[Gijón 2017] Tu cuerpo es el límite del reino

La lengua francesa suena mejor que nunca en el renovado certamen asturiano con los últimos trabajos de dos tótems de la cinematografía gala: Philippe Garrel y Eugène Green.
[Gijón 2017] Tu cuerpo es el límite del reino
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[Gijón 2017] Tu cuerpo es el límite del reino

¿De qué se habla hoy en Gijón? Del gran trabajo que ha hecho el nuevo equipo directivo del festival, reencauzando las líneas maestras de una programación que destila entusiasmo cinéfilo con una colección intachable de títulos-trofeo cazados en los mejores festivales del año e iniciativas tan sugerentes como el foco de obras de la artista austriaca Valie Export, complementada con una instalación, o una exposición dedicada a las posibilidades comunicativas de los gifs. Se recupera así el pulso del festival más dinámico del circuito nacional. Ahora solamente falta encontrar un karaoke a la altura, tras el cierre del llorado Cantares.

¿Qué hemos visto? Amante por un día, de Philippe Garrel. El legendario cineasta francés, baluarte de la sensibilidad de los 60 en los años post-Nouvelle Vague, cierra con uno de sus filmes más gráciles una trilogía sobre celos e infidelidad que comenzó con La jalousie (2013) y continuó la soberbia L'ombre des femmes (2015). No obstante, como él mismo señaló en su cálido encuentro con el público, la triada de películas también se puede entender como una tentativa de exploración de la psique femenina mediante distintos casos de estudio: la neurosis, la libido y el inconsciente. Amante por un día versaría sobre lo último, subrayando así el importante componente psicoanalítico que tiene el cine reciente del francés, donde elementos como el deseo y los fantasmas siempre han tenido una importancia capital.

Desde que Garrel cuenta con la colaboración de Caroline Deruas en los guiones, el protagonismo femenino ha ido ganando relevancia de manera gradual. En Amante por un día, Esther Garrel debuta en el cine de su padre interpretando a la hija de un profesor de universidad (Eric Caravaca) que, tras una dolorosa ruptura, acude a refugiarse al hogar paternal. Allí se encuentra con la nueva pareja del progenitor, que tiene su misma edad y el rostro pecoso de Louise Chevillotte. La convivencia de tan particular estampa familiar acoge un estudio lleno de ternura sobre dos personajes femeninos en vuelo, cuya relación se teje entre desencuentros y caricias.

Hasta que la fragilidad de la situación termina saltando por los aires. El nido que habían construido podía ser suficiente, pero con cada perturbación procedente del exterior el microcosmos corre peligro de desmoronamiento. Y así sucede. Dentro de la colección de estilemas garrelianos que van desfilando por el metraje, destaca la obligatoria secuencia de baile, que ya lo dice todo. Bañadas por los mantos de luz de Renato Berta, filmadas en planos medios de la cara y el torso, las chicas bailan y cambian de pareja al son de Lorsqu'il faudra, una de las canciones de Jean-Louis Aubert basadas en poemas de Michel Houellebecq. La letra dice: "Cierro los ojos: tu cuerpo pálido / Es el límite del reino".

De ataques externos contra la integridad del reino también va, en apariencia, En attendant les barbares, último trabajo de Eugène Green cuyo estreno mundial ha tenido lugar en Gijón. El proyecto nace de un taller de interpretación impartido por el director de Toutes les nuits en Toulouse durante el año pasado, con los alumnos como protagonistas. Ya que cualquier película de Green puede considerarse un taller interpretativo en sí misma, dada la particularidad de su dramaturgia basada en la musicalidad de diálogos declamados, el hieratismo de los cuerpos mirando a cámara y la importancia creadora de los gestos, poco llega a afectar ese origen al resultado final, más allá de una limitación de medios y escenarios que la fotografía en claroscuro de Raphaël O'Byrne tampoco habría enseñado mucho, de todos modos.

Green pone mucho interés en recalcar que "la ficción expresa la realidad del mundo" antes de que comience la película, mientras enseña fotos del taller y sus artífices a modo de preámbulo. Eso mismo aprenderán también los protagonistas del filme, un grupo variopinto de personajes (un poeta, una pintora, una pareja de burgueses bohemios, un político, un sintecho) que acuden a casa de unos magos a solicitar refugio contra una invasión bárbara de origen variopinto pero certeza intranquilizadora. ¿Cuál es la solución ofrecida por los seres místicos? Además de unos breves episodios de autoconocimiento y de contemplar unas pinturas barrocas, el grueso del metraje se lo lleva la representación espartana de un texto del ciclo artúrico escrito en occitano (Jaufré), sin escenografía ni más apoyo que la voz de los actores de la ficción dentro de la ficción.

Las películas de Green son su propio mundo, aunque no rechacen apertura al exterior puede hacerse complicado navegar por sus aguas. Pero cuando se consigue tomar la corriente perfecta, como en la deslumbrante Le monde vivant (2003), a cuya temática medieval-fantástica regresa En attendant les barbares por momentos, la satisfacción puede ser insólita. Por ejemplo, aquí cuando finaliza la representación de Jaufré y los personajes espectadores retoman sus diálogos. Ya no se escuchan parlamentos en verso, y la extrañeza que eso provoca es contagiosa y juguetona, invitando a buscar rimas casuales en lo que dicen.

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