David Cronenberg: "Quienes quieren que vuelva al fantástico sólo sienten nostalgia"

A sus 68 años, el genio canadiense involucra a Keira Knightley, Michael Fassbender y Viggo Mortensen en "un 'menage á trois' intelectual" con 'Un método peligroso'. CINEMANÍA charla con él sobre el sexo, la muerte y el psicoanálisis.
David Cronenberg: "Quienes quieren que vuelva al fantástico sólo sienten nostalgia"
David Cronenberg: "Quienes quieren que vuelva al fantástico sólo sienten nostalgia"
David Cronenberg: "Quienes quieren que vuelva al fantástico sólo sienten nostalgia"

En encuentros anteriores de CINEMANÍA con directores míticos, hemos reconocido sentir eso que se llama "un respeto muy grande". Por ejemplo, con la bestia parda John Waters. Pero a la cita que te contamos ahora, lector, nos vimos tentados de acudir con mascarilla, guantes de látex y bata (roja) de laboratorio. Porque, sí, ya sabemos que ahora es un señor respetable, que gana premios en Cannes, que gracias a él dejamos de ver a Viggo Mortensen como Aragorn (y empezamos a verle como el mafioso Nikolai: menudo cambio) y que lleva muchos años ejerciendo como auteur laureado. Pero es recordar Videodrome, Inseparables, La mosca o la propia Promesas del Este y pensar que una charla con David Cronenberg debe ser una experiencia tecnoorgánica de primer nivel. Aunque el cineasta, de 68 años, presente una película tan civilizada (en apariencia) como Un método peligroso.

Planchazo gordo: el señor que aparece en el Salón Duque del Hotel Santo Mauro (Madrid) es un digno caballero (de la Orden de Canadá, para ser exactos) amable y conversador. Incluso jovial. Nos mantenemos expectantes, por si quisiera abrirnos un biopuerto a traición, pero parece que no hay peligro. Tan relajado parece Cronenberg, combinando la chaqueta de vestir con la camiseta por dentro de los pantalones, que en un momento de la conversación surge una pregunta arriesgada: ¿se ha planteado retomar el cine fantástico? "No", responde. Y hay una pausa. "Quienes preguntan eso tienen la misma actitud que los fans de Viggo Mortensen que sólo están interesados en El Señor de los anillos y no vieron Promesas del Este. Es pura nostalgia. Cuando me presentaron a Guillermo Del Toro, lo primero que me dijo fue 'Tus primeras películas me gustaban más que las que haces ahora'. Y yo lo siento, pero es lo que hay".

Gulps. Parece que Cronenberg ha dejado de ser ese cultivador de tejidos extraños al que la canallesca se refería como 'Dave el Depravado'. En realidad, dejó de serlo hace mucho tiempo. Y pese a todo, si uno se fija en sus filmes, seguirá percibiendo un aire de lo más viciado, aunque los protas de turno sean ahora Viggo (en el papel de un Sigmund Freud tiránico y patriarcal), Michael Fassbender (tan genial como siempre en el papel de Carl Gustav Jung) y una Keira Knightley que pone todas sus muecas al servicio de una historia de lujuria -intelectual y física- en los orígenes del psicoanálisis. Ya que ha salido Mortensen en la conversación, ¿se planteó Cronenberg emplear a otro actor para su papel? "Siempre pienso en él para mis proyectos, porque Viggo y yo somos muy amigos y nos queremos mucho. No obstante, no está en Cosmopolis, que será mi próxima película". Para involucrar a Mortensen, señala, hizo falta algo de persuasión. "Él pensaba en la imagen estereotipada de Freud como un señor anciano, pero yo le dije: 'No quiero que interpretes a un abuelito. En su mediana edad, Freud era un hombre carismático, masculino, elegante y muy sociable'. Entonces, se decidió".

La historia de Un método peligroso es aparentemente simple, pero compleja en el fondo: por un lado, tenemos a Freud, fundador y líder del psicoanálisis, y por otra a su discípulo Jung, cuyo punto de vista sobre la psique humana sacaba al maestro de sus casillas. "No es tan sencillo", replica Cronenberg. "Freud quería que Jung fuese su sucesor al frente del movimiento psicoanalítico porque no era judío: era un señor de la alta burguesía, respetable, y a través de él Freud creía evitar que los antisemitas denigrasen sus teorías tachándolas de misticismo hebreo. Se apreciaban mucho: Freud hablaba de Jung como de un hijo, y Jung consideraba a Freud como a una figura paterna". Pero claro, tratándose de psicoanálisis, llegó el complejo de Edipo. "Freud afirmaba que la psique humana es como es: sólo podemos comprenderla y asumirla. Jung, por el contrario, creía en la trascendencia y en la realización espiritual, y acabó por convertirse casi en un líder religioso: justo aquello que Freud más había temido". ¿Con cuál de los dos se identifica más el cineasta? "Como ateo que soy, no puedo seguir a Jung, pero eso es irrelevante: el psicoanálisis jungiano ha ayudado a mucha gente".

