Cuando ir al cine te deja sordo

Las autoridades de Connecticut se plantean prohibir las películas que superen los 85 decibelios de volumen. ¿Estamos pagando los 'blockbusters' con nuestros tímpanos, además de con el precio de la entrada? Por YAGO GARCÍA
Cuando ir al cine te deja sordo
Cuando ir al cine te deja sordo
Cuando ir al cine te deja sordo

Desde mediados de los 80, cuando el audio digital comenzó a retorcernos los tímpanos, la industria del entretenimiento se halla inmersa en lo que fans y expertos denominan "guerras del volumen". Es decir, el empeño de las compañías por que cada producto suene más alto (lo que no quiere decir "mejor") que el de la competencia. En el mundo de la música, este conflicto está más que documentado: mientras que bandas como Manowar superan en sus conciertos los decibelios producidos por un avión al despegar, los puristas del sonido se tiran de los pelos al constatar cómo grabaciones nuevas y punteras llegan a las estanterías sin apenas contraste entre el clímax y el susurro. Pero, ¿y en el cine? Pues básicamente lo mismo. Hace ya casi 20 años se advertía de que muchos blockbusters alcanzaban, en sus momentos de mayor estruendo, volúmenes cercanos al umbral del dolor del oído humano, mientras que algunos técnicos de salas forzaban al máximo sus equipos de amplificación por una razón discutible, pero comprensible: cuanto más nivel de sonido, mayor impacto en el espectador.

Tratándose de una actividad lúdica, puede aducirse que estamos ante un tema sin importancia, o incluso indispensable en el caso de productos palomiteros: cuando uno va a ver Los Vengadores o 300: El origen de un imperio no espera oír los diálogos al mismo nivel que en una película de Haneke. Pero las autoridades de Connecticut han decidido tomar cartas en el asunto, señalándolo como un problema de salud pública. Este estado de EE UU se plantea retirar todos aquellos filmes y tráilers cuyo volumen exceda de los 85 decibelios, aproximadamente los mismos que produce un tren en marcha. "No entiendo por qué [las películas y los exhibidores] necesitan hacer tanto ruido", explica William Young, el ingeniero químico que ha puesto en marcha la iniciativa.

Según recoge The Guardian, Young espera que la MPAA (la patronal del cine estadounidense) no haga oídos sordos a esta medida, limitando las efusiones sonoras de sus productos a niveles más controlables. Pero, según la misma fuente, la asociación alega que una ley así resulta exagerada y, sobre todo, que contraviene la Primera Enmienda de la constitución estadounidense, aquella que protege la libertad de expresión. ¿Cuál de las dos partes lleva las de ganar? Pues estamos ante un tema de lo más espinoso: por un lado, es cierto que exponerse a un volumen alto perjudica la audición. Además, la legislación española considera como riesgo laboral un volumen superior a los 85 decibelios en el puesto de trabajo. Por otro, como señalan algunos expertos en el caso de Connecticut, también es verdad que dicho riesgo sólo puede tenerse en cuenta cuando una persona se expone al ruido durante períodos largos de tiempo. "La combinación entre el nivel de ruido y la duración es lo que realmente importa", señala el médico Robert Dobie en CBS News.

Lo cierto, en todo caso, es que muchas veces los límites legales son papel mojado. Y los profesionales, también: la elección de los 85 decibelios como límite no es casual, sino que corresponde al volumen estándar que manejan los técnicos de sonido para mantener la claridad en una película. Superar ese nivel en la postproducción de audio, advierte la web especializada Creative Planet, puede llevar a "una mezcla descompensada en la que los diálogos quedan casi inaudibles", dado el contraste con los momentos más estruendosos. Por otro lado, el mismo texto advierte de que la digitalización del cine ha supuesto un auge del "cuanto más alto, mejor". Según explica el técnico John Ross (nominado al Oscar por La gran estafa americana), algunos directores no resisten la tentación de decir "ponlo tan alto como puedas". Lo cual, apunta, pone en verdaderos aprietos a los técnicos de sonido de los cines, que deben lidiar con erupciones de volumen poco aptas para la exhibición.

Ya que estamos, ¿adivinas qué cineasta es el máximo valedor de la ruiditis en los cines? Pues no podía ser otro que Michael Bay: desde Armaggedon, las películas del director de Transformers superan rutinariamente los 110 decibelios de media. Algo que deja chicos los 100 decibelios alcanzados por algunos blockbusters de los 80 y 90 en sus momentos cumbres, y que se acerca (siempre desde lo comparativo) a la presión sonora de un concierto de rock. Seguramente Bay estará encantado de registrar estas cifras, pero a nosotros su costumbre nos recuerda sospechosamente al guitarrista de Spinal Tap, alardeando de que su ampli de guitarra tenía potenciómetros que llegaban al once.

Antes que arrojar conclusiones sobre todo esto, nosotros queremos apuntar que el tratamiento del sonido es una disciplina compleja y en la que rara vez caben los absolutos. A menos, claro, que queramos entrar en terrenos profesionales y empantanarnos en términos como "curva de ecualización de la Academia", "RMS" o la diferencia entre vúmetros y picómetros. Aun así, aquí la última palabra deberían tenerla los oídos del espectador. ¿Crees que el volumen en los cines es demasiado alto? ¿Hay alguna película que haya puesto tus tímpanos al rojo vivo? Cuéntanoslo en los comentarios de esta noticia.

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