[Berlín 2018] Doble debut español

Las directoras Meritxell Colell y Diana Toucedo estrenan sus óperas primas en la Berlinale.
[Berlín 2018] Doble debut español
[Berlín 2018] Doble debut español
[Berlín 2018] Doble debut español

¿De qué se habla hoy en Berlín?

Quizá es una conversación que se queda entre los periodistas españoles, aunque algo de ruido han hecho y los periodistas extranjeros preguntan por las películas española que este año pasan por la Berlinale. El caso es que este fin de semana era el de dos directoras debutantes españolas, Meritxell Colell y Diana Toucedo y dos ópera primas, Con el viento y Trinta lumes respectivamente. Misma generación, mismos intereses, las dos montadoras hasta ahora que se han lanzado a dirigir su primera película, cada una por su lado, pero encontrándose en esa curiosidad y deseo por la realidad, de captar y contar su realidad, con ese interés por un lenguaje cinematográfico propio. Las dos se han ido a rodar a zonas rurales casi abandonadas, a rodar los rostros de la gente que queda, el cruce de generaciones en esas zona remotas, rozando casi el documental, más Toucedo que Collel.

Las dos pertenecen a esa generación a la que pertenece Carla Simón que el año pasado salió de aquí con premio Estiu 1993 y ya sabemos el carrerón que ha hecho. Las dos la tienen como referencia. “Porque no solo nos conocemos, somos amigas, compartimos intereses, también compartimos procesos”, dice Meritxell Colell, todas han compartido las dificultades de sacar adelante su primera película y de después seguir haciendo cine.

“Es un buen momento para nuestra generación, como cineastas, se está hablando mucho de esta generación de mujeres”, explicaba Collel unos días antes de volar a la Berlinale. “Pero no solo son mujeres, creo que hay muchos cineastas con un fuerte deseo de filmar la realidad, que están explorando el lenguaje cinematográfico en sus bordes, que entienden el cine desde un lado muy personal, muy conectado con la vida. Y, de hecho, están llegando a nivel internacional muy lejos. Pero lo que sí da esta idea de colectivo es mucha fuerza para seguir haciendo cine. Hacer cine es difícil, poder levantar una película lleva mucho esfuerzo, muchos años, poder estrenar en un festival como Berlín, que se esté dando esta ola y se le esté dando visibilidad, da fuerza para seguir luchando por lo que amamos”.

[Berlín 2018] Doble debut español

¿Qué películas has visto?

Ha sido un día de mujeres, películas protagonizadas por mujeres y tres de ellas dirigidas por mujeres, qué poco pasa y qué gusto da escribirlo.

Con el viento

Mónica lleva 20 años en Buenos Aires. Es bailarina allí. Discípula real y espiritual de Pina Bausch. Un día recibe la llamada de que su padre ha muerto y tiene que volver a la remota aldea de Burgos en la que nació, donde aún vive su madre en una casa muy antigua que está decidida a vender. Su hermana vive en la ciudad con su marido y su hija ya mayor (Elena Martín). Colell escribió esta historia a partir de la muerte de su abuelo y de la necesidad de retratar a la gente que queremos antes de que nos dejen. Empezó a hablar con su abuela, a pasar tiempo en su pueblo, para después separarse de su vida más íntima y crear unos personajes ficticios que deambulan por aquellos paisajes montañosos, como su cámara captando sus estados de ánimo. La dificultad de una hija que hace mucho se fue para volver a relacionarse con una madre y una hermana (Ana Fernández) a las que no ayudó, su culpa, su dolor, perfectamente retratado en la cara seria de Mónica (la bailarina Mónica García) que solo se libera cuando baila. La dificultad de una madre por recuperar la cercanía con su madre, tejiéndole jerséis y con partidas casi diarias de cartas. Por intentar que se quede con ella porque no puede quedarse sola. El regreso de un exilio personal y elegido a tu casa porque tus padres se hicieron mayors, enfermaron, se mueren. El dolor de los que se quedan, la envidia por los que se fueron, la envidia por las que se quedaron. Y, al final, esas montañas y esas partidas de cartas nocturnas.

