CRÓNICA: Mujeres al borde de un ataque de nervios, el musical

Desde Nueva York, David Alandete escribe para CINEMANÍA la crónica del estreno en Broadway del musical de 'Mujeres al borde de un ataque de nervios'.
CRÓNICA: Mujeres al borde de un ataque de nervios, el musical
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CRÓNICA: Mujeres al borde de un ataque de nervios, el musical

DAVID ALANDETE (Nueva York). Si hay un español al que los norteamericanos reconocen y admiran, ese es Pedro Almodóvar. Aquí, el director manchego representa a una España refulgente y en pleno despertar cultural de los años ochenta: un país colorista e histriónico, tan intenso como moderno, con alma de culebrón y estética de cuadro de Andy Warhol. Por eso, no es de extrañar que, cuando una productora norteamericana haya querido trasladar una película española a Broadway en forma de musical, el título elegido haya sido Mujeres al borde de un ataque de nervios, estrenada en 1988 y primera nominación de Almodóvar a los Oscar.

Tampoco es de extrañar que el musical resultante, estrenado en el teatro Belasco de Broadway el pasado cuatro de noviembre, haya impresionado a los críticos locales por su estética colorista al nivel de los mejores dramas de Douglas Sirk, por la frescura que destilan unas escenas al estilo de Vincente Minelli y por una trama que recuerda vagamente a Alfred Hitchcock en su surrealismo. Almodóvar conoce Hollywood y, a través de su película original y su influencia en este musical compuesto por David Yazbek (autor de Dirty Rotten Scoundrels) y dirigido por Bartlett Sher (South Pacific), le devuelve a América sus propios códigos, pasados por la batidora del ‘morfidal’ [sic], los tomates y un Madrid que amanece alegremente a la modernidad.

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El propio Almodóvar anunció la puesta en escena del musical en 2007, durante una rueda de prensa en Londres. Desde entonces, mucho se ha escrito y hablado sobre la adaptación de las aventuras de la desesperada Pepa, persiguiendo a un escurridizo y enigmático Iván por un eterno amanecer sobre un Madrid de cartón piedra. En el estreno, los personajes secundarios fueron los que se hicieron con los halagos de los críticos. Deslumbraron la inconsciencia desesperada de Candela, interpretada por Laura Benanti, ganadora de un premio Tony en 2008 por el musical Gypsy, y el dramatismo alucinado de Lucía, encarnada por Patti Lupone, toda una diva del escenario que fue, en 1979, la Evita original en Broadway y que ha sido reconocida también con dos Tony.

Lucía roba la escena con unos versos que concentran no sólo la esencia de su personaje, sino también el espíritu melodramático y a ratos esperpéntico de esta obra: “Nunca podré saber, por qué me empeño en hacerle caso a esta lunática luna, cada vez que llama a mi loco corazón”. El resultado, un musical que a ratos es mambo, a ratos es tango y a ratos es bossa nova, está al nivel estético del producto original. No podría ser menos. Como se esperaba de él, Almodóvar ha prestado toda su colaboración y todas sus ideas para imbuir a este producto escénico del espíritu del largometraje original. Todo, incluidos los vestidos de las actrices, podría haber sido extraído del baúl de la productora el Deseo. Hasta ese nivel ha llegado el detallismo de los productores en un montaje que ha costado cinco millones de dólares (3’5 millones de euros) de producir.

Tal ha sido la minuciosidad -que ha pasado por reconstruir, entre otros escenarios, el piso de Pepa y el taxi en el que transcurre buena parte de la trama- que la construcción del decorado obligó a la productora, Lincoln Center Theatre, a cancelar dos preestrenos para la prensa en octubre. El director, Bartlett Sher, vio la película original, plano a plano, con Almodóvar, para extraer ideas e inspiración, y para dotarle a su obra del carácter de la mujer española contemporánea y del espíritu de aquel Madrid de los años ochenta que tan bien conoce el veterano y respetado director manchego. A tenor de las primeras críticas, lo que ha salvado al montaje es, precisamente, el toque Almodóvar. Lo que ha quedado en manos de los productores norteamericanos ha acabado decepcionando a la prensa especializada. “Un gazpacho insípido”, ha dicho el crítico de The Hollywood Reporter. “Una triste víctima de una mente distraída”, ha publicado The New York Times.

De hecho, lo que le dio valía a la película original fue el saber hacer de Almodóvar. La trama original no es especialmente intrincada: Pepa busca a Iván para darle una noticia, mientras huye de la ex mujer de éste, Lucía, que acaba de salir de una institución mental. Fue la maestría de Almodóvar al trasladar esa historia a imágenes lo que le granjeó una reputación de director vanguardista y visionario en todo el mundo. Por eso, según anotaban diversos medios de EE UU, como New York Magazine o The Washington Post, es difícil sentir empatía alguna con la nueva Pepa interpretada por Sherie Rene Scott. The Hollywood reporter opina que su papel es “el calvario de llamadas perdidas y truncados encuentros de un personaje plano”.

Ése es el que ha resultado ser el gran problema del esperado musical de Mujeres: su valía radica en que Almodóvar ha hecho algo más que conceder los permisos y derechos. Como se esperaba de él, ha metido mano en el musical, con acertado criterio. Es lo que brillará de este montaje en la memoria teatral de Broadway. En todo lo demás, Mujeres queda como un recuerdo fílmico de la interpretación original, soberbia e irrepetible, de Carmen Maura; la acertadísima banda sonora de Bernardo Bonezzi; la dirección artística de Félix Murcia; el montaje de José Salcedo y, por supuesto, la ubicuidad de Almodóvar en el producto. Esas cosas, parece, no se han podido reflejar musicalmente sobre un escenario.

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