El 'Oliver Twist' de Red Bull y otras versiones 'distintas' de libros clásicos

Descubrir que una nueva versión de Oliver Twist está en el horno tampoco es algo tan raro. Al fin y al cabo, la novela de Charles Dickens sobre un huérfano en el Londres victoriano ha tenido la friolera de 24 adaptaciones al cine, la última (hasta ahora) firmada por Roman Polanski en 2005. Saber que dicha película será el estreno como productora de Red Bull, la popular marca de bebidas energéticas, nos llama un poco más la atención. Y lo que resulta la repanocha es que el futuro filme (todavía sin reparto, director ni fecha de rodaje) no sólo estará ambientado en la época actual, sino que tanto el prota como sus amigos se dedicarán al parkour, esa disciplina de desplazamiento urbano que ahora hace furor.

Lo anterior nos viene de perlas para tratar un tema al que siempre hemos querido hincar el diente: esas adaptaciones literarias que se pasan al original por el forro. No nos referimos a experimentos como Romeo y Julieta de William Shakespeare, los cuales tomaban un texto clásico y se lo llevaban a una ambientación actual (y con DiCaprio), sino a esos trabajos que toman sólo la premisa de un libro o una obra teatral para entregar un producto completamente diferente. Allá que vamos.

El original: Uno de los poemas fundacionales de la literatura anglosajona, describiendo la lucha de un guerrero muy machote contra Grendel, un monstruo con alergia a las fiestas.

La película: El guerrero número 13 y Outlander, basadas también en la misma épica, resultan prodigios de verosimilitud y respeto al poema comparada con este anticlásico. Como eso de llevarse al espectador a la Edad Media está ya muy visto, Beowulf, la leyenda convirtió la historia en un relato de ciencia-ficción postapocalíptica con mutantes, fortalezas futuristas y un Christopher Lambert muy bizco como prota.

El original: Macbeth, tremebunda tragedia de William Shakespeare sobre el arribismo, las relaciones conyugales y las brujas bromistas.

La película: ¿Quién dijo que todos los filmes de este informe tenían que ser bodrios? En Trono de sangre, Akira Kurosawa apenas respetó el diálogo de la obra original, alteró la historia como quiso, se llevó la acción de Escocia al Japón medieval... Y le salió un peliculón enorme. En cuya calidad, por supuesto, influyó la presencia de un desatado Toshiro Mifune. En 1985, Kurosawa repitió la jugada shakespeariana con Ran, versión de El rey Lear con samuráis que fue su última obra maestra.

El original: Volvemos a fijarnos en Shakespeare con La tempestad, la última obra del dramaturgo inglés, la más fantástica y puede que la más divertida.

La película: De nuevo, el desmantelamiento de un original ilustre nos lleva a un filme muy disfrutable. Porque si Kurosawa disfrutaba poniéndole katanas a los personajes de Shakespeare, este filme los embutió en trajes de astronauta y se los llevó al espacio exterior. El resultado, además de ser muy entrañable, cuenta como protagonista con un Leslie Nielsen que todavía iba de actor serio por la vida.

El original: ¿Otra de Shakespeare? Pues sí: en este caso, la obra tuneada es la primera parte de Enrique V, que narra los años gandallas del joven rey. Orson Welles la adaptó con más fidelidad en Campanadas a medianoche.

La película: Tomamos la obra original y, sin apenas cambiar los diálogos, la convertimos en una historia de amor entre prostitutos adolescentes, en la que el pijo Keanu Reeves y el proletario River Phoenix (sex symbols púberes por entonces) transitan por el lado más sórdido de EE UU. Decididamente, esto sólo se le podía ocurrir a Gus Van Sant...

El original: La primera novela moderna, una obra maestra absoluta... Pues vale: por lo que a Miguel de Cervantes se refiere, Don Quijote de La Mancha no dejaba de ser un Agárralo como puedas del siglo XVII.

La película: ¿Qué pasa si juntas al clásico cervantino con la saga Shrek? Pues algo muy similar a este filme, protagonizado por un burro que cree ser un caballo. El burro en cuestión es el de un Sancho Panza con la voz de Andreu Buenafuente, y nos tememos que sus aventuras (las cuales aspiraron a un Goya) no resultaron muy lucidas.

El original: En 1815, la señorita Jane Austen escribió la historia de Emma, una joven guapa, rica e inteligente pero con un preocupante afán de arreglarle la vida al prójimo.

La película: La fiebre austeniana provocada por Sentido y sensibilidad en 1995 tuvo consecuencias previsibles (la muy normalita Emma (de Jane Austen), protagonizada por Gwyneth Paltrow) y otras tan imprevisibles, y tan divertidas, como esta. La ultrapija Alicia Silverstone y su pandilla de amigos no sólo nos descubren que la Inglaterra decimonónica y Beverly Hills no son tan distintas, sino que también nos regalan frases ("Ese tío es un amigo de Dorothy, un lector de Oscar Wilde y un fan de Barbra Streisand") de las cuales miss Austen se habría sentido orgulloso.

El original: ¿Creías que convertir Oliver Twist en una odisea parkour era lo más aberrante que podía hacérsele al clásico de Dickens? Pues sigue leyendo...

La película: En horas bastante bajas, y con su ex empleado Don Bluth pisándole los talones con En busca del valle encantado, el imperio Disney volvió a recurrir a su táctica más socorrida: adaptar en formato de animación una historia clásica. El resultado era entrañable, a qué negarlo, pero eso de convertir a Oliver en un indefenso gatito y a su amigo Dodger en un perro callejero nos subió mucho los niveles de azúcar.

El original: Entre el relato de costumbres, el dramón sobre el adulterio y la literatura fantástica, La letra escarlata (Nathaniel Hawthorne) es un relato turbulento cuanto menos.

La película: Con abundantes referencias al original, pero mucho más sentido del humor, este filme convierte a Emma Stone en una joven responsable y aplicada convertida (por un exceso de bondad) en la pilingui oficial de su instituto. La película no es nada del otro mundo, pero mejor que la espantosa La letra escarlata (1995, con Demi Moore y Gary Oldman) sí que parece, desde luego.

El original: Horrorizado por los excesos de los colonos belgas en el Congo, Joseph Conrad nos dio un impactante retrato de la brutalidad humana titulado El corazón de las tinieblas.

La película: Seguramente, la epopeya vietnamita de Francis Ford Coppola es uno de los mejores ejemplos de cómo perderle totalmente el respeto a un libro, y pese a ello resultar totalmente fiel a su espíritu. Es más: releer El corazón de las tinieblas después de haber revisado Apocalypse Now resulta, cuanto menos, inquietante. Pese a ello, avisamos de que en la novela no hay helicópteros bombardeando a ritmo de Wagner. Se siente...

El original: En 1916, un Joseph Conrad ya muy ancianito escribió La línea de sombra, sobre un navío cuyos tripulantes mueren como moscas. ¿Será por una epidemia, o porque el fantasma del difunto capitán ronda por los camarotes?

La película: ¿Sorprendidos? Pues mejor que os fiéis de nosotros: puede que en Alien, Ridley Scott y Dan O'Bannon recurriesen a su fuente literaria de forma, cuanto menos difusa, pero la película está llena de referencias a Conrad. ¿Adivinas qué autor escribió una novela llamada Nostromo, por ejemplo? ¿O que la cápsula de salvamento en la que Ripley queda en ropa interior es un homenaje a El negro de la Narcissus? En Aliens, el regreso, James Cameron seguiría la tradición bautizando a su astronave como Sulaco, un nombre extraído también de los libros de Conrad.