El 'biopic' de Walt Disney que nunca veremos

A mediados de los 80, dos empleados del estudio trataron de rodar una serie y un filme sobre el padre de Mickey Mouse y Blancanieves. Aquí te contamos cómo lo hicieron, y por qué nunca alcanzaron su objetivo
El 'biopic' de Walt Disney que nunca veremos
El 'biopic' de Walt Disney que nunca veremos
El 'biopic' de Walt Disney que nunca veremos

Lleno de ideas, jovial y amigable, pero también con un punto de rapacidad comercial y querencia por el kitsch: el retrato de Walt Disney que nos ofrece Tom Hanks en Al encuentro de Mr. Banks se acerca bastante al que imaginan muchos cinéfilos. La película de John Lee Hancock se ha ganado elogios de la crítica, debidos sobre todo a la colisión entre los talentos de Hanks y de Emma Thompson (esta última, como la muy temperamental P. L. Travers, autora literaria de Mary Poppins) pero anda muy floja en lo que a premios se refiere, y ha despertado reparos por suavizar mucho, muchísimo, el considerable lado oscuro del legendario personaje.

Ejemplos concretos aparte, está claro que la figura de Disney es de esas que un guionista debe coger con pinzas. Por un lado, tenemos a un sujeto contradictorio en muchísimos aspectos, cuya figura está trufada de detalles que podrían convertirle en un villano con todas las de la ley. Por otra parte, desde la muerte de 'Tío Walt' en 1965 la corporación que fundó considera su memoria como un tesoro digno de protección a cualquier precio. Sin embargo, a mediados de los 80 estuvo incubándose en Hollywood una película que hubiese contado su vida sin cortarse (apenas) un pelo... Y que jamás se rodó. El título del filme hubiera sido, por supuesto, Walt, y su desarrollo fue lo bastante intenso como para contarlo.

Lo más sorprendente de Walt es que se trató de un proyecto gestado en las mismísimas entrañas del Disney. Sus responsables fueron Mike Bonifer y Cardon Walker Jr., dos animadores y productores que habían indagado en la historia del estudio para la serie de documentales Disney Family Album. Tras recorrer las biografías de animadores, diseñadores y actores de voz, el tándem se sentía preparado para perseguir "la gran ballena blanca: una biografía del propio Walt". Tras recibir el visto bueno de los mandamases de Disney Channel en 1984, Bonifer y Walker comenzaron un intensivo proceso de documentación que duró dos años, y que les llevó a entrevistar a amigos y allegados del personaje.

Las conversaciones dieron sus frutos, y de ellas pudieron extraerse anécdotas de lo más sabrosas: por ejemplo, un amigo de infancia de Disney contó que este le había cobrado diez centavos allá por 1906, como entrada del "circo" instalado en el sótano de su casa de Kansas City. La mayor atracción del espectáculo, y también la única, era ver cómo el gato del joven Disney se sentaba sobre un taburete. Hazel George, una anciana que había sido la enfermera personal del magnate durante sus últimos años, aportó detalles sobre su matrimonio, así como sobre su relación con sus hijas Diane Marie y Sharon y con Roy Disney, su sobrino y heredero.

La suma de tanta confidencia provocó, según cuenta Bonifer en CartoonBrew, un subido desconcierto en los investigadores. Algunos testimonios hablaban de temibles ataques de ira, de una actitud tiránica en lo laboral y de ese conservadurismo político que llevó a Disney a delatar a algunos de sus trabajadores durante la Caza de Brujas, así como a colaborar con organizaciones de ultraderecha. Anécdotas que se solapaban con otras de signo muy diferente: Walt, contaban, estaba obsesionado con aprenderse de memoria los nombres de todos sus empleados, lloraba con facilidad al ver las pruebas de animación de sus propias películas, y mostraba una curiosidad hacia el mundo digna de un chiquillo. Además, insistían, su actitud hacia la política derivaba de dos factores: la relación con su padre Elias Disney, un señor severo y tacaño con ideas socialistas, y la huelga de animadores que sacudió al estudio en 1940 durante el rodaje de Dumbo, algo que Disney siempre consideró como "una traición de sus chicos".

La avalancha de información dio como resultado un guión de 500 páginas, que habría dado lugar a una serie de cuatro capítulos. Los puntos álgidos del relato eran la creación de Mickey Mouse, la turbulenta consolidación del estudio durante los 40, la fundación de Disneylandia y, como colofón, la historia de EPCOT, el parque temático de alta tecnología que Disney concibió antes de morir. Pero esto no sería una buena historia de Disney sin un villano, y este no tardó en aparecer: hablamos de Michael Eisner, el ejecutivo que dirigió la compañía entre 1984 y 2006, y cuyo lema era "aquí no hacemos arte, sino dinero". Si bien los cinéfilos disneyanos guardan una relación ambivalente hacia Eisner, un hombre que impulsó tanto películas míticas (La Bella y la Bestia, La sirenita, Aladdin) como proyectos infames, Michael Bonifer tiene claro que el responsable de que Walt no llegase a ver la luz fue él.

Y eso que la reacción del productor y de su equipo al leer el guión fue de lo más positiva. No podía ser menos: el padre de Cardon Walker Jr. era un veterano ejecutivo de la compañía que había promovido el ascenso de Eisner, asegurándole el padrinazgo de George Lucas y Steven Spielberg. Ante esas credenciales, Bonifer y su socio se las veían muy felices. Incluso contaban con el permiso de algunos miembros de la familia Disney. Así que, cuando se les comunicó que Sharon, la hija pequeña del fundador del estudio, había vetado la serie, ambos llegaron a una conclusión: Eisner aspiraba a convertirse en el rostro de la Disney para los restos, y en sus planes no había lugar para una producción que invocase la figura del gran patriarca. Por si esto fuese poco, Roy Disney estaba muy enfadado porque el proyecto se titulaba Walt, en lugar de Roy y Walt. Todo parecía indicar que el esfuerzo de la pareja acabaría en agua de borrajas. Y así fue.

Cuando quedó claro que las puertas de Disney se les habían cerrado, Mike Bonifer y Cardon Walker Jr. barajaron convertir el proyecto en un largometraje financiado por ellos mismos. Pero eso parecía fuera de toda discusión: incluso el padre de Walker les negó su apoyo. Aparte de los recuerdos de Bonifer, los únicos rastros que demuestran la existencia de Walt son los storyboards que realizó Sam McKim, uno de los diseñadores más veteranos del estudio, y que puedes ver en la galería de abajo. A estas alturas, Bonifer espera que algún día Disney se decida a rodar un filme sobre la vida de su fundador, y también que ese proyecto le retrate con justicia: "Espero que no le conviertan en un simulacro o una imagen de marca", escribe. "Espero que descubran, como yo lo hice, a un hombre normal que estaba convencido de que podía volar, y que convenció a generaciones de personas en todo el mundo de que ellos también podían".

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