Amenábar: "Franco nos dejó con la sensación de que nuestro padre era Darth Vader"

Con 'Mientras dure la guerra' el director compite por la Concha de Oro recreando el mítico enfrentamiento entre Unamuno y Millán Astray en el paraninfo de Salamanca
Amenábar: "Franco nos dejó con la sensación de que nuestro padre era Darth Vader"
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Fotografía: Teresa Isasi

"Yo no he nacido en España pero lo he hecho como español", afirma Alejandro Amenábar en las notas de producción de Mientras dure la guerra, película a competición en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián. El director descubrió hace poco que una de las razones por las que nació en Chile fue que su madre, española, viajó allí acompañando a su hermana, cuyo marido huía de la represión franquista. Años después, los tres harían el viaje de vuelta quince días antes del golpe de Pinochet. "Así que mi existencia ha estado marcada por dos golpes de Estado, algo que realmente nunca me había planteado seriamente", comenta. De ahí, tal vez, que en su séptima película se haya decidido a abordar el enfrentamiento de Millán Astray (Eduard Fernández) y Miguel de Unamuno (Karra Elejalde) en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, o lo que es igual, el eterno duelo a garrotazos de las dos Españas que, sin lugar a dudas, hoy está más vigente que nunca.

¿Cuál es la génesis de Mientras dure la guerra?

Todo empezó cuando descubrí el episodio del paraninfo de la Universidad de Salamanca, que yo desconocía totalmente. Me había tocado estudiar a Unamuno como a la gente de mi generación. Había leído algo de él, pero no tenía ni idea de que él era supuestamente el autor de la famosa frase “Venceréis pero no convenceréis”. No sabía nada de su actitud ante la guerra... Fue así como me picó la curiosidad.

¿Cómo descubriste el episodio del paraninfo de la Universidad de Salamanca?

En un libro de Arturo Pérez-Reverte que se titula La Guerra Civil contada a los jóvenes. Recuerdo leerlo pensando “a ver si me entero de algo” porque nunca había estudiado la Guerra Civil. A partir de ahí, fui ampliando la bibliografía. Primero, como un simple acto de curiosidad, pero pronto me di cuenta de que había algo muy cinematográfico en el arco del personaje de Unamuno. Desde su posicionamiento durante la guerra hasta el discurso. Cuando vimos que ahí había una película que podía ser muy potente y que realmente podía ser algo más que una película biográfica o histórica fue cuando lo mezclamos con el ascenso al poder de Franco. Esas dos tramas paralelas me permitían hablar del país en el que me ha tocado vivir que es España.

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¿Cómo te has documentado sobre un episodio como el del enfrentamiento entre Millán Astray y Unamuno en el que nadie se pone de acuerdo?

Me he documentado todo lo que he podido, incluyendo el trabajo de Severiano Delgado que ha generado tanta polémica. Me ha pesado mucho la responsabilidad que tenía y ha habido mucha autocensura. A la secuencia del enfrentamiento le di muchas vueltas. No es tan difícil acotar la realidad de lo que pasó minuto a minuto, a pesar de que no haya ningún documento escrito. Entre el papelito que tenía Miguel de Unamuno, un esquema del discurso porque él escribía así los discursos, entre los testimonios de los asistentes del público y la mesa, no es tan difícil acotarlo. Mi conclusión es que es cierto que hay mitología alrededor de la discusión. Por ejemplo, hay un texto muy embellecido que es el que publica Luis Gabriel Portillo, que luego se exilió a Londres. Pero para mí la prueba de que se dijeron cosas y muy gordas es que esa tarde a Unamuno lo echan del Casino y dos días después lo destituyen como rector de la Universidad. Por supuesto que Unamuno habló. La cuestión es qué fue lo que dijo exactamente.

Pero te ha pesado mucho la responsabilidad histórica…

Sí. Por ponerte un ejemplo, “Muera la inteligencia” estaba originalmente en el texto. Es una frase que ha pasado a la historia y que supuestamente dijo Millán Astray. El propio Millán Astray años después afirma haber dicho esa frase en una carta pero acompañada de “Si esto es inteligencia, muera la inteligencia”. Lo que pasa es que se quedaron solo con la última parte. Aún así, yo creo que a Millán Astray le traiciona su propia memoria y que no llegó a decir “Muera la inteligencia”. Básicamente, porque testimonios cruzados de Jose María Pemán y asistentes al acto que no eran Nacionales hablan de la frase “Mueran los intelectuales”. Para mí, desde un punto dramático la frase “Muera la inteligencia” era muy tentadora. Pero renuncié a ella. En cambio, por ejemplo, aparecen armas que se están amartillando y el asesor militar me dijo: “Me parece que es demasiado”. Le contesté que era algo que estaba en todas las crónicas, tanto de derechas como de izquierdas, que se oía el sonido de las armas amartillándose o los gritos de “al paredón”. Son cosas que, cuando ves que vienen por los dos lados, por la derecha y por la izquierda, entiendes que responden a la realidad.

