[Berlín 2016] Vinterberg el trilero

Mientras cae la nieve en Berlín y algún periodista va a los pases sin ducharse, Vinterberg vacila al respetable con su última película, 'La comuna'.
[Berlín 2016] Vinterberg el trilero
[Berlín 2016] Vinterberg el trilero
[Berlín 2016] Vinterberg el trilero

¿De qué se habla en la Berlinale hoy? De la tontísima nevada que ha caído esta tarde en Berlín. De que, a pesar de estas condiciones climáticas y las bajas temperaturas, el olor corporal se está instalando en las salas de cine. En cada proyección uno se arriesga a acabar sentado al lado de una bomba fétida andante.

¿Qué hemos visto? 1. Zero Days, de Alex Gibney. Gibney suele ser un documentalista francamente entretenido, porque escoge asuntos morbosos y los investiga a conciencia, y porque luego sabe presentar los datos como si hiciera ficción. El problema es que durante buena parte del metraje de Zero Days habla de asuntos como la manera de detectar malware o el proceso de producción del combustible nuclear, y eso no hay forma de hacerlo entretenido, especialmente si repites algunos datos varias veces para asegurarte que se pilla. La película, en todo caso, resulta muy ilustrativa sobre los nuevos escenarios bélicos: en breve las guerras, asegura, se librarán no en el desierto sino en el ciberespacio, y no con bombas sino con virus informáticos tan invisibles, silenciosos y letales como los ninjas en las películas de Michael Dudikoff. 2. La comuna, de Thomas Vinterberg. Posiblemente la película más cabreante de todas las candidatas al Oso de Oro presentadas hasta el momento. Mientras retrata a un grupo de cuarentones que durante la década de los 60 deciden vivir bajo el mismo techo, el danés recurre a todo un catálogo de trucos baratos para impactar en nuestras emociones, y la estrategia alcanza su punto culminante en un clímax final que nos ha dejado hablando solos. Vinterberg siempre ha sido un marrullero y un tramposo, pero aquí se supera a sí mismo. 3. Perdida, de David Fincher, o al menos un trozo de ella, en la tele del hotel.

¿Qué has comido? Un plato de raviolis que contenía exactamente cuatro raviolis. Ahora bien, los cuatro del tamaño de una señal de tráfico, y los cuatro buenísimos. Y una cerveza.

¿Con quién has hablado? Un día más sin entrevistas. Quien no se consuela por lo gris que es la programación de la Berlinale este año es porque no quiere: al menos tenemos más tiempo libre.

¿Qué esperas de la jornada de mañana? Ya no podemos posponerlo más: hay que ver A Lullaby to the Sorrowful Mistery, de Lav Diaz. Ocho horas de película, nueve de proyección. Una hora de intermedio para ir al baño y comer un bocata, no necesariamente en ese orden.

Berlinómetro: En las puntuaciones de la crítica que publican revistas como Screen, la mejor valorada es Fuocoammare, de Gianfranco Rossi, y el valor de este dato a la hora de hacer cábalas sobre lo que decidirá el jurado es completamente nulo.

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