'Fuga de Alcatraz', cuando Eastwood se evadió de la cárcel

Hace 40 años la película de Don Siegel escenificó, de manera ejemplar, la gesta del prisionero Frank Morris, el primer hombre que logró escapar de Alcatraz.
'Fuga de Alcatraz', cuando Eastwood se evadió de la cárcel
'Fuga de Alcatraz', cuando Eastwood se evadió de la cárcel
Fuga de Alcatraz (1979)
'Fuga de Alcatraz', cuando Eastwood se evadió de la cárcel

Frank Morris tenía un coeficiente intelectual de 133, idóneo para entrar en el club de las mentes privilegiadas. Podría haberse dedicado a la investigación científica o la lucha contra el cáncer, a ser ingeniero astronáutico o aeroespacial, a la biología molecular o celular. Pero no. Morris se inclinó por currarse una carrera delictiva curtida en los trapicheos con drogas y los robos a mano armada.

Huérfano desde los 11, seguramente en ello influyó el borrón su currículum, que a los 13 años ya hubiera cometido su primer crimen y fuera encerrado en un reformatorio del noreste de Washington. Una bala perdida y un nombre que pasó a formar parte de la leyenda de los presos ilustres.

Se labró una fama como maestro en fugas, pero sobre todo porque fue el primer hombre que logró escapar de la rocosa prisión-isla de Alcatraz, la noche del 11 de junio de 1962, junto a los hermanos Anglin. Una gesta que diecisiete años después inmortalizó Clint Eastwood en Fuga de Alcatraz (Escape from Alcatraz) y que dirigió su buen amigo Don Siegel, aunque también marcó el final de su colaboraciones, cinco hasta el momento.

A los cuarenta años de su estreno, lo hizo en los cines norteamericanos el 22 de junio de 1979, no solo es una de las mejores interpretaciones de Eastwood sino también una lección narrativa, por mucho que haya llovido desde entonces, o por frenética que sea la actividad audiovisual actual. Parca en palabras (algo que le iba de perlas a Clint), sobrada de atmósfera y estilo y rodada en los escenarios originales, los de Alcatraz.

Entre las referenciales y extraordinarias Un condenado a muerte se ha escapado (1956) de Robert Bresson y La escapada (1960) de Jacques Becker y la igualmente magnífica Cadena perpetua (1994) de Frank Darabont, es de lo mejorcito que se ha hecho en el subgénero de evasiones de la cárcel. Allí, por supuesto, también estarían La gran evasión (1963), Papillón (1973) o la más morbosa El expreso de medianoche (1978).

Aunque en la de Siegel no había guardianes desalmados, sino personas normales y corrientes que simplemente hacían su trabajo, a excepción del malnacido alcaide Warren (Patrick McGoohan) porque, al fin y al cabo, alguien debía representar las injusticias y opresiones de los privados de libertad.

Con guion de Richard Tuggle, basándose en la novela de J. Campbell Bruce, es ejemplar en su puesta en escena desde la misma escena inicial, con Morris entrando en el que sería su nuevo hogar. Entre barrotes y supuestamente durante muchos años, en una noche lluviosa y lanzándonos la sensación de que estamos ante otro mundo, entre el limbo y la ensoñación de pesadilla. Lo hacía al compás de la música de Jerry Fielding y las tétricas tonalidades captadas por el director de fotografía Bruce Surtees (indispensable en los filmes de Eastwood hasta El jinete pálido, de 1985).

Fuga de Alcatraz (1979)

Fuga de Alcatraz es precisa en la presentación de personajes secundarios como el del bibliotecario afroamericano (Paul Benjamin) y líder de uno de los grupitos de la prisión; desgarradora en una de sus escenas más recordadas, la del destino que correrá el prisionero que tiene el privilegio de poder pintar cuadros (Roberts Blossom); y fascinante con un Eastwood que irradia magnetismo en cualquier plano, sea cercano, medio o general.

Mantiene el interés pese a su anticlimático final o el que sepamos lo que va a ocurrir (una fuga). Aunque de lo que sucedió finalmente con Morris y sus dos compañeros de evasión, para evitar destripes, diremos que forma parte de las leyendas, nunca dadas por ciertas oficialmente, de la historia.

Pero al menos quedaba claro que si Morris lograba agenciarse con un cortauñas y por delante se le ponían unas rejillas de ventilación, lograba hacer maravillas. Don Siegel y Eastwood, en lo referente a cine, también.

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