Existen: las BUENAS películas de Nicolas Cage

La verdad sea dicha, a estas alturas casi que da algo de pena. Se ha convertido en algo así como en el bufón oficial de Hollywood: que si se puso su nombre artístico por Luke Cage, el personaje más macarra de Marvel, que si ha vendido su (horterísima) mansión casi a precio de saldo, que si hace vudú en el plató, que si es un vampiro... Y eso por no mencionar una filmografía que hace aguas por los cuatro costados desde hace no sabemos cuánto tiempo. Y es una pena, porque el verdadero apellido de Nicolas Cage es Nicolas Coppola, y hubo un momento, allá por finales de los 80 y principios de los 90, en el cual creímos que el sobrino del gran Francis Ford acabaría siendo una estrella de pleno derecho.

Precedida por unas fotos que dan verdadera grima, Ghost Rider: Espíritu de venganza llega esta semana a la cartelera. Y, para variar, supondrá una ocasión para hacer befa, mofa y escarnio del bueno de 'Nic'. Como en CINEMANÍA no nos gustan los abusones, hemos preparado este informe para demostrar que este señor tan calvo, tan histriónico y a veces tan ridículo tiene grandes películas, y que cuando le da la gana es un actor de tomo y lomo. Si alguno de vosotros lo duda, tiene las pruebas a continuación.

Tras unos papeles secundarios en películas de su tito Francis (la estupenda La ley de la calle, el inmenso desastre Cotton Club), ‘Nic’ ofrece una interpretación memorable como veterano desfigurado de Vietnam en esta cinta de Alan Parker. El filme no ha envejecido muy bien, pero el trabajo del actor es más que aceptable.

Pero la fastidió con… Peggy Sue se casó, otra de las películas menores (siendo generosos) que Coppola rodó en los 80. Menuda forma de lucir el tupé...

Incluso los Hermanos Coen tienen que aceptarlo: de no ser por ese Cage de pelazo antológico, emparejado con Frances  McDormand y empeñado en convertirse en papá por la vía del secuestro, a este filme le hubiese costado bastante más convertirles en directores estelares. La persecución a ritmo de un frenético country yodel es inolvidable.

Pero la fastidió con… Besos de vampiro. Aunque a algunos nos produce cierta ternura, esta tragicomedia sobre un yuppie que cree haberse transformado en no-muerto sabe más a horchata que a sangre de doncella.

Ataviado con una chupa de piel de serpiente, intercambiando fluídos con Laura Dern a los sones de Chris Isaak y con David Lynch tras la cámara, Cage estrena la década de los 90 por todo lo alto. La película, muy controvertida en su momento, ha quedado como una de las más heterodoxas , irregulares y emocionales del director del pelazo, y eso se debe en buena parte a la química entre sus protagonistas. De aquí al Olimpo sólo habría un paso… Si Nicolas no fuese Nicolas.

Pero la fastidió con… Lo dicho: Nicolas es Nicolas, y el surtido de bodrios que protagonizó desde esta fecha se vuelve incontable. Pero a nosotros nos da especial rabia Zandalee: en el límite del deseo, un pastiche erótico a semejanza de Nueve semanas y media.

Tras una larga, larguísima lista de truños a sus espaldas (Tess y su guardaespaldas, Atrapen al ladrón ¿Al blanco o al negro?, por citar sólo unos pocos), Cage consigue algo que parece imposible. No sólo se nos mete en el bolsillo con una interpretación tan histriónica como desbocada, y por lo tanto a la medida de su papel, sino que encima se lleva el Oscar. Desde el estreno de este filme, ni el director Mike Figgis ni la coprotagonista Elizabeth Shue han ofrecido trabajos notables. ¿Habrá una maldición en el aire?

Pero la fastidió con… El sabor de la muerte, uno de esos thrillers de acción muy mediocres a los que ‘Nic’ nos (mal)acostumbraría en los años venideros.