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¿Rodasteis esa secuencia de corrido?

En esta película he intentado optimizar mucho. Y, además, no me gusta desgastar a los actores. Es decir, lo que sé que va en un solo plano lo exploto en todo ese plano y luego intento no gastar al actor para el siguiente. Pero, en general, el grueso del discurso, que es una especie de plano master, de plano medio, con la cámara que recorre a Karra [Elejalde] por detrás y luego vuelve hacia delante, eso sí que está hecho del tirón.

¿Fue difícil escribir los diálogos de esos personajes reales, con su tono y su manera de hablar?

Para mí, como escritor, el mayor reto era darle voz a Franco. Suponía entrar en un entorno que no me es nada familiar, el entorno de los barracones, de los militares nacionales… Recuerdo en algún momento plantearme: “¿Qué voy a poner en boca de Franco para creérmelo personalmente?". Sin embargo, desde el punto de vista de la dramaturgia me resultó mucho más fácil de lo que pensaba. Una vez que encuentras el alma del personaje es como si el personaje estuviera hablando por sí solo. Me resulta más difícil estructurar, componer, relacionar en el guion, que poner a un personaje a hablar. En el caso de Unamuno se insistía mucho en la sequedad, que era un hombre que podía ser muy parco a la hora de manifestar sus sentimientos. Escribir el personaje de Millán Astray me resultó muy divertido. Es un alivio cómico y a veces incluso se transcriben textos literales de Millán Astray. Hay una entrevista, creo que es de ABC, y solo con leerla ya ves al personaje. Y en cuanto al trabajo de actores con voz, sorprendentemente hay mucho menos de lo que parece de Franco, en imagen con sonido. De Unamuno solo existe una grabación sonora y el timbre de voz de Karra coincide bastante con este. Y en el caso de Millán Astray, curiosamente no se conserva nada, y eso que estuvo a cargo de una radio.

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¿Les has dirigido intentando que se aproximasen a lo que se conoce de los personajes?

Sí. Sobre todo en el caso de Franco porque estás más condicionado al ser la figura pública que ha dominado España durante más de 40 años. Todos creemos tener una imagen de Franco. Franco es como una entelequia. Sin embargo, nadie conoce a Franco realmente porque se fue reinventando con los años. Una secuencia que es la única que me he llevado a la película es una que se puede encontrar en YouTube, en la que Franco habla en inglés y lee un discurso para la comunidad internacional. Esa secuencia en la que Santi Prego se limita a mimetizar a Franco en gestualidad y en voz resultaba chocante para los espectadores, tanto de derechas o de izquierdas, que pensaban que nos estábamos riendo del personaje. Qué curioso porque era algo real y que no encajaba en la película.

¿En todo momento has tenido en mente a los espectadores de derechas y de izquierdas?

Es inevitable cuando haces una película con alto contenido político como esta. Yo no milito en ningún partido político. Voto como todo el mundo y tengo mis preocupaciones como cualquier ciudadano sin ser activista. Pero sí me doy cuenta de que mi cine tiene un alto contenido político. Y este caso he cogido el toro por los cuernos. Estoy hablando de las dos Españas o de las tres Españas. No quería hacer una película de confrontación porque no está en mi naturaleza. Yo entiendo que las personas que viven en mi bloque van a votar a distintos grupos políticos. Es lo normal, es lo sano, que no todos pensemos igual. Pero sí quiero tener la libertad y la capacidad de poder discutir con la persona que tengo delante sin llegar a las manos. Creo que eso está reflejado en la película, por ejemplo, en la escena de la discusión entre Unamuno y su amigo Salvador. Sí reivindico esa capacidad para discutir serenamente las cosas.

¿Ese espíritu conciliador tiene algún reflejo a nivel estilístico? Mientras dure la guerra me parece tu película más clásica narrativamente. 

No sabría qué decirte. Siempre he hecho mis películas libremente y esta, mucho más. Mi único censor era yo mismo. Yo me imponía: “No, mejor esto no lo voy a mostrar así”. O “mejor que esto no lo diga Franco” o “mejor que no se mencionen los muertos”. Porque a veces hay guerra de cifras, precisamente. Lo único que recuerdo con esta película es que quería que fuera rica desde un punto de vista visual. Hay partes de esta historia que contadas pueden echar para atrás al espectador que crea que va a ver un dramón o un ladrillo histórico. Yo quería que hubiese fluidez, dinamismo… Algo que me obsesiona últimamente es no volver al plano anterior. Es decir, que los planos evolucionen durante la escena. También me doy cuenta de que la cámara en mano no me gusta. Me aporta muy poco. Inevitablemnte, soy un clásico o un clasicista. Sí. [se ríe]. Soy un pintor clásico.

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La tercera España, la de Unamuno, la de los pensadores, siempre pierde frente las otras dos Españas. 