Hablando de Roma: ¿ha pasado alguna vez David Cronenberg por el diván de un psicoanalista? La respuesta a esta pregunta es una sonrisa anchísima, de oreja a oreja, y una mirada que da más miedo que las visiones de La zona muerta. "No. ¿Por qué debería? Todo el mundo sabe que soy una persona sin problemas, completamente normal". Vale, captamos la ironía (y nos alegramos por los psicoanalistas). "Algunos amigos, gente a la que conozco, sí se han sometido a psicoanálisis. Pero a mí lo que me fascina es la nueva relación entre paciente y terapeuta que desarrolló Freud, en la cual un individuo le cuenta a un desconocido sus secretos más íntimos. De ahí llegamos a fenómenos fascinantes como la transferencia emocional: es una nueva perspectiva para analizar la naturaleza humana".

Y desde allí llegamos a los temas cronenbergianos por antonomasia: el poder, el sexo y la humillación. ¿Por qué insiste tanto en esa tríada, con vísceras o sin ellas? "Porque mi interés es el drama, y como dijo George Bernard Shaw, el conflicto es la esencia del drama. ¿Cuánta gente querría ver una película sobre gente normal y feliz?". El canadiense también deja claro que Un método peligroso no es una historia de amor: "En todo caso, es un menage á trois intelectual", comenta. "Sabina [el personaje de Keira Knightley] afectó a las vidas de Jung y de Freud, les manipuló a ambos y acabó abandonando al uno por el otro, en el sentido intelectual".

El principal personaje femenino del filme, por otra parte, es un buen ejemplo de lo que les espera a las mujeres en una sociedad represiva. Tras dejar claro que los psicoanalistas eran considerados "peligrosos, porque transgredían las normas", Cronenberg añade que la atormentada Sabina "aparece por primera vez gesticulando, con la boca deformada: está tratando de expresar aquello que le está vetado decir. Una parte de ella quiere hablar, y la otra quiere permanecer en silencio. Su encuentro con Jung y Freud le permite expresarse y madurar: la creatividad suele ir de la mano de la transgresión". Y eso incluye la transgresión carnal, claro. "Freud pensaba que el sexo era una energía que, al ser reprimida, se manifestaba por otros canales, como el arte. De ahí que muchos artistas odien a Freud: según su teoría, si uno tuviese una vida sexual plena, el arte no existiría".

Así pues, nos encontramos con otros dos puntos de contacto entre el psicoanálisis y la obra del cineasta: el sexo y la muerte. ¿Es una coincidencia? "En la obra de teatro original [del guionista Christopher Hampton] me interesaron los personajes y los lugares: Freud, Jung y Sabina, Viena y Zurich. Un director de cine no puede fotografiar ideas abstractas, y desde luego que no tengo una lista de temas para hacer películas. A veces tengo que recordar a los críticos que su proceso es muy distinto de mi proceso creativo: para ellos es sencillo relacionar mis películas entre ellas, pero eso no tiene nada que ver conmigo".

Por otra parte, Cronenberg declaró hace unos meses que, viendo las brutales imágenes de la muerte de Muamar El Gadafi, sintió empatía por el líder libio, algo que hasta entonces le había resultado inimaginable. Cuando rodó Videodrome o Una historia de violencia (sus dos películas más centradas en el poder de los medios), ¿podía imaginarse que acceder a imágenes tan brutales acabaría siendo tan sencillo? "Antes, los noticiarios de cine y las fotografías de los periódicos reproducían imágenes de una brutalidad odiosa. La única diferencia con la actualidad es que disponemos de internet y de teléfonos móviles para difundirlas más rápido. Pero cuando haces una película, tienes muy claras las diferencias entre realidad y ficción: ningún miembro cuerdo del público se echará las manos a la cabeza si alguna vez 'mato' a Viggo frente a la cámara".

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