[Crónica San Sebastián 2011] ¿Merece la pena sufrir tanto?

Represión y torturas franquistas, exhibiciones autodestructivas, maltrato a animales, violencia doméstica, adicciones... Benito Zambrano protagoniza con 'La voz dormida' la jornada menos amable del festival. Por MANUEL PIÑÓN
[Crónica San Sebastián 2011] ¿Merece la pena sufrir tanto?
[Crónica San Sebastián 2011] ¿Merece la pena sufrir tanto?
[Crónica San Sebastián 2011] ¿Merece la pena sufrir tanto?

En el mismo día he visto a un policía pegar a un minusvalido, a un borracho acabar con un perro a patadas, a un hombre orinando sobre su esposa dormida, a una monja aporreando a una reclusa indefensa y también a un carcelero hacerle una cosa horrible a la hermana de Paco León. Aún habiendo sucedido todo en las pantallas del Festival de San Sebastián, creo que es de justicia preguntarse si merece la pena sufrir tanto en una sola jornada. Encontrar una comedia, o simplemente una película que no quiera destrozarte la vida, en un festival debe ser imposible. ¿Será por eso que entre proyección y proyección, pasan los días y seguimos riéndonos con algunos de los gags del Extraterrestre de Nacho Vigalondo?

En su esfuerzo por convertirse en el festival de referencia para el cine español, la jornada de ayer del festival estaba consagrada a La voz domida, la adaptación del libro de Dulce Chacón que ha dirigido Benito Zambrano (Solas). Ya lo han dicho en todas partes y yo tengo poco que aportar al respecto: sí, es otra película sobre la Guerra Civil, con coches clásicos, trajes de época, cartillas de racionamiento, retratos planos en los dos bandos. Los buenos, buenísimos; los malos, peores. En la rueda de prensa, Zambrano, embriagado del entusiasmo de saber que tiene la razón, dijo que sólo hace películas –tres en trece años– cuando le "llegan las musas". Curioso, porque lo único inspirado o distinto que hay respecto a las decenas de películas guerracivilescas del cine español es algo que no es suyo: la mirada de María León.

La hermana de Paco, que debuta a lo grande en el cine con el papel de una inocente chica de pueblo con una hermana encarcelada, tiene una frescura que contrasta con el acartonamiento de la historia, ese inconfundible olor a naftalina y una ausencia de discursos nuevos. Sí, fue horrible, muchos sufrieron todo tipo de vejaciones, otros fueron cruelmente asesinados, hubo ensañamiento por parte de los vencedores; pero para contarlo así, mejor esperar otra oportunidad. Zambrano pierde el control y crea caricaturas fascistas, con monjas que empuñan porras, curas con el corazón negro y militares que sentencian a muerte tomando pastitas. Para guardar las apariencias cree que con un par de frases del tipo "en las guerras todos perdemos" compensa, pero se le ha ido la mano. Los convencidos ya lo están, y a los negacionistas sólo lograré crisparles.

Compitiendo en la Sección Oficial con La voz dormida, se proyectó también ayer 11 Flowers, una película del chino Wang Xiaoshuai ambientada en un pueblo del gigante comunista, meses antes de la Revolución Cultural de Mao. Lo curioso es que está más cerca de Cuenta conmigo, el clásico juvenil de Rob Reiner, que del tipo de película histórica que suele venir de China. Hay cuatro chavales –el soñador guapete, el gordito, el miedica y el gafotas–, un bosque, un asesinato y un montón de adultos que no entienden nada. Si no fuera por la parsimonia –dos largas horazas– con la que Xiaoshuai lo cuenta todo hasta podría estar bien. Sin embargo, cuando ya se han disfrutado de largos planos con flores en un jarrón, escenas de la rutina doméstica y discusiones eternas, uno lo que quiere es que llegue un momento "videoclip". Ya saben, ese montaje rápido y agil en el que con una música sonando a todo trapo se hace una agradecida elipsis.

Precisamente de eso tenía Tyrannosaur, del actor metido a director Paddy Considine. El problema es que para cuando llegaba, se habían vivido cosas tan terribles que no estaba uno de humor ni siquiera para aliviar tensiones. La película es gratuitamente violenta y desagradable, acumulando grandes éxitos del mal rollo –maltrato a animales, violencia doméstica, violaciones, alcoholismo, peleas en bares, personajes depresivos– con muy poco fruto. Peter Mullan, que el año pasado triunfó por aquí con Neds y vuelve esta vez sólo como protagonista, se pone el mismo traje de escoria blanca de la sociedad británica y suelta todos los tacos y maldiciones que se le vienen a la cabeza. A ver cuando le pasa algo bueno a este hombre en la pantalla.

Casi se me olvida Rampart, que también compite en la Sección Oficial, pero no, no ha habido tanta suerte. Woody Harrelson es un policía adicto a la farmacia, corrupto, violento, asqueroso y al que sólo le falta ser del Atleti para ser Torrente. Pero no, él apatrulla Los Ángeles y prefiere una buena cruzada autodestructiva a hacer reír a millones de agradecidos españoles. Vamos que con un argumento de James Ellroy, Harrelson ha querido hacer su propio Leaving Las Vegas y Teniente Corrupto, y le ha quedado una cosa amorfa a la que el desfile de actrices a las que Hollywood no encuentra curro le añade un punto todavía más lamentable. Lo malo no es que el policía Harrelson cometa acciones horribles; lo que de verdad duele es contemplar a Robin Wright, Anne Heche o Sigourney Weaver participando en esta película.

La jornada la cerró una proyecció a medianoche de Shame, la película por la que el actor Michael Fassbender es ahora mismo el puto amo. De la historia de este adicto al sexo ya se ha hablado por aquí de sobra, sólo queda añadir que todo es cierto. ¿Y es tan dura como cuenta? Todavía más, aunque afortunadamente esta vez sí sufrir tanto en el patio de butacas tiene recompensa: es una de las películas del año.

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