¿Es ‘1992’ la serie del año?

Don Draper quiso vender a Nixon, pero Leo Notte vendió a Berlusconi. No te pierdas este relato amoral de publicidad y política.
¿Es ‘1992’ la serie del año?
¿Es ‘1992’ la serie del año?
¿Es ‘1992’ la serie del año?

Don Draper quiso vender a Richard Nixon. El ex presidente de EE UU fue un producto más, con el ketchup Heinz y los cigarrillos Lucky Strike, entre los objetivos de la agencia de publicidad más ahumada de la televisión. Años después, a miles de kilómetros de aquellas oficinas con moqueta y mueble bar, una chica romana tuvo una idea para una serie nueva. Fue viendo aquel capítulo de Mad Men en el que se resolvía el destino de un país alrededor de una mesa de madera encerada, rodeada de hombres encorbatados, vendedores de necesidades, de ideas y también de presidentes. Ludovica Rampoldi, italiana, treintañera, guionista de profesión, comprendió de golpe que los últimos 20 años de su país podían explicarse con una escena similar a aquélla, que el devenir político de Italia desde la Primera República hasta hoy hubiese sido otro si no hubiesen existido la publicidad y la televisión. A principios de 2015 se estrenó en el Festival de Berlín 1992, la serie que ha puesto a la ficción televisiva italiana a la altura de Los Soprano, Mad Men y The Wire, la Santa Trinidad de las series americanas. Con permiso de Breaking Bad. Y de las hordas de fans de Juego de tronos. ¿Que por qué?

[caption id="attachment_40841" align="aligncenter" width="525"]202016346-e6a613e2-72d9-4745-ad55-0029600b8bc4 Veronica Castello (Miriam Leone) y M. Mainaghi (Tommaso Ragno).[/caption]

1992 (Millenovecento novanta due), emitida aquí por Movistar +, es la última apuesta de la televisión de pago italiana Sky Altlantic tras las exitosas Romanzo Criminale y Gomorra, cada una mejor que la anterior, tendencia que esperamos se extienda también a la siguiente: The Young Pope, de Paolo Sorrentino, en la que estará Javier Cámara. La serie, dirigida por Giuseppe Gagliardi, recrea la investigación a cargo de Mani Pulite (Manos limpias) de Tangentopoli, la espectacular red de corrupción que sacudió Italia a principios de los 90 y en la que estaban implicados tanto políticos de los grandes partidos como empresarios. La primera temporada de 1992 arranca con el arresto del dirigente del Partido Socialista Italiano (PSI) Mario Chiesa acusado de exigir comisiones ilegales ("tangente" significa comisión o soborno) a empresarios. Abandonado en la cárcel por su partido (¿no te quiere sonar de algo?), Chiesa accedió a hablar con Manos Limpias provocando una retahíla encadenada de condenas (unas 1200) y unos 30 suicidios que desembocaron en la acusación a Bettino Craxi, líder de Tangentopoli y, ups, Primer Ministro de Italia.

[caption id="attachment_40838" align="aligncenter" width="523"]DiPietro&Cia Di Pietro (Antonio Girardi) y otros jueces de Mani Pulite.[/caption]

Si en Poniente la disputa ambiciosa era por un trono de hierro, la vieja Europa y nuestra viciada genética sureña mandan en este guión escrito a seis manos, las de Alessandro Fabbri, Stefano Sardo y la ya citada Ludovica Rampoldi; más que guionistas, showrunners (si es que la palabrita tiene cabida en una industria audiovisual tan residual como la nuestra). Tres años de trabajo les llevó construir el guión de 1992, brillante, sólido, complejo, explicativo sin renunciar a la carga dramática y cuya mayor virtud, la libertad narrativa, consiguieron siguiendo una máxima básica: los protagonistas de la serie no son personajes reales sino inventados. Así, figuras ya históricas como el mítico Antonio Di Pietro (el líder de Manos Limpias a quien media Italia gritó: “Di Pietro: non tornate indietro!” refiriéndose a la investigación judicial que llevaba a cabo), los políticos corruptos Chiesa, Craxi o el juez Giovanni Falcone, asesinado por la Mafia ese mismo año, conviven como personajes secundarios con otros ficticios, italianos que representan de alguna manera a la Italia de aquel año, un año en el que todo estaba destinado a cambiar para siempre.

