El cine español más insólito que puedes ver en FlixOlé

Del no va más de lo cañí a obras maestras necesitadas de rescate: la plataforma especializada en cine español tiene títulos para todos los gustos.
El cine español más insólito que puedes ver en FlixOlé
El cine español más insólito que puedes ver en FlixOlé
El cine español más insólito que puedes ver en FlixOlé

No todo van a ser series ultramodernas en esta vida, oiga. El recurso generalizado al VOD en estos tiempos de coronavirus puede servirnos para descubrir mucho cine... y mucho cine español, además, porque los títulos de nuestro celuloide que merecen un rescate urgente son legión. FlixOlé, la plataforma especializada en cine made in Spain nos da una ocasión de oro para ello.

En el catálogo de FlixOlé, extensísimo por lo demás, encontramos docenas de películas que ya conocemos junto a muchas otras que garantizan la sorpresa. Algunas, porque son españolas con avaricia (demostrándonos que esto, lo queramos o no, tampoco ha cambiado tanto) y otras porque se merecen el título de obra maestra. Descúbrelo en esta selección.

De tu ventana a la mía (Paula Ortiz, 2011)

En espera de que esta cuarentena pase a ser conocida como 'la crisis de los balcones' (y razones no nos faltarán), algunas películas nos recuerdan que eso de no salir de casa puede dar pie a situaciones insospechadas... y liberadoras. El ejemplo de esas tres mujeres (Leticia Dolera, Luisa Gavasa, Maribel Verdú) que descubren la compañía y la solidaridad sentándose a coser frente a sus ventanas puede servirnos de mucho mientras las calles nos estén vedadas.

Sufre, mamón (Manuel Summers, 1987)

¿Qué explicación tendrá? A nosotros, que nos registren, pero lo cierto es que las dos películas de los Hombres G firmadas por Manuel Summers son presencia fija en la lista de más populares en FlixOlé. Y, sin desmerecer a Suéltate el pelo (1988), nosotros recomendamos el primer filme de la dupla, un impagable documento sobre el día a día del pijerío español y ochentero. Si tienes curiosidad, te aconsejamos indagar en el resto de la filmografía del director (y padre de David Summers, por si alguien no lo había pillado), donde encontrarás filmes tan meritorios como Adiós, cigüeña, adiós Juguetes rotos.

Manuel y Clemente (Javier Palmero, 1986)

¿Aún te dura el mal rollo tras ver El Palmar de Troya? Pues quítatelo a carcajadas con esta joyita testimonial, rodada no mucho después de que Clemente Domínguez (aquí, Ángel de Andrés López, el Manolo de Manos a la obra) ascendiese al pontificado. En tono de comedia muy española (es decir, negra como el tizón) y muy andaluza en particular, Manuel y Clemente no solo describe con detalle el nacimiento de la Iglesia Palmariana, sino que también entra en detalles sobre la misma que la serie documental no tuvo tiempo de abordar.

Los bingueros (Mariano Ozores, 1979)

Sí, es ella: la película más exitosa de la historia del cine español después de No desearás al vecino del quinto y antes de Ocho apellidos vascos. Pero, antes de que Andrés Pajares y Fernando Esteso te hagan huir despavorido, permítenos recomendártela como una comedia de humor vitriólico, costumbrismo afilado (sí, la España de finales de los 70 era así de asfixiante y cutre) y momentos que harán que se te hiele la sonrisa en la boca. En especial aquellos en los que aparece esa limpiadora prestamista interpretada por Florinda Chico.

Mi querida señorita (Jaime de Armiñán, 1972)

No hay mal que por bien no venga, y si el coronavirus nos anima a redescubrir la obra de Jaime de Armiñán, eso que salimos ganando. Este genial e infravalorado director abordó aquí temas de género y sexualidad que siguen escociendo mediante la figura de una solterona de provincias interpretada por José Luis López Vázquez (tiene su explicación, lo juramos) y su conmovedora historia de amor y desencuentros con su criada (Julieta Serrano). Poca broma: la película estuvo nominada al Oscar e hizo falta el poderío de Luis Buñuel (El discreto encanto de la burguesía) para birlárselo.

Un, dos, tres... Al escondite inglés (Iván Zulueta, 1969)

Con el futuro de Eurovisión pendiente de un hilo por la pandemia, los eurofans pueden resarcirse con esta joya del 'cine pop' a la española dirigida por el maestro Iván Zulueta (aunque, por razones legales, tuvo que firmarla José Luis Borau). Con un estilo puramente lisérgico y actuaciones de los mejores grupos de la época, el filme sigue a un grupo de modernillos de Madrid (ahora les llamaríamos "hipsters") empeñados en sabotear un festival de la canción igualito a la convocatoria eurovisiva. Y logra ser imprevisible a lo largo de todo su metraje, que no es poco.

El robo más grande jamás contado (Daniel Monzón, 2002)

Intentos de hacer un Ocean's Eleven en versión cañí ha habido unos cuantos, pero esta película es de las pocas que han conseguido acercarse a ese modelo... mediante el expeditivo sistema de no tomarse nunca en serio a sí misma. Antonio Resines encabeza una dantesca banda de ladrones empeñada en llevarse el Guernica de Picasso de su hogar en el Museo Reina Sofía, sufriendo todo tipo de desventuras muy ibéricas en el proceso. Mención especial al informático del grupo, un Jimmy Barnatán desolado al ver que la red informática del aeropuerto de Barajas funciona en COBOL.

La vida en un hilo (Edgar Neville, 1945)

Pensar que en la España de la posguerra hubo comedias screwball tan sofisticadas y vivaces como las que Cary Grant Katharine Hepburn protagonizaban en esa misma época, parece una locura. Pero las hubo, y Edgar Neville fue su maestro. Con Conchita Montes (¿la actriz más elegante de nuestro cine?) como protagonista, La vida en un hilo narra una historia de líneas temporales alternativas para satirizar a colleja limpia la pacatería de cierta clase media española... y también, a lo mejor, para que su autor le saque la lengua a la Dictadura.

 Las verdes praderas (José Luis Garci, 1979)

A primera vista, Garci y Michael Haneke tienen tanto que ver entre sí como unas gambas a la plancha y un strudel de cianuro, ¿verdad? Pues échale un vistazo a esta película, una crítica más ácida que la sangre de xenomorfo a la urbanización de extrarradio como Edén para la clase media-alta, con un Alfredo Landa que sorprendió a muchísimos en su día con su rol de ejecutivo estresado. La única diferencia entre Las verdes praderas y El séptimo continente u otras disecciones hanekianas es que, con la de Garci, te ríes... pero solo de vez en cuando.

Duerme, duerme mi amor (Francisco Regueiro, 1979)

Hablar de Francisco Regueiro es hablar de uno de los directores más resecos y meditabundos del cine español. Pero el severísimo autor de Carta de amor de un asesino Diario de invierno también sabía reír, aunque fuera enseñando los dientes, y prueba de ello es esta comedia en la que un hombre aplastado por sus circunstancias (José Luis López Vázquez, demostrando su versatilidad prodigiosa) decide mantener narcotizada a su esposa (Lina Canalejas) para así poder ligar con una vecina. Las carcajadas a costa de la idiosincrasia hispánica están garantizadas.

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