Así fue la gala de los Globos de Oro

¿Previsible? ¿Aburrida? Pues sí: Ricky Gervais se muerde la lengua, los premios se fragmentan sin que haya una gran ganadora y Morgan Freeman queda como un señor con su premio honorífico. Los detalles y los cotilleos, aquí. Por CINEMANÍA
Así fue la gala de los Globos de Oro
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Así fue la gala de los Globos de Oro

A eso de la 1.30 de la madrugada (hora española) la cosa parecía más o menos controlada en la alfombra roja. Leonardo DiCaprio, tocinete pero simpático, justificaba los actos injustificables de su personaje en J. Edgar, Salma Hayek afirmaba haber escogido sus complementos en el último minuto (sí, claro) y George Clooney y Ryan Gosling, por un lado, y Mila Kunis, Charlize Theron y Emma Stone, por el otro, causaban desmayos entre el público. Faltaban pocos minutos para el comienzo de tres horas intensas cuanto menos: la 69 edición de los Globos de Oro. Allí estábamos nosotros, el equipo de CINEMANÍA, afilando los dedos sobre el teclado...

Así fue la gala de los Globos de Oro

…Y, entonces, salió la bestia de su jaula: Ricky Gervais afirmó que los invitados no debían preocuparse, que aquello era una gala seria presentada por un "estupendo comediante", y que “son a los Oscar lo que Kim Kardashian a Kate Middleton: más ruidosos, más borrachos, y más fáciles de comprar, supuestamente”. Después, le cayeron los palos a los propios Oscar, vía el desertor Eddie Murphy (“Si te dice que sí el tipo que le dijo que sí a Norbit, tienes un problema”) y a la propia Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood: “me han dado una lista de normas, las voy a incumplir todas pero me da igual”, y calzándonos un chiste sobre su anatomía inferior en cuestión de segundos.

Ah, “y no debo mencionar a Mel Gibson. Y menos aún hablar del castor de Jodie Foster, aunque me parece una buena película”. Eso sí, lo remató con un “sorry”. Justo antes de insinuar que Helen Mirren, tan digna ella, había hecho sus cosas en el lavabo del baño de señoras. Y no faltó un palo (cariñoso) contra su amigo Johnny Depp, que se llevó una pregunta peliaguda: “¿Has visto The Tourist?”. Al final se van a pelear otra vez, y todo...

Premiado por Beginners, un Christopher Plummer bigotudo y muy señor a sus 84 años pedía disculpas “a sus distinguidos competidores” y repartía los elogios de rigor. La cara de Kenneth Branagh, que se quedaba a las puertas del premio por encarnar a Laurence Olivier en My Week with Marilyn, era pa’verla. Y las de los fans de Drive, que soñaban con ver a Albert Brooks premiado, suponemos que también. La entrega posterior del premio a la Mejor Actriz Cómica de TV se pareció mucho a una lectura del Oscar a la Actriz Secundaria: por lo pronto, ganó una nominada a la estatuilla, Laura Dern (Iluminada), aunque nosotros también apostábamos por la siempre fantástica Zooey Deschanel. Por cierto, la Dern dedicó su premio a Frank Capra y Lucille Ball, dos ilustres nombres de la comedia.

En espera de futuras burradas de Gervais, veíamos a una Julianne Moore palidísima y a un Rob Lowe “de color risketos” (según señalaron nuestros compañeros de la SER) presentar un premio a la Mejor Miniserie o Telefilme que fue a parar a Downton Abbey. ¿Estaba cantado? Pues no tanto como ese premio para una Kate Winslet blanquinegra, rellenita y desenvuelta que cosechó el trofeo correspondiente por Mildred Pierce. Al director Todd Haynes, elogiado con ternura por la británica, se le veía sollozante tras sus gafas de pasta: sólo le faltó levantarse y gritar “¡Esta es mi chica!”. A continuación, constatamos que lo más incordiante de los Globos de Oro no son los chistes de Ricky Gervais, sino los cortes publicitarios, que se prodigaron sin descanso, prácticamente cada par de premios.

