Gigantes de la interpretación: 4 actores con gigantismo o acromegalia

Ahora que 'Handia' nos cuenta la historia de un coloso de la vida real, recordamos a los intérpretes más ciclópeos del cine y la TV
Gigantes de la interpretación: 4 actores con gigantismo o acromegalia
Gigantes de la interpretación: 4 actores con gigantismo o acromegalia
Gigantes de la interpretación: 4 actores con gigantismo o acromegalia

Como tantas otras cosas de la vida, esta suele llegar por sorpresa: un incidente a veces genético, otras relacionado con un tumor en la glándula pituitaria, hace que el cuerpo segregue hormona del crecimiento en niveles superiores a lo normal. El resultado puede llamarse, bien gigantismo (si aparece en la infancia), bien acromegalia (cuando se manifiesta en la edad adulta) y, además de una estatura ciclópea, provoca en quienes lo padecen una ristra de problemas cardiovasculares, óseos y musculares. Aunque ahora se conocen sus causas y sus síntomas se pueden mitigar, en el pasado esta condición condenaba a sus víctimas a la condición de fenómenos de feria: ese fue el caso de Jokin Elezegi, el llamado 'Gigante de Alzo', un guipuzcoano que llegó a medir 230 centímetros de alto y cuya historia ha inspirado Handia, la nueva película de Aitor Arregi Jon Garaño (Loreak). 

En Handia, Arregi y Garaño han recurrido al encuadre y al montaje para volver gigante a Eneko Sagardoy, su protagonista. Pero en la historia del cine y la TV sí que encontramos a actores que destacaban (literalmente) unos cuantos metros por encima de sus compañeros de reparto. Aquí te presentamos a los más ilustres.

Rondo Hatton

Gigantes de la interpretación: 4 actores con gigantismo o acromegalia

Buen atleta y buen estudiante en su juventud, Rondo Hatton tenía frente a él una vida normal y una carrera como periodista... hasta que le tocó luchar en la I Guerra Mundial. Fue entonces cuando comenzó a desarrollar entonces una severa acromegalia que deformó su cuerpo y su rostro. Irónicamente, la enfermedad le granjeó una carrera en la pantalla: tras reincorporarse a la vida civil, el periódico de Florida para el que trabajaba le envió a cubrir un rodaje de Henry King, y, tras verle, el director le fichó para un pequeño papel. Desde entonces Hatton se ganó la vida trabajando en innumerables cintas de serie B, y también en algún clásico que otro (Esmeralda, la zíngara, Incidente en Ox-Bow). Murió en 1946, el mismo año en el que se estrenaron La mansión del mal The Brute Man, sus dos únicas películas como protagonista.

André el Gigante

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De niño, André Roussimoff fue vecino y amigo del escritor Samuel Beckett, que solía llevarlo al colegio en su coche porque no cabía en el autobús escolar. Y, con el tiempo, este voluminoso francés (llegó a medir más de dos metros de estatura y a pesar 225 kilos) optó por dedicarse a una disciplina no tan alejada del teatro del absurdo: el pressing catch. Pero, pese a su distinguida carrera en el ring (donde sostuvo una legendaria rivalidad con Hulk Hogan) y a que su trayectoria como actor fue más larga de lo que se piensa (debutó en 1967, y trabajó en series como El hombre de los seis millones de dólares El gran héroe americano), el papel por el que pasó a la historia fue el de Fezzik en La princesa prometida. Algo irónico, porque la primera opción para encarnar al amigo de Íñigo Montoya fue ese Schwarzenegger con el que André se había batido el cobre en Conan el destructor. Rodando la obra maestra de Rob Reiner, el gigante dejó una feliz memoria entre sus compañeros, que lo recuerdan como un señor amable y risueño pese a su ya muy deteriorada salud. Robin Wright, en concreto, cuenta que usaba sus enormes manazas para protegerla de la lluvia cuando rodaban en exteriores.

Richard Kiel

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Sólo por haber intervenido (como alienígena, claro) en Servir al hombre, uno de los capítulos más memorables de La dimensión desconocida, este actor de 218 centímetros de estatura merecería el agradecido recuerdo del fandom. Pero Richard Kiel (que también se dejó ver en shows como Jim West, Yo soy espía Starsky y Hutch) cuenta con un galardón mucho más notable: haber sido uno de los peores enemigos de James Bond. Pasándolo fatal, puesto que sufría de vértigo, Kiel interpretó al esbirro Tiburón en La espía que me amó Moonraker, peleando de forma memorable con Roger Moore... y siendo uno de los pocos antagonistas de 007 en gozar de un final feliz. También trabajó con Harrison Ford (Fuerza 10 de Navarone), Gene Wilder (El expreso de Chicago) Clint Eastwood (El jinete pálido). Su último papel fue un trabajo como actor de voz en Enredados.

Carel Struycken

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"¡Eh, tú! ¿Te interesa salir en una película?": estas fueron las palabras que este holandés (por entonces, estudiante de cine en Los Ángeles) escuchó una noche en Hollywood Boulevard allá por 1978. Las buenas noticias eran que la cosa iba en serio. Las malas, que la película de marras era Sargento Pepper, uno de los peores filmes de los 70, cuya sola mención hace que los fans de The Beatles sufran vahídos. Desde entonces, Struycken ha compaginado su carrera como profesor de fotografía con papeles en películas y series, algunas muy buenas (Las brujas de Eastwick, Star Trek: La nueva generación, Men In Black) y otras... pues digamos que al nivel de su debut. Pero, claro, el punto álgido de su carrera ha tenido lugar en una habitación con cortinas rojas, ofreciéndole enigmáticos consejos al agente Cooper: él es el único e irrepetible gigante de Twin Peaks. 

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