"Cuatro" significa "muerte": 10 sagas que debieron quedarse en trilogías

Aviso para productores de 'blockbusters': prolongar tu franquicia más allá del tercer capítulo puede costarte muy caro, a no ser que te llames Michael Bay.
"Cuatro" significa "muerte": 10 sagas que debieron quedarse en trilogías
"Cuatro" significa "muerte": 10 sagas que debieron quedarse en trilogías
"Cuatro" significa "muerte": 10 sagas que debieron quedarse en trilogías

En China en particular, y en el Este de Asia en general, el número cuatro trae mala suerte. Por razones culturales y lingüísticas (su pronunciación, en varios idiomas de dicha área, es similar a la de la palabra "muerte"), ese guarismo que precede al cinco y sucede al tres suscita supersticiones similares a aquellas que rodean al siempre socorrido trece en Occidente, por lo que es mejor emplearlo lo menos posible... A menos que tu nombre sea Michael Bay: Transformers: La era de la extinción, cuarta entrega del serial de robots gigantes, ha permitido al explosivo cineasta hinchar aún más su ego recaudando millonadas a tutiplén, gracias en muy buena parte al demoledor éxito de la franquicia en el Celeste Imperio y sus aledaños. Qué cosas, ¿verdad?

Pero mucho ojo, lectores, porque el caso de Bay es muy especial, y las creencias del Oriente parecen llevar más razón de la que parece. ¿Por qué decimos esto? Pues porque, según verás a continuación, rodar una cuarta parte puede ser la mejor manera de cargarte una saga de cine. Será porque, desde Star Wars, la trilogía parece la forma más adecuada para las franquicias blockbusteristas, o porque, sencillamente, a esas alturas resulta muy difícil encontrar ideas originales y no sucumbir a la inercia. Eso, por no añadir el cansancio de un público que (como repetimos siempre) puede ser más avispado de lo que parece. Si sigues sin creértelo, será mejor que le eches un vistazo a estos ejemplos...

Indiana Jones y el Reino de la calavera de cristal (Steven Spielberg, 2008)

¿Por qué se cargó la saga? Allá por 1989, Steven Spielberg, Harrison Ford y George Lucas despidieron a nuestro saqueador de tumbas favorito con una cabalgata hacia la puesta de sol, en la inmejorable compañía de papá Sean Connery. Pero, 19 años después de Indiana Jones y la última cruzada, los cineastas y el actor volvieron a unirse para un filme que casi, casi se carga la leyenda de 'Indy' para los restos. Por si no bastase con el hiato temporal (torpemente salvado en los diálogos) entre la década de los 30 y la Guerra Fría, hay que añadir a esa Cate Blanchett soviética y más bien carente de gracia y a unos aliens metidos con calzador, y reciclados de un interesante tratamiento de guión obra de Frank Darabont. Por último, te suplicamos que no nos hagas hablar del regreso de Karen Allen y del blasfemo rol de Shia LaBeouf: hacerlo sería peor que abrir el Arca de la Alianza.

Batman y Robin (Joel Schumacher, 1997)

¿Por qué se cargó la saga? Gracias a su notable calidad, las dos aventuras de 'Bats' firmadas por Tim Burton consagraron al Hombre Murciélago como mito del cine moderno. Ahora bien: a la altura de Batman Forever, las labores de dirección pasaron a un Joel Schumacher cuyo desfase kitsch tuvo su gracia... hasta cierto punto. En esta cuarta entrega, los villanos Arnold Schwarzenegger y Uma Thurman nos hicieron añorar, no ya al Joker de Jack Nicholson, sino al Enigma de Jim Carrey, mientras que Chris O'Donnell y Alicia Silverstone parecían competir por el derecho a una ración de collejas. ¿Hacía falta algo más para completar semejante desaguisado? Pues, por supuesto, el 'bat-traje' con pezones lucido por un George Clooney más perdido que el barco del arroz. Mucho ojo, aun así, porque Batman y Robin padeció lo suyo a manos de la productora y, a decir de quienes lo vieron, el montaje original de Schumacher tenía su aquel.

