[Gijón 2017] Ya solo sufro por amor

Como es habitual, el coreano Hong Sang-soo firma la mejor película de cada festival donde participa. 'En la playa sola de noche', ya premiada en Berlín, es la mejor del FICX.
[Gijón 2017] Ya solo sufro por amor
[Gijón 2017] Ya solo sufro por amor
[Gijón 2017] Ya solo sufro por amor

¿De qué se habla hoy en Gijón? No es que buscáramos una respuesta, pero, por nuestros pecados, nos la han dado a la pregunta más temible que se puede enmarcar en el circuito de festivales de cine. ¿Cómo sería una película austriaca que pretendiera hacerse pasar por griega? Glups. Ruth Mader, que con su primer largo, Struggle (2003), ya había dado alarmantes muestras de acercarse al sol que más calienta, con Life Guidance ha decidido marcarse un Lanthimos de fábula social con algún que otro rasgo de cine de género a modo de envoltorio (color frío distopía). Y lo hace recisamente ahora que el cineasta griego viene de firmar su película más desprejuiciadamente despendolada, El sacrificio de un ciervo sagrado. En fin. Para Mader, todo son rostros serios y líneas rectas para hablar de deshumanización, simulacros de felicidad, corporativización de las relaciones personales y todas esas cosas de las que puedes preocuparte cuando no tienes que mantener varios trabajos para llegar a final de mes.

¿Qué hemos visto? Direcciones, del director búlgaro Stephan Komandarev. He aquí una película llena de gente pluriempleada para sobrevivir: el ramillete de taxistas que recorre Sofía durante una noche, mientras se propaga la noticia de que un miembro del gremio ha asesinado a tiros al banquero que lo extorsionaba y después ha intentado suicidarse. Direcciones posiciona al cine búlgaro en la casilla de salida para tomar, diez años después, el relevo del rumano en las obsesiones festivaleras europeas (si el ucraniano no termina por adelantarle, Loznitsa y Slaboshpytskyi mediantes) aunando despilfarro técnico-formal con tremendismo narrativo para remover conciencias burguesas.

Qué pena que se sientan obligados a cumplir a rajatabla una agenda donde la brutalidad explícita contra los seres humanos que aparecen en pantalla y la crítica social de brocha gorda son presencia obligatoria. Si no, la colección de planos secuencia nocturnos a través del tráfico de la capital búlgara podría haber buscado una ruta de calles más sutil para dar a conocer la actual situación del país y sus ciudadanos. No es tan complicado: en vez de plantear todo como un tour de force visual en busca de la agresión para impactar, solo hacía falta sentarse al volante y conducir. Lo hizo Jafar Panahi en Taxi Teherán. Él mismo.

Por fortuna, después de una dosis de películas que usan el sufrimiento como divisa o argumento de venta, llegó un director más inclinado a usar el cine como alivio propio y ajeno. El coreano Hong Sang-soo, de naturaleza habitualmente prolífica, ha terminado tres largometrajes este año. En la playa sola de noche es la mejor del trío (sin que las otras dos, La cámara de Claire The Day After, dejen de ser excelentes) y fue galardonada en el Festival de Berlín con el premio de mejor interpretación femenina para Kim Min-hee. No debería marcharse de Gijón sin figurar también en el palmarés.

Por si no nos bastaban las anteriores repeticiones de su cine, las tres películas de 2017 de Hong giran en torno al mismo tema autobiográfico: su reciente relación con la actriz Kim Min-hee, protagonista de la triada, y las consecuencias que ha tenido para su matrimonio e imagen pública en Corea del Sur. Puede parecer insólito que un cineasta aborde de esta manera tan directa, completamente desprovista de ego o cualquier resquicio de cinismo, un adulterio del que él mismo es partícipe. Pero todo es siempre inesperado en el cine de Hong, a pesar de esa querencia por las variaciones sobre un mismo asunto. El director no quiere imponer su voz: En la playa sola de noche se centra por completo en el punto de vista de Kim, que por supuesto interpreta a una actriz que ha tenido un affaire con un importante cineasta casado y ha decidido marcharse del país para tomar perspectiva y huir del escándalo mediático desatado; en la segunda parte del filme, se ve cómo vuelve a Corea.

Estamos ante un relato de exploración, donde Kim anhela consuelo para el tormento que acarrea y lo busca en distintos lugares; quizás sea la película más paisajística de Hong. Allá por donde pasa, ya sea Hamburgo o la localidad costera de Gangneung, es acechada por una enigmática figura que funde por fin el cine de Hong con David Lynch (aunque el coreano prefiera a Luis Buñuel, la silueta del limpiacristales tiene un feliz eco en la tercera temporada de Twin Peaks que aplaudimos con las orejas) e intentos de puntos de fuga narrativos que serían habituales en el resto de la filmografía del director. Aquí no. En esta ocasión, se abortan los meandros con otros personajes nada más ser planteados para así centrarse en Kim, su proceso de duelo y superación. Todo ello, concentrado en una soberbia secuencia en la frontera del sueño y la elipsis donde no faltan botellas de soju y un álter ego de Hong declarando su amor. ¿Pero acaso es eso lo real, o solo el sufrimiento? En la playa sola de noche es una película seria y melancólica, pero, una vez aceptada la realidad de las cosas, ofrece luz y sanación a su protagonista; como los amores que no pueden ser.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento