¿Está preparado el cine para un futuro sin rodajes?

El coronavirus ha hecho que se cuestione cómo volver a rodar. Pero sin pandemia algunos ya imaginaban un mundo donde cada plano se generase por ordenador.
¿Está preparado el cine para un futuro sin rodajes?
¿Está preparado el cine para un futuro sin rodajes?
¿Está preparado el cine para un futuro sin rodajes?

La vida se abre camino. Más o menos. Lo hace con lentitud, de forma aparatosa y con muchos memes en redes sociales. Por supuesto, los rodajes no son una excepción. Según datos oficiales, tras la declaración del estado de alarma, más de 300 producciones se encuentran suspendidas.

Hace unos días la Spain Film Comission publicaba una recopilación de recomendaciones de seguridad, en vista de la posible reactivación de la actividad laboral. La BBC propone que actores y equipos rueden en aislamiento para no quedarse sin series.

En paralelo a la lucha por un futuro que recupere la normalidad, todo sector ha de evaluar la posibilidad de una nueva realidad. El entretenimiento es, quizá, el caso más visible. Programas de cabecera de grandes cadenas nacionales y extranjeras basan ahora sus escaletas en el uso de aplicaciones como Zoom o Skype, en entrevistas a distancia con fallos de conexión.

¿Está preparado el cine para un futuro sin rodajes?

Asistimos a una revaluación constante del potencial de cada tecnología. Una búsqueda por encontrar algo que nos permita perpetuar una industria y, al mismo tiempo, mantenernos a distancia.

Para el cine, quizá la respuesta esté en los VFX o efectos visuales. En el CGI, en las técnicas de captura de movimiento, en la animación. En toda esa amalgama de términos que describen la capacidad de crear un mundo sin mucho más que un ordenador y un programa de edición. ¿Es posible que la solución de las grandes producciones pase por no volver a pisar un set de rodaje? ¿Se está preparando Hollywood para prescindir de los actores?

El mañana ya está aquí

Puede que, al pensar en efectos especiales, nuestra primera reacción sea asociarlos con grandes blockbusters como Los Vengadores o Star Wars. En realidad, los equipos de VFX son ya parte esencial de películas de todo tipo, vengan estas de Hollywood o de España, hablen de astronautas o de dramas familiares. En YouTube abundan recopilatorios que muestran de manera visible esta idea. Vídeos que ejemplifican cómo, al hablar de CGI, podemos referirnos al diseño de un dinosaurio o al de un buzón en la acera.

“Nuestro departamento está cada vez más presente. Ahora lo más habitual es trabajar con una unión equilibrada de ambos mundos, lo real y lo generado por ordenador”. Al habla Laura Pedro, supervisora para El Ranchito de efectos visuales en producciones como El vecino y ganadora del Goya a mejores efectos especiales por Superlópez.

“Hay mucho CGI que pasa desapercibido para el público. Trabajamos en Quien a hierro mata con Paco Plaza y hay numerosos elementos digitales que el espectador no sabe que están ahí. Películas como Roma, de Cuarón, son un ejemplo de ello: ni yo me doy cuenta de dónde termina el decorado y empieza una extensión de la calle diseñada por ordenador”, afirma.

La muerte vuelve a tener precio

Una de las mayores polémicas del mundo del CGI es la que permite contar con actores y actrices de la gran pantalla incluso cuando estos ya nos han dejado. En 2013, el actor Paul Walker fallecía en un accidente de tráfico. Su familia dio permiso a Universal Pictures para, a través de diversas técnicas digitales, poder incluir su presencia en las escenas finales de Fast and Furious 7.

¿Está preparado el cine para un futuro sin rodajes?

Su caso no es una excepción. Desde hace años, el cine se ha acostumbrado a la capacidad de “resucitar” a todo tipo de intérpretes, en todo tipo de producciones. Desde Nancy Marchand en Los Soprano hasta Peter Cushing en Rogue One.

