[Cannes 2018] Hitchcock vive en el cine millennial

'Under the Silver Lake', de David Robert Mitchell, y 'Burning', de Lee Chang-dong mantienen fresco el legado del maestro del suspense con sus reformulaciones millennial.
[Cannes 2018] Hitchcock vive en el cine millennial
[Cannes 2018] Hitchcock vive en el cine millennial
[Cannes 2018] Hitchcock vive en el cine millennial

¿De qué se habla en Cannes? El final del festival se acerca y la segunda semana de la competición ha cogido un ritmo endiablado lanzando películas brillantes sobre los asistentes. Es un lujo increíble poder ver en una misma jornada dos trabajos mayúsculos como Under the Silver Lake, de David Robert Mitchell (It Follows) Burning, de Lee Chang-dong (Poetry), apuntando hacia la Palma de Oro, más el deslumbramiento formal en Un Certain Regard del romance onírico chino Long Day's Journey into Night, donde Bi Gan (Kaili Blues) se marca un asombroso plano secuencia en 3D de 55 minutos que ha encandilado a la crítica pero no debería invisibilizar otros logros, como un precioso match cut de montaje entre planos que acaba con un beso horizontal. Uno imagina que así es como tendría que ser Cannes siempre; por desgracia, muchos filmes hechos con plantilla y decisiones de programación incomprensibles lo impiden, pero cuando se alinean los astros todo es una fiesta cinéfila.

¿Qué películas has visto? Dos ejercicios colosales de construcción de suspense y rememoración del legado de Alfred Hitchcock como herramienta narrativa para escudriñar aspectos y angustias de la generación millennial. 

En Under the Silver Lake, el estadounidense David Robert Mitchell corona la asombrosa trilogía sobre la adolescencia que iniciaron The Myth of the American Sleepover (2010) y la exitosa It Follows (2014) con un relato poliédrico de misterio que se ofrece al espectador como un rompecabezas alucinado y sobrecargado de símbolos, pistas falsas y códigos como los que su protagonista (Andrew Garfield) busca ocultos en referentes de la cultura pop.

Son innumerables la cantidad de citas y referencias que se derraman por el monumental metraje (2 horas y 20 minutos) de un relato con espíritu neonoir ambientado en Los Ángeles. Sin embargo, al contrario que el blockbuster multirreferencial que ha estrenado Steven Spielberg este mismo año, Ready Player One, en Under the Silver Lake ese ecosistema formado por canciones pop, citas cinéfilas al Hollywood clásico, videojuegos de 8 bits y cómics underground no busca activar la simpatía del público enseñándole artefactos que conoce y le reconfortan, sino forzar la revelación de su lado oscuro a través de la sobreexposición. Vivimos en una realidad tan sobrecargada de imágenes, iconos y símbolos que no es fácil alcanzar la perspectiva necesaria para ver las fuerzas que actúan en su composición. Nos limitamos a nadar en el líquido amniótico de la cultura pop para cobijarnos de un mundo exterior violento e incomprensible.

Así le ocurre al personaje interpretado por Andrew Garfield, un millennial de Los Ángeles sin trabajo conocido y un retraso en el pago del alquiler que le pone a cuatro días de ser expulsado de su apartamento. Lejos de preocuparse por ello, y sin ningún atisbo de sufrir precariedad económica, se dedica a comprar fanzines, espiar a su vecina cual James Stewart en La ventana indiscreta, ir a fiestas y obsesionarse con una vecina (Riley Keough) de su edificio, igualito al de En un lugar solitario. La película de Nicholas Ray es uno de las decenas de referentes del cine negro, subdivisión californiana, que habitan las imágenes y estallidos musicales de la película.

Pero sobre todo es la obra literaria de Thomas Pynchon –a quien, sorprendentemente, Mitchell afirma no haber leído jamás– la que, con sus códigos secretos, conspiraciones, criptografía, lluvia de personajes y generosa caudalosidad lo que viene a la mente, tanto como los collages eruditos de Alan Moore, mientras seguimos al protagonista en su búsqueda de la chica con la que pasó una gran noche y luego desapareció sin dejar rastro. Es inevitable pensar en Puro vicio, la adaptación pynchoniana de Paul Thomas Anderson, pero aquí más que un Doc Sportello contemporáneo dando tumbos por la realidad hay un equivalente de la caída por la madriguera de la Alicia de Lewis Carroll encarnada en un hipster narcisista y despreocupado que va adentrándose en submundos de privilegio más turbios de lo que pensaba. Uno de los placeres de la película es ir recibiendo el impacto de las situaciones y los puntos de fuga, oníricos o no, que plantea.

Como otras obras excesivas que analizan el mundo desde la paranoia –en Cannes ha sido habitual compararla con la incomprendida Southland Tales, de Richard Kelly–, habrá mucho de lo que hablar y desencriptar cuando Unter the Silver Lake llegue a las salas comerciales, pero no olvidemos que la propia película demuestra lo absurdo e inútil que es buscarle explicación a todo. A veces puede que nos quedemos sin obtener una respuesta clara y definitiva, pero la recopilación de indicios puede ser suficiente para pasar a la acción. Así ocurre en Burning, adaptación de un relato del escritor japonés Haruki Murakami por el coreano Lee Chang-dong, donde la desaparición de otra chica lanza al protagonista a la búsqueda de pistar para saber si ha sido secuestrada o asesinada.

Lee Chang-dong quizás sea el mejor director coreano por debajo de Hong Sang-soo, practicando un tipo de cine diametralmente opuesto pero con la misma firmeza de personalidad y purificación de rasgos. Si el prolífico Hong, a ritmo de una película o más por año, tiende a la depuración máxima de sus historias, Lee lleva un ritmo muy pausado de 6 películas en 21 años; han pasado ocho desde la anterior, Poetry (2010). Afirmar que todas son obras maestras no sería exagerado, y con Burning sucede lo mismo.

Filmada con un refinamiento apabullante, con fotografía de extrema belleza a cargo de Hong Kyung-pyo –talentazo a quien no sería raro que Lee haya recurrido tras ver sus trabajos con Park Chan-wook Na Hong-jin de los últimos años– Burning plantea un thriller de falso culpable hitchcockiano desde la óptica inversa: sembrando la duda sobre si uno de los vértices de un triángulo amoroso es en realidad un asesino. Steven Yeun, conocido por sus trabajos en Hollywood y la serie The Walking Dead, cumple a la perfección con la ambigüedad que requiere el personaje, pero la mayor revelación actoral de la película –otra especialidad de Lee Chang-dong– es la debutante Jeon Jong- seo. Suyo es un maravilloso plano secuencia en el campo, al atardecer, donde después de fumar un porro baila al son de la trompeta de Miles Davis que sonaba en Ascensor para el cadalso. El gran momentazo de Cannes 2018.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento