Damien Chazelle: ¿Un neoliberal en Hollywood?

El autor de 'La La Land' y 'First Man' es uno de los directores del momento y, según algunos, también es un propagandista de derechas. ¿Tienen razón sus detractores?
Damien Chazelle: ¿Un neoliberal en Hollywood?
Damien Chazelle: ¿Un neoliberal en Hollywood?
Damien Chazelle: ¿Un neoliberal en Hollywood?

A pesar del éxito de sus películas, el director Damien Chazelle ha tenido que navegar siempre entre aires de sospecha. Whiplash podía ser una rendición brillante sobre el jazz, el talento y el precio a pagar por ser el más grande y La La Land una historia de amor sobre cómo a veces la vida y nuestras relaciones van en direcciones opuestas, pero siempre ha planeado sobre ellas una idea siniestra que resurge con el estreno de First Man. La posibilidad de que Chazelle sea un altavoz de las ideas más peligrosas del neoliberalismo.

¿Y qué entendemos por "neoliberalismo"? En términos modernos, básicamente convertir todo aspecto de la vida cotidiana en una oportunidad para hacer dinero. Privatizar hospitales, colegios, empresas. Y extender eso también a la vida de los trabajadores. Convertir toda función de las personas en engranajes de un sistema económico donde vales tanto como tu capacidad de generar riqueza. De ser el mejor y adaptarte a las necesidades del mercado.

Pero, ¿cuánto hay de ésto en Chazelle? Esa es la gran pregunta. Porque es cierto que es posible encontrar en sus películas más conocidas un espíritu neoliberal impregnándolo todo.

Whiplash es el caso donde la ambigüedad de las posiciones políticas de Chazelle se hacen más evidentes. Siendo un relato sobre la búsqueda del talento, el protagonista (Miles Teller en el papel de Andrew Neiman) hace un esfuerzo sobre humano para ser como su ídolo, el batería Buddy Rich. Para eso se dejará la salud, su familia y su novia por el camino, espoleado por un profesor abusivo (J. K. Simmons) pero que en última instancia es capaz de llevarle a la gloria.

Hasta aquí puede parecer evidente cuál es la posición de Chazelle. Ningún precio es demasiado por ser el mejor en lo tuyo. ¿Pero acaso es eso lo que nos cuenta realmente Whiplash?

Si somos justos, la película es pretendidamente ambigua en qué posición toma. O más que ambigua, sutil. El grueso de las acciones que van contra los intereses de Neiman, como dejar a su novia o seguir tocando incluso en situaciones donde su salud está en juego, se pueden achacar a un aspecto más que evidente: su instructor es un maltratador de manual. Algo evidente si pensamos en sus estallidos de violencia y cómo no existe punto medio alguno en su cabeza sobre lo que es Neiman: o bien es un absoluto genio o bien es una miserable mierda.

A esa lectura crítica ayuda también que la familia de Neiman sólo se nos presente como un lastre en su vida. Con una relación más que tensa, colocando a sus primos siempre como por encima de él al ser universitarios y prometedoras estrellas del deporte, sus intenciones y sueños son sistemáticamente ninguneados por no ser, precisamente, lo que la sociedad concibe como un buen futuro. Universidad, deportes, trabajo: cosas útiles. Que generan dinero.

Pero, ¿significa eso que no haya glorificación alguna del talento y el esfuerzo por encima de todo en Whiplash? Por desgracia, no es así.

Incluso siendo tremendamente optimistas, Chazelle da a entender que el esfuerzo de Neiman merece la pena porque consigue poner en su sitio a Fletcher. Incluso si intenta destruirlo, él consigue ser bueno. El mejor. A pesar de Fletcher. Y aun si aceptáramos que su intención era positiva, pretendiendo demostrar cómo la sociedad nos obliga desde la cuna a buscar la gloria y dejar de lado todo lo demás para conseguirlo, su final bien podría ser interpretada de la otra manera: cómo su protagonista sólo puede ganar aceptando que todos tenían razón, superándolos a todos. No dándole la espalda a los maniacos métodos de Fletcher, sino imitándolos, aplicando sus enseñanzas contra él.

En cierto modo, podríamos decir que no ocurre lo mismo en La La Land. En ella la actitud neoliberal que se le achaca es quizás menos patente. Pero también podríamos decir lo contrario: que lo que hace es poner el foco en algo aún más específico. En cómo el romance es un lastre para el talento.

Es cierto que en la historia de Mia (Emma Stone) y Sebastian (Ryan Gosling) actriz y músico de jazz respectivamente, su ruptura no deja de ser a causa de su imposibilidad de conjugar sus vidas con los sentimientos que se profesan, pero la película juega, como Whiplash, con la ambigüedad de la situación. Ni la relación comenzó de un modo demasiado sano, con ellos discutiendo a cada paso y él mostrando una actitud paternalista hacia ella, ni ninguno de los dos parece hacer un esfuerzo constante por estar ahí para el otro. Por creer en él. Y si quisiéramos irnos al extremo menos sano posible, ni siquiera es que se planteen la posibilidad de sacrificar su carrera por el otro.

Pero precisamente es ahí donde podríamos ver ese neoliberalismo que se achaca a Chazelle. En cómo el éxito en sus carreras es más valioso que su romance. Algo que ni confirma ni desmienta su fascinante final: cada uno de ellos ha encontrado la felicidad a su manera, incluso si no pueden evitar pensar qué hubiera sido de ellos si se hubieran atrevido a seguir adelante con su relación.

Al final no deja de ser lo mismo que señalábamos con Whiplash. Es tan ambiguo, tan abierto a la interpretación, que es difícil ser tajante en una otra dirección. Y lo que algunos lean como neo-liberal otros pueden hacerlo como todo lo contrario.

En cualquier caso, sus otras películas nos hacen dudar de ese hipotético neoliberalismo. Su primera película, la desconocida Guy and Madeline on a Park Bench, es una encantadora cinta en blanco y negro donde no ocurre nada y sus principales protagonistas son todos de color, lo cual hace poco creíbles las acusaciones de racismo que venían asociadas a las de su actitud neoliberal. Y de First Man aún no sabemos cómo enfocará un punto tan delicado como un triunfo que, desde cualquier punto de vista, sólo se lo puede juzgar como colectivo e improductivo. Ya que, en última instancia, ¿qué ganancia monetaria cabe en enviar un hombre a la Luna más allá del hecho de decir que podemos hacerlo?

Este viernes podremos saber si First Man rompe o sigue alimentando la leyenda del neoliberalismo de Chazelle. Pero hasta entonces, hay algo que es innegable. Que vivimos en un mundo neoliberal. Que Chazelle vive en nuestro mundo. Y que, incluso si no es intencional, es inevitable que se filtre la ideología dominante en sus películas, incluso si eso puede hacerlas indeseablemente ambiguas para algunos.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento