Así era Edith Massey, la camarera desdentada a la que John Waters convirtió en estrella de culto

Un 24 de octubre falleció Edith Massey. La recuerdas reclamando huevos sin parar en 'Pink Flamingos' y fue una de las estrellas más genuinas de John Waters.
Así era Edith Massey, la camarera desdentada a la que John Waters convirtió en estrella de culto
Así era Edith Massey, la camarera desdentada a la que John Waters convirtió en estrella de culto
Así era Edith Massey, la camarera desdentada a la que John Waters convirtió en estrella de culto

Cuando sus amigos le hablaron acerca de la excéntrica y desdentada camarera del Pete’s Hotel, el cineasta John Waters tuvo que acudir al lugar para saciar su curiosidad.

Corría el año 1969 y aquel era uno de los antros más baratos y cutres de Baltimore. En ese momento, el ‘papa de la basura’ había rodado ya su primer largometraje, Mondo Trasho, y se encontraba trabajando en un nuevo proyecto, Multiple Maniacs. En cuanto entabló conversación con Edith Massey, una cincuentona algo simple y bastante bonachona, no pudo evitar enamorarse de ella.

“Inmediatamente reconocí su potencial de estrella, y le pedí que encarnara dos papeles en Multiple Maniacs [el de sí misma y el de la madre de Jesucristo]. A Edith le encantó la idea, pero me dijo ‘Yo no soy actriz’”, confesaría el de Baltimore en su libro de memorias Shock Value.

Pese a la reticencia inicial, Massey acabó aceptando la propuesta. Total, salir en una película independiente de bajo presupuesto parecía bastante más motivador que servirles copas a los borrachuzos de la zona.

Los orígenes de Edith Massey

La actriz tuvo una infancia bastante pobre. Todo parece indicar que su padre, que combatió durante la I Guerra Mundial, murió cuando ella era aún un bebé y que su madre, que volvería a casarse con otro hombre (y a enviudar nuevamente pocos años después), se vio obligada a criar sola a sus hijos. Desesperada, la joven viuda acabaría llevándolos a todos a un orfanato judío a las afueras de Denver y desaparecería después del mapa.

Según contaría años después un hermano de Massey –llamado Morris Grodsky y autor del libro The Home Boy's Odyssey: The Saga of the Journey Orphan Boy to Criminalist–, los habitantes de aquel orfelinato rezaban pidiendo que alguna familia los adoptase cuanto antes y la propia Massey solía coleccionar revistas de cine que la gente donaba al centro.

El día que fue adoptada, Massey se sintió la niña más afortunada del mundo. Sin embargo, los miembros de su familia adoptiva acabaron siendo algo crueles con ella, así que la entonces adolescente muchacha no dudó en huir a Hollywood. Durante los siguientes años, no tuvo más remedio que sacar a relucir su resiliencia.

“Cuando llegué a California, era demasiado difícil encontrar curro en las películas, así que desempeñé empleos ocasionales en la zona. Conseguí algo de trabajo en la acera, vendiendo lápices, hojas de afeitar, jabón y peines”, contaría la propia Massey en una entrevista.

Ya a finales de los cincuenta, optó por poner el huevo en Baltimore, donde escuchó que había montones de bares y pensó que no le faltaría nunca el trabajo. Allí pudo servir montones de consumiciones, pero también logró participar en cinco de las películas más populares de John Waters.

Así era Edith Massey, la camarera desdentada a la que John Waters convirtió en estrella de culto

Edith Massey y John Waters

Después de su cameo en Multiple Maniacs, Massey dio vida a una obsesa de los huevos en Pink Flamingos (1972), la cinta más icónica de John Waters, y llegó a convertirse en una especie de icono nacional gracias a aquel simpático y estrafalario personaje.

Tras meterse en la piel de Ida –la heterófoba tía del varonil marido de Divine (Gator)– en Cosa de hembras (1974), la actriz se convirtió en la Reina Carlota, tirana protagonista de Vivir desesperadamente (1977). Tres años después del estreno de este filme, rodaría la algo más comercial Polyester (1981), donde le tocó encarnar a la mejor amiga del atormentado personaje interpretado por Divine.

