Así ha contemplado el cine a Notre Dame

El incendio de la catedral de París supone una pérdida para todos, incluyendo a un Séptimo Arte que no ha dudado en admirarla de una u otra forma durante años
Así ha contemplado el cine a Notre Dame
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Así ha contemplado el cine a Notre Dame

Sus campanas que a veces son truenos y otras veces parecen cristal/ Y siempre será el alma de la ciudad, su canción, el son de Notre Dame, cantaba Clopín al comienzo de El jorobado de Notre Dame, clásico Disney de 1996 que rendía pleitesía no sólo a la novela de Victor Hugo, sino a la monumental catedral construida en París entre 1163 y 1345. Casi dos siglos hicieron falta para terminar la obra, y apenas ha bastado una tarde para que sufra unos enormes daños que hoy encogen el corazón de la humanidad.

La caída de su aguja se ha convertido por sí misma en una de las imágenes más impactantes y trágicas de nuestro tiempo, pero aún más trágico sería que ésta eclipsara nuestros recuerdos de la catedral, y sólo la visualizáramos de ahora en adelante como una edificación presa de las llamas. Por suerte, para ayudarnos a mantener el recuerdo (como nos ayuda en tantas otras cosas) tenemos el cine, que a lo largo de su historia ha querido rendir homenaje en numerosas ocasiones a Notre Dame de París. Estas son sólo unas pocas.

Charada (Stanley Donen, 1963)

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En esta espléndida comedia de espionaje, los personajes de Cary Grant y Audrey Hepburn tenían demasiados problemas como para dedicar su estancia en la capital francesa a hacer turismo, pero sabían encontrar tiempo para pasear a la orilla del Sena dejando Notre Dame a sus espaldas. Un lugar tan proclive al romance que, más de una década antes, Vincente Minelli tampoco se había podido resistir a usarla para enmarcar el Our Love is Here to Stay de Un americano en París (1951). Eso sí, en una ciudad recreada por entero en estudio.

¿Arde París? (René Clément, 1966)

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Esta monumental superproducción, que contaba con un libreto escrito por Francis Ford Coppola y Gore Vidal, narraba la retirada de las tropas nazis en agosto de 1944 ante el avance de los aliados, y su título refería a una anécdota ya convertida en leyenda para entonces. El general Dietrich von Choltiz había recibido las órdenes de destruir la ciudad antes que entregarla al enemigo, pero se negó en rotundo y cuando Hitler le preguntó si ardía París, su negativa simbolizó el triunfo total de la ciudad, y el alcance de la belleza de su emblemática catedral.

El jorobado de Notre Dame (Gary Trousdale y Kirk Wise, 1996)

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Aunque Victor Hugo quisiera dedicar una de sus novelas más importantes, Nuestra Señora de París, a homenajear la famosa catedral a través de extenuantes descripciones, la cultura popular acabó mostrando más interés por la historia que se desarrollaba tras sus muros. Por eso tuvimos una primera versión de El jorobado de Notre Dame en 1923, y varias adaptaciones más tarde Disney lanzó una de sus propuestas más arriesgadas de los 90.

Una donde el bueno no se quedaba con la chica, el malo canalizaba sus impulsos por violarla amparándose en el oficio eclesiástico y donde, sí, latía un amor tan absoluto por este edificio que todos los niños de la época quisimos viajar a París de inmediato. Y sin que el viaje, necesariamente, tuviera que pasar por Disneyland.

Armageddon (Michael Bay, 1998)

La orgía de destrucción urbana que nos proponía Michael Bay a finales de los noventa nunca podía haberse limitado a Nueva York (aunque también se recreara lo suyo con ella y con el pobre perro Little Richard). Europa también tenía que sufrir la ira del apocalipsis, y ninguna ciudad más idónea que París para sobrecoger la audiencia, así como para mostrar el peculiar concepto que tiene este cineasta de la "poesía visual".

Amelie (Jean-Pierre Jeunet, 2001)

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Ya metidos de lleno en la relación de Notre Dame con el desastre y la muerte, cómo olvidar esa impactante escena de Amelie donde la protagonista, de niña, acompañaba a su madre de visita a la catedral. Y con tan mala suerte que su excursión coincidía con el suicidio que cometía una mujer arrojándose desde lo alto del edificio, aplastando a la madre de Amelie Poulain y dejando a su hija trastornada para los restos.

Antes del atardecer (Richard Linklater, 2004)

La anécdota que originó el argumento de ¿Arde París? también tenía presencia en la segunda parte de la trilogía de Linklater. Jesse (Ethan Hawke), siempre dispuesto a añadirle intensidad a todo, le contaba la versión más épica de la historia a Celine (Julie Delpy), pero este diálogo probablemente quede ensombrecido a partir de ahora a causa de una de las frases que compartían los amantes. "Tienes que pensar que algún día Notre Dame ya no estará ahí", decía Celine. Por suerte, hará falta mucho más que un incendio para que eso ocurra.

Van Helsing (Stephen Sommers, 2004)

Abandonando la seriedad por un momento, qué divertida era Van Helsing, ¿verdad? Una película tan desquiciada que al bueno de Stephen Sommers no se le ocurría otra cosa para empezarla que enfrentar a Hugh Jackman con Mr. Hyde... en lo más alto de Notre Dame. Puede que la relación de este personaje de Robert Louis Stevenson con la capital francesa nunca haya sido precisamente canon, pero, ¿qué lugar hay mejor que esta catedral para ambientar una espectacular batalla?

Midnight in Paris (Woody Allen, 2011)

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Era inaceptable que la carta de amor que este director neoyorquino le dedicó a esta ciudad (y a gran parte de su legado cultural) no fuera a detenerse nunca en su catedral. Y, por eso, acababa colocándola detrás de sus personajes en una escena preciosa donde Carla Bruni le leía un diario al siempre atribulado Owen Wilson. Más imagen de postal imposible.

El desafío (Robert Zemeckis, 2015)

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La historia real del funambulista Philippe Petit servía de excusa a Zemeckis para centrar una de sus arriesgadas performances en cubrir la distancia que separaba las torres de Notre Dame. La altura no era tan peligrosa como cuando trataba de hacer lo propio con las Torres Gemelas, pero las vistas igualmente eran de infarto.

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