Hay algo de eso en Ágora. Ahí ves que cuando las posiciones se radicalizan, cuando unos empiezan a gritar más que otros, te encuentras con que la voz sosegada, el personaje que está intentando integrar o conversar o conectar con ambos bandos, acaba siendo pisoteado. Unamuno representa eso, está claro. La propia frase “Venceréis pero no convenceréis” te lo resume. Te está diciendo “Bueno sí, fuerza bruta, pero, ¿y la inteligencia, qué?”.

¿Crees que en el clima actual y, teniendo en cuenta el papel que jugamos los medios, es posible que una película como esta lleve a la conciliación?

A mí me gustaría pensar que sí, que la película tiene un efecto catártico. Y, curiosamente, cuando hemos hecho tests con espectadores, atendiendo a distintas ideologías, lo que me ha sucedido es que me han llegado comentarios de “muy valiente, prepárate para los palos de la derecha” y, al día siguiente, me he encontrado con alguien que me ha dicho justamente lo contrario. Creo que cada espectador se ve reflejado en la película de alguna manera. Lo que me gustaría es que después de verla uno reflexionara sobre lo que yo llamo la comunidad de vecinos. ¿Qué hago? ¿Me voy a seguir peleando con el vecino? O, ¿voy a seguir peleando con el vecino desde el sosiego?

¿No tienes miedo ni siquiera del clickbait? El tagline de la película es “El silencio es la peor mentira” pero ahora, precisamente, el ruido es la peor mentira.

No me gusta criticar a los medios porque estoy en el otro lado. Pero sí que creo que hay una responsabilidad de los medios y a veces la manera de buscar el click en la noticia es a base de polémica. Se tiende a simplificar el mensaje. Yo creo que el trabajo de Severiano Delgado es un trabajo muy serio y muy concienzudo. Si lo lees en profundidad Severiano no está diciendo que en el paraninfo de la Universidad de Salamanca no pasase nada. Te está diciendo lo que probablemente no pasó. Hay un momento en el que recupera la versión de Emilio Salcedo, la biografía de Unamuno escrita durante el Régimen. Nuestra película coge partes literales del discurso que aparece en el libro de Emilio Salcedo. Es decir, a mí me parece un estudio riguroso, pero cuando a veces lo ves reflejado en la prensa parece que está diciendo que es todo mentira. No es todo mentira. Mentira es precisamente esto, decir que no pasó nada.

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Háblame de la labor de la dirección de arte. 

Salamanca es una ciudad preciosa y, ya que teníamos la oportunidad de retratarla, pues intentamos hacerlo lo mejor que pudimos. Álex Catalán tiene un gusto fantástico. Nos hemos inspirado en películas de thriller político y, literalmente, en los recuerdos de la casa de mi abuela. Esas contraventanas cerradas en las que entraba muy poca luz. Ese mundo de Velázquez, de Goya… A pesar de que la película vaya del verano al otoño, en los interiores usamos una luz de puertas para adentro, que deja entrever a los personajes. Lo utilizamos dramáticamente porque muchas de las escenas tienen que ver con la tragedia que está viviendo Unamuno y con las conspiraciones que están viviendo los militares.

¿Y la música?

Decidí que si no lo intentaba ahora ya no lo iba a hacer nunca. Estuve tan a gusto y vagueé tanto cuando me hicieron la música de mis anteriores películas, cuando se comieron el marrón otros ... [se ríe]. Y luego la compuse muy rápido, me sorprendió enseguida redescubrir que esto para mi era un hobby. La música se había convertido en una obligación. Y, de pronto, he descubierto que lo que me gustaba desde niño era tocar el teclado y poner música a mis historias. Mis referencias han sido música española que pudiera haber sonado en la época: Manuel de Falla, el maestro Rodrigo, [Salvador] Bacarisse…

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Mientras dure la guerra termina con la bandera de España, un símbolo que ha cobrado relevancia en los últimos años. ¿Era algo que estaba en la génesis del proyecto o lo habéis introducido en vista de su presencia en la sociedad?

Estaba desde el principio. Empezaba y terminaba como plantea la película. Pero lo he ido reforzando según avanzábamos. Por ejemplo, decidí que la película arrancara con la bandera en blanco y negro para jugar con los colores e invitar a la confusión. Me parece que tiene todo el sentido que una película como esta arranque con una bandera y acabe con la española. También hay una secuencia de la reinstauración de la bandera por parte de Franco. Obviamente, en España vivimos un conflicto con nuestros símbolos nacionales, algo que no sucede en otros países. Es algo que percibo desde que soy niño. Creo que el conflicto interno empezó a resolverse a raíz del Mundial de Fútbol, pero hasta entonces sacar la bandera española tenía la connotación de ser de derechas. Escarbas en la historia y lo que ha pasado es que Franco fue quien reinstauró la bandera y el himno. Eso ha dejado cierta sensación de orfandad o de que tu padre era Darth Vader. Porque Franco es padre de gran parte de la España que conocemos y además quiso que nos comiésemos las lentejas sí o sí.

Mientras dure la guerra se estrena el 27 de septiembre.

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