. Y cuando estás hasta aquí de los horarios raros, te metes a montar. Lo que sí sé es lo que no me gusta, el peor momento para mí es el casting. El vínculo con los actores y los directores es muy extraño. Te conoces, te miras... Como las relaciones, te gustas o no... Trabajar con alguien que no conoces es complicado. Porque el cine es cansado; físicamente, digo. Es como irte a Moscú andando y vuelta. Pues es importante saber con quién vas. Son muchas horas, muchos días, mucho frío, comer poco y mal. Es mejor ir bien acompañado.

¿Has visto Truman?

No, yo me despido siempre de las películas cuando las termino de mezclar.

¿No has vuelto a ver ninguna?

No. Una vez en un avión echaban En la ciudad. Y me hizo mucha gracia verla allí. Pero no me aporta nada verlas. Me las sé de memoria. Siempre me ha gustado ese momento de despedida. Sobre todo con esta.

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