Si bien habitualmente estas “resurrecciones” combinan el uso de material ya rodado con modificaciones digitales, la industria no tiene intención de detenerse en la investigación de su potencial. James Dean, icono cultural del Hollywood de los años cincuenta, podría volver a la gran pantalla gracias al CGI en el drama bélico Finding Jack. La familia del actor, fallecido en 1955 en un accidente de coche, ha dado su consentimiento a la productora Magic City Films para recuperar su imagen.

Actualmente y sin necesidad de trucos de espiritismo tecnológico, actores como Robert Downey Jr en Iron Man o Cate Blanchett en Thor: Ragnarok pasan mucho menos tiempo en plató de lo que parece. Sus cuerpos son, en numerosos planos, realidades generadas usando técnicas de captura de movimiento, frecuentemente llevadas a cabo mediante dobles o especialistas. Muchas veces solo mantienen sus rostros, rodeados de un traje gris a la hora de filmar. E incluso en ocasiones, son simples guías para que un especialista en VFX ajuste su interpretación, sus gestos, a lo que la película requiere.

Demasiados obstáculos en el camino

Si, por tanto, parece posible crear, de manera fiable, un decorado y unos intérpretes desde una sala con ordenadores, ¿qué nos impide cancelar todos los rodajes y comenzar a vivir en un mundo en cuarentena, en el que nuestras historias favoritas se generen sin que nadie tenga que salir de casa?

Para empezar, y como nos indica Laura Pedro, todas estas técnicas todavía tienen un amplio anclaje en el entorno. “Siempre intentamos partir de algo real. El monstruo de Un monstruo viene a verme lo interpreta Liam Neeson, un actor mediante captura de movimiento. Si queremos hacer fuego investigamos miles de fuegos, rodamos fuego real, nos volvemos locos para hacerlo idéntico a la realidad”.

“Si nos ponemos en una situación terrible”, continúa Laura, “en la que realmente no se pueda salir, quizás se podría confeccionar una historia, pero el resultado sería mediocre. Puedo generar una cara, pero necesito el trabajo del actor para guiarme”. No solo eso. Está demostrado que las personalidades de los intérpretes son tan necesarias delante como detrás de las cámaras. Nuestro mundo sigue pendiente de los movimientos de las estrellas durante las promociones, y se basan en sus apariciones públicas para decidir si consumir o no sus productos.

No todos los actores están disponibles para su reinserción laboral una vez han fallecido. Algunos como Robin Williams llegaron a dejar muy claro en su testamento su negativa a emplear su imagen tras su muerte. Las posibilidades son nulas si no existe consentimiento expreso del intérprete y de su familia.

Otra gran dificultad es el coste. Únicamente los presupuestos de una serie como Juego de tronos (aproximadamente diez millones de dólares por capítulo en sus últimas temporadas) pueden hacer frente al despliegue humano y económico que representa crear lobos gigantes, ciudades medievales y caminantes blancos. E incluso para este tipo de ficciones sería una locura pasar de un puñado de escenas con dragones a invertir en digitalizar la totalidad de su metraje.

Puede que el mundo avance hacia un futuro de distancia social, pero el cine todavía no está preparado para olvidarse de los rodajes. “Por ahora no es perfecto y no es barato” sentencia Laura Pedro, “pero si algo como El irlandés lo ha conseguido, qué les impide seguir investigando. Por otro lado, no creo que esté mal por defecto. Muchas veces una superproducción de Hollywood que investiga con procesos como estos permite abrir caminos para toda una industria”.

El factor humano, la pericia y la improvisación de los actores, junto a la colaboración de los diversos departamentos de una película, siguen siendo elementos indispensables. Cuando Scorsese trabajaba en El irlandés, a menudo se mostraba inconforme con la aplicación de la técnica digital de rejuvenecimiento de sus actores. ¿Su mayor queja? La falta de expresividad en los ojos. The eyes, chico, they never lie.

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