Salio Jake Gyllenhaal al escenario, a presentar la candidatura de My Week with Marilyn, y nos quedamos un poco sin respiración. Y eso que le conocemos en persona. Pero Gervais volvió a la carga para devolvernos el pulso a base de risas: "Vamos retrasados, así que concentráos en lo básico en los discursos: dadle las gracias al agente, y a Dios, que son quienes nos han puesto aquí". Por otra parte, según el británico, Melissa McCartyh debe su fama "a la comedia Defecando en el lavabo, algo que resume la mayoría de nuestras carreras en el show business". ¡Menuda obsesión! A continuación, recogía su premio el mismísimo Frasier, o sea, Kelsey Grammer, por Boss. Y el frikerío y los fans de Martin Scorsese lloraban lágrimas de sangre: el premio a la serie dramática no iba para Juego de tronos, American Horror Story o para Boardwalk Empire, sino para Homeland.

El muy versátil Ludovic Bource, por The Artist, puede alardear desde anoche de haberle pasado por delante a Howard Shore y John Williams, que se dice pronto, así como al que se postulaba como sorpresa de la noche, Abel Korzeniowski (W.E.). Y, después, Madonna se llevaba lo que parecía un premio de consolación por Masterpiece, su canción para la propia W.E. Algo cabizbaja en su discurso, la reina del pop cosechaba su segundo globo: el primero le llegó como actriz en una comedia o musical por Evita en 1996. Hombre, el tema es mejor que el de Muere otro día, dónde va a parar... Pero la mirada que echó Elton John, también nominado por Gnomeo y Julieta, se mereció un comentario en nuestro twitter.

Tras una nominación previa, Idris Elba se llevó el premio al Mejor Actor de Serie, y nos hizo olvidar (un poquito) las malignidades de Stringer Bell: a diferencia de la mayoría de los ganadores, su primera dedicatoria no fue para la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood... Sino "¡Para el público!". Claro que después salio Brad Pitt, resintiéndose (según nos enteramos por La Script) de un accidente de esquí, para presentar la nominación de Los idus de marzo, y todos los ojos se fueron para él. Y una Michelle Williams azulada, pelicorta y nada frívola le ponía la lagrimita a su premio a la actriz cómica por My Week with Marilyn, que dedicó a su hija (y a más gente, pero -según declaró- menos de la que a ella le hubiese gustado). La Williams no iba muy aparente, que digamos, pero su carencia de glamour esta noche demostró su capacidad camaleónica.

Los aficionados a la fantasía, acto seguido, se resarcían: Peter Dinklage recogía su merecido premio al actor secundario de TV por Juego de tronos de manos de una Piper Perabo envuelta en papel de aluminio, o eso parecía. "Mi madre me dijo que Guy Pearce (Mildred Pierce) es tan bueno que yo no iba a ganar", bromeó el actor antes de lanzar una dedicatoria sentida para el autor de los tochos originales, George R. R. Martin. Así mismo, Dinklage reconoció que aquella era la primera noche que su hija pequeña pasaba con la canguro. Y Ricky Gervais, acto seguido, se comportaba como una canguro, porque su principal preocupación parecía el timing, y soltarle alguna tibia pulla a George Clooney, más que repetir sus desmanes de la edición 2011. Clooney, por cierto, subió al escenario con el bastón de Brad Pitt: sería para atizarle a Gervais si este soltaba alguna gorda sobre Angelina... Pero (por suerte o por desgracia) no hubo lugar.

Jessica Alba, colmada de pedrería, y un Channing Tatum en su papel de armario rapado, entregaban el premio a la película animada a Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio: con una soltura y dignidad propias de su edad jubileta, Steven Spielberg arrancó modestos aplausos con la mención a su "socio" Peter Jackson. Y una ovación todavía mayor a "el hombre de las mil caras digitales, Andy Serkis". Algún reconocimiento tendría que llevarse el grandísimo actor motion capture, cuyo rostro (¡ay!) es desconocido para buena parte del público. Por otra parte, Spielberg demostraba ser el único capaz de romper la hegemonía de Pixar en esta categoría de los Globos, aunque compitiendo con Cars 2, apañada iba la casa del flexo.

