¿Cómo afronta el cine a las madres asesinas?

El caso del asesinato de Isabel Carrasco devuelve la imagen de película de otras mujeres dispuestas a matar para defender a sus hijas.
¿Cómo afronta el cine a las madres asesinas?
¿Cómo afronta el cine a las madres asesinas?
¿Cómo afronta el cine a las madres asesinas?

"Era mi hija, o ella", declaró hace unos días Montserrat González en el juicio contra ella y su hija, Triana Martínez, que ha acabado en una condena de, respectivamente, 22 y 20 años de cárcel por el asesinato de Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación de León. Dicotomía a la antigua usanza. A lo que agregó, con calma: "No estoy arrepentida. Estoy convencida de que si no lo hago, hubiera ido al entierro de mi hija". Una madre capaz de cualquier cosa por defender a su prole, incluso matar, como no pocas madres del cine, del teatro, de la literatura. Madres de todas las especies, amparadas en la normalidad, como en el caso Carrasco, o acostumbradas a la violencia, pero siempre con una máxima: "Dios castigará a todo el que se meta con mis hijos".

La frase anterior la pronuncia Shelley Winters en Mamá sangrienta (Roger Corman, 1970), inspirada en Ma Barker, legendaria asesina durante la Gran Depresión. "Cualquier parecido con Kate Barker y sus hijos está hecho con toda la intención", dice son sorna un texto en el inicio de la película. Sin embargo, el caso de León parece tener  muchas más semejanzas con la magnífica Alma en suplicio (Michael Curtiz, 1945), basada en una novela de James M. Cain, de la que Todd Haynes realizó una posterior adaptación televisiva: Mildred Pierce.

"Sería capaz de cualquier cosa por esas niñas. Son las primeras en esta casa, antes que tú y que yo", dice la protagonista al marido sobre sus crías. Pero una de ellas se las trae: una aspirante a pija, vanidosa y orgullosa, toda fachada, capaz de avergonzarse de su madre porque trabaja de camarera. Mientras, la madre,  mujer de enorme personalidad, luchadora y capaz, sólo tiene un defecto tras divorciarse de su marido: enamorarse de un jeta que llegará a liarse con su hija adolescente. Demasiado. Un caradura y una caprichosa que desprecian a la madre porque se gana la vida trabajando, y a la que acaban arruinando. Y, sin embargo, a pesar de sufrir la constante humillación de la hija, una madre con coraje.

Como en el caso de León, Cain y Curtiz, con apariencia de cine negro y drama social de por medio, juegan a que haya dos posibilidades para el final: que la madre haya matado a la persona a la que odia para librar a su hija, o que lo haya matado la hija (o las dos), y la madre esté dispuesta a autoinculparse por el crimen. Las respuestas finales: en la película, y en la sentencia. Otra madre de provincias es Kathleen Turner en Los asesinatos de mamá (John Waters, 1994), ésta tan desquiciada que lo mismo mata al profesor que suspende a su hijo que a la vecina que no recicla o al novio que da plantón a su hija. "Se ha cumplido tu deseo, cariño", responde a su hija, horrorizada, cuando ésta le da la noticia de que su ex novio ha muerto asesinado. Sátira malvada sobre la América biempensante, la historia convierte a la madre en estrella mediática a causa de su normalidad.

Un modelo distinto de madre lo representan las castradoras. Como la más insigne, la de Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960). "El mejor amigo de un chico es su madre", clama Norman Bates sobre su ambigua relación. Una relación con licencia para matar. O como la de La casa de Bernarda Alba (Mario Camus, 1987), basada en la obra de Lorca: madre represora, viuda de cabrón, guardiana de la flor de sus hijas en tiempos castradores y tierra de malos augurios, donde Pepe el Romano, al que nunca se le ve y del que todas hablan, es el prometido de una de las hermanas y amante de otra, con los celos de una tercera. Y Pepe las va a devorar. A todas. Pero la madre, ante el amor desbocado de sus hijas, toma la iniciativa, a golpe de cañón de escopeta de caza. Y la tragedia del equívoco. "Nos fundiremos en un mar de luto", clama la matriarca Bernarda, "que al amanecer den los clamores las campanas". Silencio.

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