Pesadilla en Elm Street IV (Renny Harlin, 1988)

¿Por qué se cargó la saga? Tras desentenderse de una segunda parte muy mediocre, Wes Craven recuperó el control de las aventuras de Freddy Krueger produciendo y escribiendo Pesadilla en Elm Street 3, seguramente el mejor y más imaginativo capítulo del serial. Pero eran los 80, las sagas de terror generaban secuelas como churros... y, cuando llegó la hora de rodar un cuarto capítulo, el elegido para ocupar la silla de tijera no fue otro que Renny Harlin. Acompañado por un pequeño ejército de guionistas, el futuro director del megabatacazo La isla de las cabezas cortadas se cargó de un plumazo los logros de la película anterior, reemplazando además a una Patricia Arquette embarazada con la olvidada (y olvidable) actriz y cantautora Tuesday Knight. Pese a coincidir con el momento de mayor popularidad de Freddy, este filme decepcionó a los fans veteranos, y ahora queda como el inicio de una larga decadencia contra la que nada pudo el reboot de 2010.

Alien Resurrección (Jean-Pierre Jeunet, 1997)

¿Por qué se cargó la saga? Gracias al proverbial camión de dinero aparcado frente a su puerta, Sigourney Weaver había accedido a retomar el papel de Ellen Ripley. El francés Jeunet, aclamadísimo entre los fans del fantástico gracias a Delicatessen, fue contratado como director. Y, para colmo, las labores de guionista corrieron a cargo de todo un Joss Whedon. Vamos, que los aficionados acogieron a Alien Resurrección como el antídoto perfecto para el marasmo en el que Alien 3 había sumergido a la saga xenomorfa. Y, por ello, se llevaron una decepción de órdago cuando vieron este filme, del cual reniegan hoy tanto su director como su escritor. Ni siquiera las insinuaciones de un romance sáfico-robótico entre la Weaver y Winona Ryder salvaron a una aventura tan sobrada de luminosidad y colorines como falta de intensidad y horrores cósmicos.

Superman IV: En busca de la paz (Sidney J. Furie, 1987)

¿Por qué se cargó la saga? En principio, la cuarta aventura en cines del Hombre de Acero contaba con tres ventajas considerables sobre Superman III (1983). Para empezar, Gene Hackman regresaba como Lex Luthor, para seguir, Christopher Reeve se había implicado a fondo (el argumento del filme, muy pacifista él, llevaba su firma) y, para terminar, en ella no aparecía Richard Pryor. ¿Qué salió mal en la película, entonces? Pues todo lo demás: en lugar del meticuloso Richard Donner, o incluso de ese Richard Lester empeñado en convertir los filmes en comedias destrozonas, las labores de dirección corrieron a cargo del autor de Águila de acero, mientras que los productores Menahem Golam y Yoran Globus desplegaron su legendaria tacañería reduciendo el presupuesto a la mínima expresión. Un rodaje atropellado y un diseño de producción rayando lo delictivo (ojo a las mallas lucidas por el Hombre Nuclear, villano de la historia) hicieron el resto.

Tiburón: La venganza (Joseph Sargent, 1987)

¿Por qué se cargó la saga? "La película no la he visto, y dicen que es espantosa. Pero la casa que me compré con mi sueldo sí la he visto, y es preciosa". Las sabias palabras de Michael Caine deberían resumir todo lo que necesitas saber sobre Tiburón: La venganza, pero como la película se merece un vapuleo debemos extendernos un poco más. Steven Spielberg llevaba fuera de la circulación desde Tiburón 2, filme que también supuso la despedida del sheriff Roy Scheider, y Jaws 3-D: El gran tiburón había sido acogida universalmente como un chiste (algo natural, porque inicialmente la película debería haber sido una comedia), de modo que tirar la toalla habría sido algo lógico a esas alturas, amén de necesario para preservar el honor del serial. Pero dile tú eso a un productor con ganas de hacer caja... Señalemos que tanto Scheider como Richard Dreyfuss fueron invitados a hacer sendos cameos en la película, algo a lo que ambos se negaron. Lo cual, qué duda cabe, les honra.