Tras otra pausa para publi (e iban...), Nicole Kidman y Clive Owen anunciaban lo que parecía imposible: Woody Allen, ausente para variar, se llevaba su Globo de Oro al Mejor Guión por Midnight in Paris. El premio a la actriz secundaria de TV (Jessica Lange, por American Horror Story) estaba casi asegurado, pero mucho menos que la introducción cantarina de Felicity Hufmann y William H. Macy a la categoría. Y Madonna en persona se presentaba para otorgar un Globo que podía ser para Almodóvar... Y que finalmente fue para la iraní Nader y Simin, una separación.

Anda que ya le valió, por cierto, a ese Ricky Gervais tan domesticado, que hizo el usual chiste sobre la diva, "como una virgen y una chica materialista". Incluso ella estuvo más graciosa, con su "¿Quieres que deje de ser virgen? Pues sube y arréglalo". Y, también, afirmando que entre sus directores favoritos se cuentan Truffaut, Godard, Fellini y Resnais. ¿O no era un chiste? El director iraní Asghar Farhadi se marcó un gesto de elegancia política recordándonos que el suyo es "un pueblo amante de la paz". A ver si algunos gobernantes, a un lado y a otro del Atlántico, lo recuerdan.

Claire Danes se lleva su premio por Homeland (¡otra victoria para nuestros pronosticadores en Twitter!), Matt LeBlanc sube al estrado por hacer de un 'Joey Triviani 2.0' en Episodes, y Octavia Spencer se lleva otro de los premios predecibles (a la actriz secundaria) por Criadas y señoras. Y a muchos de los presentes (incluídos Meryl Streep y Dustin Hoffman) se les humedecieron los ojos cuando Sydney Poitier salió al estrado para reconocer la carrera de Morgan Freeman con el premio honorífico de la noche: "Eres un príncipe", dijo. Helen Mirren, con un par de copazos en el cuerpo según propia confesión, tenía cuentas que ajustar con Freeman: "Has hecho un montón de películas y yo sólo he salido en Red: ¿por qué Miss Daisy no podía ser inglesa?". Disertando sobre el lado correcto para conducir por carretera, la Mirren levantó el pabellón del humor británico en la gala: con ese Gervais tan bajo de forma, se agradeció mucho. Ahora bien, para risotadas, las que arrancó un viejo sketch de Freeman en The Electric Company, el programa para niños que le dio a conocer en EE UU y cuya sintonía le dio la bienvenida al subir al estrado. Podéis verlo abajo.

El discurso posterior de Freeman fue señorial y estupendo, con recuerdo al colega Clint Eastwood incluido y un espléndido piropo a Mirren: "Desde que te vi con una pistola en la mano, sé que no debo meterme contigo". Por su parte, Robert Downey Jr. nos recordó, presentando la nominación de The Artist al premio gordo, por qué es tan grande: puede darle chispa y elegancia incluso a un texto rutinario en una gala de lo más sosa. Y Angelina Jolie, de lo más replicante (o "para los Sanfermines", según nuestro director: véase la prueba en la angelina_jolie_globos_oroimagen), dio una sorpresa de órdago cuando anunció que Martin Scorsese se llevaba el Globo al Mejor Director por La invención de Hugo. Con deciros que el propio (resignado, como muchos otros, a que el galardón se lo llevase Alexander Payne), sonrió cuando se leyó su nominación como si la cosa no fuese con él... Manda narices la cosa, porque 'Marty' sólo se había llevado este galardón por Infiltrados y Gangs of New York, filmes que (al igual que este) distan de hallarse entre lo mejor de su filmografía. A la vejez, viruelas...

