Alexandre Aja y Robert Englund: "La realidad virtual ofrece algo que el cine busca desde sus inicios"

Entre las múltiples propuestas que el Festival de Sitges ha ofrecido a sus visitantes más allá de las propias proyecciones, destacan las dedicadas a la realidad virtual. Este año, el estudio español Future Lighthouse, centrado en la producción de piezas en este formato, ha recibido una atención especial. Se han podido ver algunas de sus producciones como Tomorrow, Ray o Melita, aunque por encima de cualquiera de ellas ha destacado Campfire Creepers en una versión work in progress y de próximo estreno.

Lo que hace llamativo a Campfire Creepers es la presencia del director especializado en terror Alexandre Aja (Las colinas tienen ojos, Cuernos, Alta Tensión), y nada menos que de Robert Englund, el mítico Fredddy Krueger de Pesadilla en Elm Street como maestro de ceremonias. Entre ambos presentan una serie que retrotrae al terror de los años ochenta, donde se cuentan historias de miedo en torno a un fuego de campamento, pero con la tecnología de la realidad virtual en 360 grados. El episodio que tuvimos ocasión de ver, The Skull of Sam, es ciertamente más sofisticado que otras experiencias de realidad virtual que hemos probado, con movimientos de cámara y efectos CGI integrados en la acción que, sumados al inevitable interés de Aja en las imágenes de impacto le dan al relato un toque macabro y violento. Desde un punto de vista narrativo la realidad virtual aún tiene mucho que andar, pero de eso y del resto de los desafíos que presentó Campfire Creepers nos pudieron hablar unos Aja y Englund entusiasmados con su nuevo juguete.

 ¿A qué desafíos os habéis enfrentado con Campfie Creepers?

Aja: Cualquier proyecto relacionado con la tecnología supone un desafío. Cuando empezamos la película no existía una cámara capaz de capturar lo que teníamos en mente. Tuvimos que construirla. Luego tuvimos que encontrar a gente que financiara el proyecto y que nos permitiera hacer lo que queríamos, cosas que normalmente no se suelen ver en realidad virtual. Incluso hay una regla en todas las películas de realidad virtual, que es que todo se desarrolla desde la perspectiva en primera persona de un personaje o del espectador, y queríamos salir de eso. Queríamos salir de ese tópico y crear una narración. Pero el auténtico desafío es que como director estoy acostumbrado a trabajar rápido, rodar sin parar. Aquí, la cámara era el centro de todo, y teníamos que ser pacientes. Teníamos que ser pacientes para la luz, por la tecnología, limpiar cada lente entre tomas...

Englund: Sobre todo en el exterior… ¡estábamos en un bosque! Es un equipo muy delicado, y sobre todo, es nuevo, apenas se han explorados sus posibilidades.

¿A qué dificultades poco habituales se tuvieron que enfrentar los actores? ¿Fue muy complicado mantener la interpretación durante planos tan largos?

Englund: He hecho planos largos antes, especialmente en comedia, donde se usa mucho el lenguaje gestual. Para mí, el auténtico desafío estaba entre tomas: la paciencia, mantener la concentración en lo próximo que iba a hacer. Y a todo esto se sumaban dificultades derivadas: en una película convencional, el director decide centrarse en uno u otro personaje, acerca más la cámara, si es necesario, para primeros planos. Aquí no, el plano es continuo, y eso presenta desafíos desde la perspectiva de mantener la atención del espectador. Eso era una dificultad extra que no había previsto: no hay cortes entre planos. Es el propio espectador el que hace un montaje mirando a un personaje, o a otro.

¿Qué nuevas formas de narrar puede aportar la realidad virtual al género de terror?

Aja: La realidad virtual es una forma distinta de explorar distintas narrativas ya conocidas. Porque al final, crear una emoción (tristeza, miedo, amor...), todo lo que puede contar el cine se basa en la narración, en buscar esa emoción solo con la historia, la narración. Pero aquí estamos hablando de otro tipo de inmersión: tu cerebro interpreta lo que ves en la realidad virtual como algo que estás viviendo, y no solo viendo como espectador.

Englund: Es una catarsis distinta. El espectador experimenta más que contempla.

Aja: La realidad virtual ofrece algo a lo que las películas están intentando llegar desde sus inicios. Espero que sigamos desarrollando más y más tecnología para perfeccionar esta sensación, que permita el espectador teletransportarse a las sensaciones de otros y vivir las películas de otro modo.

Englund: Yo he visto la película por primera vez hoy. Y todavía es una versión tosca. Pero ha conseguido despertar mi curiosidad. Como yo conozco la historia y sé lo que va a pasar, me he podido permitir juguetear con la VR. Hay una secuencia en la que vas bajo tierra, y ves un ejército de hormigas apareciendo, y es increíble lo que consigue hacer la cámara. La animación digital sin más no volverá a ser lo mismo: aquí este descenso al subsuelo cubre literalmente al espectador por todos lados. Te sientes vertical, cayendo como en un ascensor, lo he percibido casi en mi estómago. Me he sentido como un niño de 14 años, como también me sentí viendo La forma del agua de Guillermo del Toro la otra noche. Se trata de que recuperemos la inocencia, y así lo he vivido yo hace un par de horas con una versión aún sin finalizar de Campfire Creepers.

¿Qué limitaciones tiene, de momento, el lenguaje de la realidad virtual?

Aja: Intentamos exprimir las reglas de la realidad virtual. Hacer que sea más ambicioso, que tenga más calidad. Lo que estamos haciendo es algo que hace seis meses nadie quería hacer, y eso que sigue siendo un work in progress: nos decían “no puedes hacer esto, no puedes hacer aquello, no puedes mover la cámara, no puedes hacer cortes…”. Pero lo hemos conseguido, y creo que las limitaciones están ahí, pero la verdad es que estamos trabajando con auténticos genios tecnológicos que están encontrando formas de hacer lo que hace poco no creíamos que fuera posible.

Entonces, ¿qué futuro le ves al medio?

Aja: Para Campfire Creepers, espero que volvamos con otra temporada, y a ser posible con el Coleccionista de Cráneos a bordo. La idea es seguir contando historias, y seguir usando la realidad virtual para contarlas de nuevas maneras.