La tierra de los muertos vivientes (George A. Romero, 2005)

¿Por qué se cargó la saga? Que todo el mundo te mire por encima del hombro cuando has inventado un género (y qué género: nada menos que el de los apocalipsis zombies) debe ser duro. Máxime si, además, tienes que contemplar cómo ese niñato llamado Zack Snyder se forra el riñón gracias a un remake de tu obra maestra (es decir, Amanecer de los muertos). Pero, aun entendiendo lo quemado que debía andar el maestro Romero, no nos explicamos por qué diablos decidió prolongar su serial putrefacto 20 años después de haberle proporcionado un digno final con El día de los muertos (1985). Las presencias de Asia Argento (como siempre, suculenta en lo físico y muy justita en lo dramático) y de un Dennis Hopper con prisa por cobrar el cheque hacen poco por mejorar el resultado de esta cuarta parte, pero el cineasta debió quedarse contento: años después, Romero habría de estrenar Diary of the Dead y Survival of the Dead, dos películas de temática zombie y calidad igualmente discutible.

La jungla 4.0 (Len Wiseman, 2007)

¿Por qué se cargó la saga? Entre los (innumerables) mandamientos que todo cinemaníaco debe seguir, figura uno que reza: "Adorarás a John McClane sobre todas las cosas, y a su camiseta Imperio como a ti mismo". Lo cual no es óbice para admitir que la cuarta aventura del policía resacoso estuvo muy por debajo de las expectativas: no es sólo que Bruce Willis apareciese aquí excesivamente cachas y sanote para resultar convincente en el papel (de ese desnortado macguffin sobre piratas informáticos, mejor hablamos otro día), sino que, además, la película hacía añorar la sabiduría con la que John McTiernan supo alternar las yoyas y las explosiones con el humor y las ambiguedades morales en Jungla de cristal y Jungla de cristal. La venganza. Aun y con todo ello, lo peor estaba por llegar: a la altura de La jungla: Un buen día para morir, las esencias del serial se habían diluido casi por completo, y muchos le deseamos a McClane una feliz jubilación bebiéndose sus birras y viendo los partidos de béisbol por la tele.

El legado de Bourne (Tony Gilroy, 2012)

¿Por qué se cargó la saga? Reemplazar a un protagonista emblemático (Matt Damon, claro) por otro (Jeremy Renner) sin demasiado carisma, y sacarse de la manga una continuación sin más motivos aparentes que venderle la moto a los espectadores, son pecados que uno puede perdonar tratándose de una saga de bajo presupuesto. Pero dichas maniobras resultan inexcusables cuando afectan al serial de acción más innovador e influyente de lo que llevamos de siglo. Saber que el guionista Tony Gilroy estaba al frente del proyecto nos dio esperanzas en un principio (qué demonios, el tipo había dirigido y escrito Michael Clayton), pero, tras su estreno, esta película nos hizo recordar dolorosamente que Jason Bourne sólo hay uno, y no tiene cuello. Esperemos que Justin Lin (Fast & Furious 6) sepa darle nuevos bríos a esa quinta entrega que, se supone, llegará a la pantalla dentro de dos años.

Paranormal Activity 4 (H. Joost, A. Schulman, 2012)

¿Por qué se cargó la saga? Vale, lo aceptamos: la primera Paranormal Activity resultaba más resultona que otra cosa, como corresponde a un filme que basa todo su atractivo en su condición de falso documental y en la sorpresa de su último fotograma. Pero, como en su día todos picamos con El proyecto de la Bruja de Blair, tampoco vamos a quejarnos demasiado. Respecto a sus dos secuelas (2010 y 2011), cabe reconocer que el productor Oren Peli supo vendernos la moto con cierta elegancia, así que no vamos a cebarnos con ellas. Pero, a la altura de la cuarta parte, el chicle se había estirado de tal manera que acabó por romperse, interrumpiendo (sólo de forma temporal: ahí está Paranormal Activity: Los señalados) una franquicia que hasta el momento había entregado un filme al año religiosamente.

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