Emilio Gutiérrez Caba: "Una dictadura financiera nos asola"

Emilio Gutiérrez Caba y José Sacristán se abrazan. Ocurre antes de la siguiente entrevista en la terraza del AC Palacio, esa azotea que durante el Festival de Málaga se llena de viento y estrellas. Poco después, el actor que puso cara al Nuevo Cine Español con sus interpretaciones en La caza (Carlos Saura) y Nueve cartas a Berta (Basilio Martín Patino) recibirá de manos de su hermana Julia la Biznaga Ciudad del Paraíso y de Sacristán las siguientes palabras: "Es de los que dignifican, engrandecen, ensanchan y dan una dignidad y una dimensión como pocas se puede dar a esta profesión". 

Me gustaría que me hablases de Nueve cartas a Berta, una de tus primeras películas. Siempre me ha recordado a El graduado.

Sí, es un poco El graduado. Sólo que en El graduado se cuenta una historia de una familia americana con un final feliz y Nueve cartas a Berta tiene un final agridulce. Termina con aquella frase de mi personaje: “Está llegando la primavera”, una frase un tanto desangelada, con ellos dos abrazados mientras que pasa un tren. Un paisaje de la España del 65. Sí, hay momentos realmente entrañables en el cine que están ahí. Volvería a la secuencia de los días, los días que han ido pasando y en los que han sucedido cosas muy agradables. Tanto de rodajes y de no rodajes. No sobra un solo día en la vida de uno y ese es el problema. Que no dices: “Ay, me queda un día que todavía tengo ahí de reserva y puedo vivir”. Ya se han acabado todos.

¿Cómo recuerdas el rodaje con Basilio Martín Patino?

Recuerdo que empezamos a rodarla un lunes, creo recordar que en abril. Dos días antes habíamos ido a Salamanca a preparar todo. Habíamos salido de Madrid en un autocar Ricardo Muñoz Suay, el ayudante de dirección, Basilio Martín Patino, Elsa Baeza y yo… Nada más llegar a Salamanca e instalarnos, Basilio nos tuvo toda la tarde a Elsa y a mí haciéndonos ensayar una secuencia que teníamos al día siguiente que era un beso. Así que nos estuvimos besando toda la tarde, que yo no sé cómo acabamos malos. Sí, sí, estuvimos toda la tarde dándonos besos. Así arrancó Nueve cartas a Berta en una Salamanca pequeña, una Salamanca en la que solamente había un sitio en el que podías tomar copas a partir de las once de la noche. Fue una primavera inolvidable.

¿Tenías la sensación de que tanto Nueve cartas a Berta como La caza eran películas que iban a cambiar la historia del cine español?

No, teníamos la idea de que estábamos haciendo un cine distinto. Eso sí. Pero que esas películas podían ser como, digamos, La tía Tula fue en su momento, no. La idea de que aquel era un punto de inflexión, un momento que marcaría el devenir de las películas que se hiciesen a partir de ese momento, no la teníamos. Sabíamos que estábamos haciendo un cine interesante. Había unos referentes de Buñuel, de Saura (Los golfos…). Sabíamos que por ahí iba a ver un camino pero no sabíamos hasta dónde podía llegar ese camino. A ver el resultado de La caza y Nueve cartas a Berta supimos que podíamos tener algo ahí que a lo mejor al cabo de los años podía seguir interesando. Lo que no preveíamos es que iba a haber televisiones y lugares en los que se iban a repetir. Era difícil de prever que las siguientes generaciones fuesen a ver esas películas. Por ejemplo, hoy pasan en La 2 una enorme película que es La piel quemada, de José María Forn, que yo tenía muchísimas ganas de volver a ver. Por fin mañana tendré la oportunidad.

Tú que viviste esa España que retratan tan bien La caza y Nueve cartas a Berta… ¿Crees que ahora nos quejamos con razón o que no estamos tan mal?

Vivimos otra situación. En aquella época no teníamos consciencia de si estábamos bien o mal. Vivíamos. Nos levantábamos para trabajar y para salir adelante. Luego, nos han acostumbrado seguramente a cosas que no tenían que pertenecernos. Porque si nos pertenecían, bueno, tendríamos que haber combatido por ellas con más ahínco. Hoy la situación es tremenda porque hay un golpe de estado financiero. Es una auténtica dictadura financiera la que nos está asolando a todos. Y yo creo que hay que tomar medidas muy duras contra esos asoladores de la vida de los demás. Aquí hay gente que pasa hambre. Sin embargo, al lado hay gente que se está forrando. Eso es inadmisible. Ese desequilibrio debería avergonzar a nuestros gobernantes. Deberían empezar a regular eso casi por decreto ley. Pero… ¿es posible eso en una sociedad tan corrompida como la nuestra? No nos acercamos a los niveles de América Latina pero estamos muy corruptos. Eso, evidentemente, es un peaje que las naciones del norte de Europa nos hacen pagar.

Tú que has crecido en una familia de actores. ¿Alguna vez soñaste con dedicarte a otro oficio?

Sí, me imaginé muchas cosas. Me imaginé en un laboratorio de cine. Luego ya no me imaginé más que haciendo cine o teatro. Pero siempre me imaginé que todo ocurriría a otro nivel, que esto no iba a ser tan bueno. Mis hermanas y yo hemos sido unos privilegiados al lado de una generación anterior que fueron mis padres y mi tía Julia. Porque mi madre y mi padre lo pasaron mal. Mi tía Julia no tan mal. Y, sin embargo, en ese sentido, nosotros hemos sido unos privilegiados. Pero no tan privilegiados en comparación con los ingleses, con los americanos, los franceses… Estaría bien que, por estar dentro de Europa, tuviésemos un trato igualitario.

Si pudieses elegir un momento de tu carrera, ¿con cuál te quedarías?

Hay tres momentos estupendos. Del 79 al 80 fue un año estupendo y luego hay otro momento maravilloso que es del 1999 a 2001. Esos años han sido como florones. Y luego, naturalmente, 1965 porque ahí están Nueve cartas a Berta y La caza. Espero que no haya tres sin cuatro.