Una actriz frustrada y trepacamas cuyo sueño es convertirse en presentadora de televisión (Miriam Leone), una yonqui (Tea Falco) hija de un empresario corrupto (Tommaso Ragno), un policía con VIH (Domenico Diele) o un ex jugador de rugby (Guido Caprino) que por carambola acaba perteneciendo a la Liga Nord son algunos de los personajes cuyas vidas nos sirven de hilo conductor en esta crónica política, sentimental y estética –ojo a la banda sonora que mezcla Teenage Fan Club o Primal Scream con italianadas como Non amarmi, de Aleandro Baldi & Francesca Alotta– del año 1992. Enganche perfecto para conocer la sucia historia reciente de Italia, estos personajes no son ni buenos ni malos, sino más complejos que eso; oscuros, ambiciosos, todos persiguen algo. Incluso el taimado Luca Pastore, policía recto a las órdenes de Di Pietro, esconde una motivación secreta: vengarse del empresario corrupto que vendió a los hospitales la sangre infectada con la que se ha contagiado. Como este poliziotto, Italia también sufre una enfermedad crónica e incurable: la corrupción. Y eso se sabe y se lleva casi con orgullo en las mesas bien pulidas de las agencias de publicidad milanesas. Como la del despacho de Leo Notte, aséptico hombre de márketing de Publitalia '80 al que da vida Steffano Accorsi, no sólo actor sino creador de la idea original de la serie. “La mejor forma de defenderse del dinero es poseerlo”, dice en algún momento este misterioso publicista.

[caption id="attachment_40839" align="aligncenter" width="523"]202018419-a9f0f7b7-6e0f-4506-aded-631819660751 Leo Notte (Steffano Accorsi).[/caption]

Mis respetos por delante a Crematorio (más ahora que nunca), la pregunta siguiente es obvia: ¿Por qué no se ha hecho todavía una serie como 1992 en España? Es claro que material documental no nos falta, ni personajes adaptables a la altura de Di Pietro o Craxi. Es más, ¿no es la serie de Sky Atlantic un sano ejercicio para repensar lo que le ha sucedido a Italia en los últimos años? ¿No sería beneficioso para nuestra sociedad que se llevase a la ficción nuestro Tangentopoli particular? No sólo por demostrar –si ellos lo han hecho sin los medios de los que disponen los americanos, ¿por qué no lo podemos hacer nosotros?– que técnicamente estamos a la altura, sino porque quizás podamos aprender de nuestros errores, y sobre todo, de sus consecuencias.

¿Consecuencias? El cínico Leo Notte trabaja para un tal Marcello Dell'Utri (Fabrizio Contri), socio de Publitalia, directivo de Fininvest y hombre de absoluta confianza de Silvio Berlusconi condenado en 2014 por su estrechos lazos con la Mafia. Y no, lamentablemente éste no es de los personajes inventados por Rampoldi y compañía. Porque lo interesante de 1992 es que no se limita a retratar el desmoronamiento de la Primera Republica italiana, cuyos cimientos sacudió la investigación de Di Pietro, sino que apunta sin discreción al efecto colateral más obvio de aquella debacle moral: la ascensión de un por entonces amado magnate de los negocios apellidado Berlusconi y el posterior nacimiento de Forza Italia. La idea, terrorífica, de que el ascenso político de Il Cavaliere se gestó en una agencia de publicidad –suya, claro está– no es una sugerencia en 1992 sino un pormenorizado objeto de análisis. Don Draper quiso vender a Richard Nixon. Leo Notte lo consiguió con Berlusconi. Y mientras hacen la serie española, ¿tú, a quién vas a comprar?

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