Confirmábamos que Ricky Gervais padece un caso grave de domesticación cuando, presentando a Salma Hayek y Antonio Banderas, se limitaba a un sencillo "no entiendo una puta palabra de lo que dicen". A lo cual Banderas respondió con un recitado de Lope de Vega (¿o de Calderón?) a velocidad absurda. Acto seguido, el reparto de Modern Family (incluyendo a Sofia Vergara, que daba las gracias en español y a grito pelado) subía para recoger el premio a la mejor serie cómica. Mantenerse en un espléndido silencio durante un par de horitas en The Artist servía a Jean Dujardin para llevarse el premio al mejor actor de comedia: muy puesto en su papel, engominado cual galán de los años 20, el actor nos recordaba que su película es estupenda, y también que, a diferencia del año pasado, estábamos deseando que se entregasen los cuatro premios que faltaban en la lista y empaquetar el trabajo.

Incluso el propio Ricky Gervais reconocía que estaba deseando que la cosa se acabara, pretendiendo jugar con fuego acusando a Colin Firth de "racista" porque "una vez le dio un puñetazo a un gatito". Firth, por su parte, trató de sacarle partido a ese chiste tan malo antes de anunciar lo que (casi) todos se olían: que Meryl Streep (con 26 nominaciones, ahí es nada) se llevaba el Globo a la Mejor Actriz a casa por levantar, ella solita, la poco estimable La Dama de Hierro. Los "Oh, my god!" de la Streep al sostener el trofeo en alto darían para un loop viral en YouTube... Pero, ¡oh, cielos! A la actriz se le caen las gafas y exclama un "¡Oh, mierda!" que nos hace perdonarle la sospecha de que su emoción es más falsa que un duro de plástico. Tilda Swinton lagrimea desde el patio de butacas y Meryl, en un discurso que suena a disculpa, parece consciente de haberse llevado su premio por un filme que, después de todo, no es para tanto. Ah, y sigue el consejo de Gervais dando las gracias a su agente y a Dios, que se llama Harvey Weinstein, antes de saltarse a la torera la limitación de tiempo y proseguir un ratito sobre la música que pretende expulsarla.

El equipo de The Artist, que sube para recoger el Globo a la Mejor Comedia, consigue lo que Gervais no ha logrado en toda la noche: arrancar sentidas carcajadas, gracias a su perro amaestrado y saltarín, sin duda el personaje más entrañable de la noche. El productor Thomas Langmann da las gracias a su difunto padre, el gran director francés Claude Berri. Por eso, y por su maravilla muda, le perdonamos el que produjese Astérix y Obélix en los Juegos Olímpicos.

Gervais entrega otro chiste sin gracia, esta vez sobre el embarazo de Natalie Portman, antes de que la propia entregue un premio al Mejor Actor de drama que, esta vez sí, nos parece totalmente merecido: George Clooney por Los descendientes. Mucho más guapo que en el filme de Alexander Payne, George demuestra su poder cómico recordando que Michael Fassbender, ausente en la lista de nominados, "puede jugar al golf sin manos" gracias a las potencias demostradas en la también ninguneada Shame. Afortunadamente, su intervención es breve y abre el camino a un final que todos (a juzgar por los caretos en el patio de butacas) están deseando.

Harrison Ford, un señor que podía competir con Fassbender (según se dice) en materia genital, anuncia concisamente que Los descendientes se lleva el gran premio. Alexander Payne sube al estrado, y demuestra tener la misma brevedad agria de sus películas. A estas alturas, los parabienes suenan a cansino, y la concurrencia aparenta estar aburrida como una ostra. Incluso la veloz despedida de Gervais suena a circunstancias, y nosotros nos despedimos de estos premios tan confusos, tan repartidos y con tan poca chispa. Eso sí: la banda sonora hawaiana de Los descendientes nos vendrá estupendamente para arrullarnos durante estas pocas horas de sueño. En cuanto aparezcan, os iremos ofreciendo los mejores youtubazos e imágenes de la gala. ¡Hasta la próxima!

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