Trinta Lumes

O 30 fuegos, los que quedan encendidos en las aldeas que conforman la zona de El Courel, en la Galicia profunda. Para Diana Toucedo no hay distinción entre documental y ficción y rueda allí a los pocos habitantes que quedan y menos niños aún. Entre ellos, está Alba, una niña de mirada curiosa y callada, que se cuela en las casas abandonadas de la zona, que se pierde por los parajes salvajes que rodean su universo reducido en el que la muerte, la desaparición está siempre rondando. Los mayores miran con respeto a los muertos mientras ven cómo los jóvenes vacían calabazas para la noche de Halloween. Son los pequeños cambios que vive este rincón del mundo cada vez más desolado. Un mundo y una forma de vivir que parece ir en una dirección: Su desaparición, cruzar al otro lado, como la desaparición de esta protagonista curiosa.

Como el de Colell, el de Toucedo es un cine de sensaciones a través de los rostros de sus protagonistas y de la intemperie del clima de la zona.

Figlia Mia

En una zona de Cerdeña lejos de las aguas esmeraldas de la elite europea, donde solo aparece algún turista perdido. En un pueblo que vive de la pesca, dos mujeres comparten un secreto: Tina (Valeria Golino) lleva años cuidando de Angelica (Alba Rohrwacher), Tina está casada, tiene una hija, vive en el pueblo, trabaja y va cada cierto tiempo a limpiar y llenar la nevera de la casa de granja en la que (mal)vive Angelica. Angelica pasa los días bebiendo sola y las noches bebiendo en el bar. Se va a ir a la península italiana con la idea de empezar una nueva vida, pero quiere ver una vez a Vittoria, la hija de Tina. Vittoria, primero extrañada y asustada, acaba atrapada en la locura de Angelica, en su anarquía vital y hasta en sus malas palabras. Dos mujeres que entienden la maternidad de forma muy distinta, como un milagro o como un castigo. Una historia sobre la que revolotea la desgracia (ese agujero con supuesto tesoro dentro), pero de buenas intenciones.

FIglia Mia

The Real Estate

La película más rara y controvertida de la Competición hasta ahora, por el amor/odio/indiferencia que ha levantado. En el primer pase de prensa hubo abucheos, en el segundo aplausos. Las sensaciones que levanta Nojet (Léonore Ekstrand), una mujer de 68 años con tendencia a vestir prints de leopardo, bien de oros y llevar siempre el pelo y las uñas impolutas vuelve a Estocolmo con la muerte de su padre, después de vivir mucho tiempo en alguna isla (¿española?). Ella quiere mantener su vida desenfadada y animada que ha llevado siempre, salir, beber, el rollo de siempre, qué más da que tenga 68 años. Pero al llegar a Estocolmo se da cuenta de que su medio hermano y su sobrino han estado echando a perder el edificio de viviendas que ha heredado de su padre, subalquilando, sin contratos... Decidida a venderlo, se enfrenta a ellos, y pasa de verdugo a víctima a heroína de acción en un tiempo record y enfadado. Una mujer única a la que no parece importarle nada ni nadie, solo un poco ese extraño viejo amigo, abogado, que guarda metralletas en su casa.

Aunque con alguna escena potente, resulta una serie de locura y provocación tras otra amparada por la especulación inmobiliaria y las motivaciones quizá egoístas de esta mujer. En cualquier caso, que dé que hablar por aquí, ya es buena noticia.

La imagen del día

Si andábamos faltos de imágenes de película que nos perseguirán durante días, The Real Estate le ha puesto fin: hay donde elegir: la escena de sexo fuera de lo convencional, la mujer en el gimnasio, la mujer con la metralleta...

¿Qué esperas de mañana?

La única que ahora mismo mantiene algo de ruido: U-July 22, el retrato del atentado noruego. La nueva película de José Padilha, con Rosamund Pike y Daniel Brühl, 7 días en Entebbe. Y coger aire y fuerzas para aguantar una de las cortas de Lav Diaz: solo cuatro horas.

Berlinómetro

De Figlia Mia podría salir una mejor actriz, también de The Real Estate. Y el resto del palmarés seguiría bastante perdido.

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