“Edith era una persona amable y paciente que seguía con valentía las fantasías de [John] Waters”, recuerda un amigo suyo, el sonidista y gerente de producción Robert Maier, responsable de Love Letter to Edie (1975), un entrañable corto documental dedicado a la vida y carrera de la actriz. “Edith ansiaba la fama, principalmente porque pensaba que la haría rica. Fue una pobre huérfana durante toda su vida, y la riqueza nunca sucedió”.

Rica o pobre, está claro que la actriz no dejó nunca indiferente a nadie. La misma revista Newsweek llegó a afirmar de ella que era “tan genuinamente excéntrica que no está claro si merece un Oscar o una enfermera las 24 horas”.

Quienes trabajaron con Massey recuerdan que era una mujer tremendamente bondadosa –llegó a permitir que una mujer sin hogar se instalase durante un tiempo en su casa de Baltimore–, aparte de una gran amante de los animales que a menudo recogía gatos de la calle y era un ser de un optimismo contagioso. Eso, y que le costaba una barbaridad memorizar los guiones de sus películas, algo que ponía bastante nerviosos a John Waters y Divine.

“A Edith le encantaba ser una estrella de cine”, comentaría al respecto su colega Cookie Mueller. “Se tomaba la actuación en serio, pero no tenía ni idea de en qué se había metido. Ella memorizaba las direcciones de la pantalla y las decía junto con sus líneas de diálogo durante el rodaje [de sus escenas]”.

Ha nacido una estrella underground

Como aquellas películas que rodó con Waters no le daban para vivir, Edith tuvo que diversificar su carrera profesional. Por un lado, abrió una tienda de segunda mano en el barrio marítimo de Fells Point. Aunque su principal actividad allí acabó consistiendo en responder a las cartas de sus admiradores y en atender a los fans que iban a verla de vez en cuando.

Por otro, se puso a hacer bolos con varias bandas de música punk que consiguió montar y hasta curró como modelo de fotografía, posando a veces semidesnuda, para una empresa dedicada a la producción y venta de tarjetas de felicitación.Como por arte de magia, Massey pasó de ser la camarera más peculiar de Baltimore a convertirse en toda una estrella de la escena underground.

Sin embargo, la actriz vio peligrar su trabajo como modelo de fotografía el día que se le cayó el último diente que le quedaba. Fue entonces cuando le pidió ayuda a un dentista amigo suyo, que fabricó dos dentaduras para ella. Aunque su alegría no duraría mucho, porque poco después de aquello alguien le robó el bolso que las contenía y la pobre mujer volvió a quedarse mellada.

Con el tiempo, su salud se fue deteriorando y, después de participar en Polyester (1981), tomó la decisión de mudarse de forma definitiva a la californiana ciudad de Venice, donde el clima era algo más suave que en Maryland. Allí volvió a abrir otra tienda de segunda mano y siguió presentándose a audiciones, aunque lo máximo que consiguió al respecto fue un pequeño papel en una peculiar (y desconocida) cinta titulada Mutants in Paradise (1984).

“Siempre estaba muy ocupada”, recuerda su amigo Jerry Lydic. “Conoció a Tab Hunter y a Pee-Wee Herman, y Brad Davis le llevó flores. Trató de participar en Polvo de oro, pero Paul Bartel [el director de la película] no cedió. Tab [Hunter] se sintió tan mal por ello que le dio mil dólares de su propio bolsillo”.

Tras alrededor de un año padeciendo cáncer linfático, a Massey se le apagaría la luz un 24 de octubre de 1984, a los 66 años. A partir de ese día, la actriz pasaría a engrosar la lista de leyendas de la cultura underground americana.

No en vano, llegaría a contar con varios clubs de fans repartidos por todo el mundo y aún hoy sigue siendo uno de los dreamlanders –así es como se conoce a la troupe cinematográfica de John Waters– más queridos por el público de a pie.

Tal y como apostilla Lydic, “la gente ve, a través de sus muchos disfraces, a esa verdadera alma dulce, a la abuelita que nunca tuvieron y que les amó por siempre sin importar nada. Y ven su alegría de vivir”.

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