Será por Sean Connery. Será por el memorable villano al que da vida Ed Harris. O será porque a Michael Bay (director aquí) no se le habían subido aún los humos a la cabeza, y todavía era consciente de que la historia y la acción van por delante de los efectos especiales. El caso es que esta nos parece una de las películas de acción más solventes entregadas por Cage a lo largo de su filmografía, por no decir la que más.

Pero la fastidió con… Como Con Air y Cara a cara tienen ganado su estatus de culto (a qué se debe este, es otra historia), recordamos que City of Angels no sólo es una de las películas más ñoñas de la historia, sino que, además, no tiene ni maldita la gracia.

Además de ejemplificar que a Cage se le dan muy bien los papeles de poli corrupto, este thriller con efluvios de Hitchcock (para variar) permitió enunciar otra ley insoslayable. Y es que, aunque esté en horas más bien bajas, Brian DePalma sigue siendo capaz de darle lecciones a la juventud con un mero juego de puntos de vista. El encuentro final con Gary Sinise nos sigue poniendo los pelos de punta.

Pero la fastidió con… A ver, ¿con qué nos quedamos? ¿Con el sensacionalismo cutre de Asesinato en 8 milímetros, o con la cursilería de Family Man? El caso es que ‘Nic’ siguió sin levantar cabeza de ninguna de las maneras.

Tras una larga, larguísima travesía del desierto (ni su encuentro con Scorsese en Al límite pudo redimirle para la crítica y el público), Cage vuelve a demostrar que lo suyo son los trabajos inclasificables. Y, como este filme lleva la firma de Spike Jonze, podemos estar seguros de que aquí se lució. Encarnando al guionista Charlie Kaufman y a su hermano gemelo, Cage consigue una de las mejores películas de su carrera. Y no sólo eso: al año siguiente, Los impostores le permite ofrecer otro trabajo, si no sobresaliente, sí más que aceptable.

Pero la fastidió con… Aún a riesgo de suscitar la furia de los Illuminati, afirmamos que la saga La búsqueda nos parece muy poco potable en lo que al cine de aventuras se refiere.

¿Sensacionalista? Es posible. ¿Eficaz? Pues también, y mucho: Hollywood no suele abordar de una forma tan descarnada el tráfico internacional de armas, y a Andrew Niccol (Gattaca, In Time) le hubiera salido bastante peor este trabajo con ínfulas de crónica social de no ser por la presencia de un ‘Nic’ extrañamente contenido. Que levanten la mano aquellos a quienes no les provocó escalofríos ese final tan terrible y, sobre todo, tan creíble.

Pero la fastidió con… Un año después de El señor de la guerra, Cage estrenó El hombre de mimbre. Seguimos esperando que alguien nos convenza de que este último filme no es una comedia.

Werner Herzog, nuestro chiflado alemán de cabecera, proporciona a Cage una oportunidad única: la de demostrar a su público que sigue siendo un actor, y que sabe capear como el que más una producción independiente y con sabor raruno. Los muertos de este remake (o así) del filme de Abel Ferrara son más divertidos que los de City Of Angels, y además bailan break en Nueva Orleans.

Pero la fastidió con... Ese mismo año, Cage puso voz a uno de los personajes de Astroboy, un verdadero crimen a costa del entrañable personaje de Osamu Tezuka. Qué le vamos a hacer, si en Pixar no te ofrecen nigún papel apañado...

Como ya dijimos antes, nuestro antihéroe se las pirra por los tipos en mallas. De ahí que resultase tan natural en su papel de Big Daddy, el papá de la inimitable (e implacable) Hit Girl de Chloe Moretz. Sus antifans, por otra parte, pudieron darse el gusto de verle sufriendo una épica somanta de palos junto a Aaron Johnson y su traje de neopreno. ¿Un merecido castigo por desaprovechar su talento?

Pero la fastidió con... El aprendiz de brujo. La verdad sea dicha, el filme no estaba tan mal, pero su producción fue muy accidentada (viperinos rumores aseguran que Cage recurrió al vudú para exorcizarla) y, para colmo, el filme se la pegó en taquilla.