[SEFF 2020] 'Ammonite': cunnilingus victoriano y amor táctil entre Kate Winslet y Saoirse Ronan

Kate Winslet y Saorsie Ronan marcan el camino a seguir por el cine británico en el mundo posterior al MeToo con un romance de época.
[SEFF 2020] 'Ammonite': cunnilingus victoriano y amor táctil entre Kate Winslet y Saoirse Ronan
[SEFF 2020] 'Ammonite': cunnilingus victoriano y amor táctil entre Kate Winslet y Saoirse Ronan
[SEFF 2020] 'Ammonite': cunnilingus victoriano y amor táctil entre Kate Winslet y Saoirse Ronan

Es una perogrullada, pero acostumbrados como estamos a la publicidad engañosa, no está de más recordar que uno de los mayores atractivos del Festival de Cine Europeo de Sevilla es enterarte de lo que se cuece en el Viejo Continente. En el caso de Reino Unido, tres películas demuestran que tienen muy claro que su cinematografía va a apostar por personajes femeninos, en historias que relatan su camino hacia el empoderamiento y su lucha contra el heteropatriarcado.

Era de esperar. Porque poco se había filmado sobre eso. Porque l@s británic@s son l@s que más han desarrollado el concepto de las políticas de identidad. Y porque tienen una larga tradición reivindicativa a sus espaldas. De las tres, sin duda, la que más expectación ha despertado, por presupuesto, por el prestigio del director Francis Lee (tras la magnífica Tierra de Dios) y por sus estrellas de relumbrón es Ammonite. También es la más clásica y la que tiene el título más horroroso (del festival… y tal vez de la historia).

Cuando se hizo público el proyecto, un biopic de la paleontóloga Mary Anning (1799-1847), la siempre activa muchachada millennial salivó de placer en las redes: ¿una historia de amor lésbica entre Kate Winslet (Anning) y Saorsie Ronan (Charlotte Murchison)? ¿Entre la heroína de su gran clásico Titanic y su gran e indiscutible estrella emergente? Había que verlo.

Pues bueno. Ya lo hemos visto. La película se abre con una metáfora del borrado de las mujeres de la historia. Una trabajadora limpia de rodillas el suelo del Museo Británico mientras unos señores le pisan lo fregado para colocar un fósil de ictiosaurio a la que se le niega el nombre de su descubridora. Luego llega Winslet/Anning, una solterona con cara de llevar todo el año comiendo acelga hervida, y después Ronan/Murchinson, infeliz en el amor conyugal y como un pimpollito de primavera.

El marido de Ronan se va y le deja en prenda a Winslet. Buscan fósiles. De tanto frotar piedras surge la chispa de un amor imposible. El cunnilingus entre las dos estrellas, esto es, la escena morbosa que tod@s estábamos esperando es demasiado poco aliciente para lo que la película podía haber sido. Metáforas demasiado obvias (la roca, el anillo, la polilla atrapada) y mucho, pero que mucho, plano de manos. El amor femenino es, según repite Lee una y otra vez, una cosa táctil. L@s que esperaban un Retrato de una mujer en llamas II van a quedar decepcionad@s.

Las otras dos películas británicas siguen los mismos derroteros, pero pretenden acercarse al cine más chupiguay del momento, el que viene con el sello de la productora A24. Fanny Lye Deliver’d, de Thomas Clay, es la historia de cómo una mujer se libera del yugo patriarcal y se convierte en pionera del cuaquerismo.

Aquí el empoderamiento utiliza como vehículo una curiosa mezcla de géneros: la home invasion y el folk horror. También tiene mucho de western en la Inglaterra rural de 1657, pero es que la referencia al western se puede decir del 95% de las películas (¿igual me he quedado corto?).

Es imposible no ver en esos monstruos masculinos puritanos (brillante, como siempre, Charles Dance), ecos de La bruja de Robert Eggers. Ha estado tres años en postproducción, y tal vez eso explique el por qué no acaba de brillar tanto como promete en sus inicios y en unos movimientos de cámara brillantes. En su sangriento desenlace falta rojo sangre, falta rojo de la productora Hammer.

Por último, Make Up, de Claire Oakley vuelve con el mismo tema, empoderamiento femenino y amor lésbico. Tiene la particularidad de ser la única de la terna que habla de mujeres y está rodada por una mujer (otro día debatimos sobre si las películas sobre mujeres deben rodarlas mujeres o no).

Hay momentos brillantes, sutiles y bien montados, y otros que pecan de efectistas. Según The Guardian es: “como si Ken Loach hubiese colaborado con Brian De Palma y Nicolas Roeg”. Hacedme caso, no leáis The Guardian, que es lo que hacen/hacemos la mayor parte de periodistas español@s (y por eso escriben/escribimos como escriben/escribimos).

A mí me recordó más bien a una Midsommar (otra vez A24) contemporánea, en la playa y entre caravanas, aunque aquí no hay rituales salvajes, pero sí el mismo sacrificio que el de las otras dos películas: el sacrifico personal de dos mujeres (que multiplicado por tres películas hacen un total de seis mujeres), para quererse a pesar de las convenciones sociales.

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