Aaron Sorkin: “Sin cómicos en EE UU estos últimos años nos habríamos vuelto locos”

El guionista mejor pagado y más conocido de Hollywood regresa por segunda ocasión a la dirección con 'El juicio de los 7 de Chicago'
Aaron Sorkin: “Sin cómicos en EE UU estos últimos años nos habríamos vuelto locos”
Aaron Sorkin: “Sin cómicos en EE UU estos últimos años nos habríamos vuelto locos”
Aaron Sorkin: “Sin cómicos en EE UU estos últimos años nos habríamos vuelto locos”

Como cualquier buena juerga, los sesenta terminaron. La droga no volvería a ser tan barata, el sexo jamás sería tan libre y el rock nunca tan genial. O eso aseguraba el provocador hippie Abbie Hoffman. Entre 1968 y 1969, él y otros siete activistas (Jerry Rubin, David Dellinger, Tom Hayden, Rennie Davis, John Froines, Lee Weiner y Bobby Seale) fueron duramente juzgados por organizar manifestaciones ante la convención de un lánguido partido demócrata, mientras reclamaban el final de la guerra de Vietnam. Cargas policiales, estudiantes desatados, una ciudad en llamas. No parece el mejor cierre de fiesta. Aaron Sorkin recrea en El juicio de los 7 de Chicago quizá el pleito político más actual de la historia de EE UU. Hablamos con el guionista de La red social y Algunos hombres buenos de la Biblia, su padre y por qué Stephen Colbert es necesario.

Has escrito sobre demandas y procesos judiciales en varias ocasiones. ¿Dirigir añade algún reto nuevo? ¿La idiosincrasia de un juicio, sus particularidades, te siguen emocionando?

Me encantan los dramas legales. Me fascinan, desde que era pequeño. En el teatro, en películas, donde sea. E imagino que, como guionista, lo que me fascina de este ambiente es que todos los elementos necesarios están presentes al mismo tiempo, en un mismo lugar. Las tensiones y los obstáculos, todo resulta claro. La emoción es altísima.

Para un guionista el cara a cara (cross examination) entre un testigo y el abogado tiene tanto potencial como juntar cerillas y un bidón de gasolina. Además, como siempre he pretendido ser un autor teatral (ríe), me gustan narrar en espacios cerrados, me hace sentir en control.

De hecho, viendo la película, me pareció advertir que evitabas de forma consciente varios momentos icónicos que todos relacionamos a los dramas legales. El juramento solo aparece en una ocasión, el jurado casi no tiene relevancia… ¿Conocer tan profundamente ese universo te permite jugar más libremente con sus elementos?

Es una pregunta interesante. Porque efectivamente, he intentado modificar algunos rasgos habituales. Por ejemplo, nunca se llega a oír el veredicto. Todo drama legal tiene una escena en la que un miembro del jurado se levanta para decir “culpable” o “inocente”. En este caso, preferí saltarme este momento, puesto que me interesaba más la emoción del alegato final de Tom Hayden (Eddie Redmayne), que tuvo lugar una semana después. Decidí hacer que el espectador entienda que son culpables por su ropa en el momento de entrar por última vez en la sala del jurado.

Aaron Sorkin: “Sin cómicos en EE UU estos últimos años nos habríamos vuelto locos”

Tu padre era abogado y luchó en la segunda guerra mundial. Su amor por las leyes siempre ha sido una inspiración en tu trabajo. Pero al mismo tiempo, en El juicio de los 7 de Chicago planteas un maravilloso diálogo entre Tom Hayden y Bobby Seale (Yahya Abdul-Mateen II) en el que hablan de cómo sus inquietudes nacen de “mandar a la mierda” a sus padres. ¿Has sentido alguna vez la necesidad tan fuerte de marcar distancia, a pesar del cariño y el respeto?

Bueno, nunca quise mandar a la mierda a mi padre (ríe). Pero entiendo a la gente que, especialmente en los años sesenta, quisiese mandar a la mierda al suyo. Principalmente, en esa escena, me parece sencillo empatizar con Bobby, que debe explicarle a Tom que su lucha es bastante mayor que un simple conflicto con papá.

¿Cómo de importante es la Biblia en tu trabajo? He advertido que la usas en varias ocasiones, aquí y en otras películas, para hablar de la importancia del contexto. 

No creas, no conozco la Biblia de manera profunda, para nada. Hay historias en la Biblia que recuerdo, también frases, pero vamos, no me siento un experto en absoluto. Soy judío, pero la religión nunca ha sido una parte importante de mi vida.

Sí hubo una época en mi infancia, en la que mis padres decidieron que debían añadir más devoción a nuestras vidas. Así que, los domingos por la mañana, nos sentábamos en la cocina y leíamos la Biblia. Pero creo que no pasamos ni el Génesis cuando comenzaron a aburrirse y dejamos de hacerlo [ríe].

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¿Escribir películas sobre gente buena te hace mejor persona?

No, no lo creo. Puedes ser una mala persona y escribir sobre gente honrada. Déjame ponerlo de otro modo: si me preguntasen qué hace que yo sea buena persona, jamás diría que es porque escribo películas sobre gente buena [ríe].

Pregunto esto porque no sé si todavía crees, o si alguna vez lo has pensado, que una película puede cambiar algo, que puede influir en la historia.

¿Puede una película, una obra de teatro, un episodio de televisión, cambiar a un espectador, generar un impacto en la sociedad? Desde luego, sin duda. Sin embargo, al escribir esta película, al investigar sobre los siete de Chicago, no estaba pensando en escribir algo relevante, en cambiar la vida de nadie. Sencillamente, intento confeccionar un buen guion, construir una historia bien contada.

No sé si conoces un vídeo de Barack Obama hablando de su viaje desde el trabajo comunitario hasta su experiencia como presidente, en el que explica cómo las dinámicas entre seres humanos no cambian de un nivel a otro. 

Sí, lo conozco, lo he visto.

Pensaba constantemente en ese vídeo mientras veía tu película, porque creo que Los siete de Chicago muestra precisamente esto, la capacidad que tiene la política a nivel local para explicar ligas mayores.

Los oponentes de Barack Obama se reían de él por haber sido un coordinador, por haber desempeñado diferentes cargos en su comunidad. Creían que debería haber llenado esos años con un trabajo real, signifique lo que signifique eso. Lo que mucha gente no entiende es que el auténtico cambio nace a nivel local, desde nuestras comunidades. Bobby Seal, fundador del grupo Panteras Negras, dedicó su vida a trabajar como organizador comunitario en más de quinientas universidades y colegios.

Uno de los protagonistas, el activista Abbie Hoffman, interpretado por Sacha Baron Cohen, realizaba monólogos de forma habitual. ¿Incluir su humor era una opción necesaria o tu amor por el stand Up va más allá, ha llegado a influirte a lo largo de tu carrera? 

En Estados Unidos, si tuviésemos que haber vivido sin cómicos estos últimos años, nos habríamos vuelto locos. Habríamos perdido la cabeza. Especialmente han sido más que necesarios los presentadores de Late Night como Stephen Colbert, cuyo trabajo sigo admirando. Igual que el de Trevor Noah, Samantha Bee o John Oliver. Son los únicos que nos dicen “no te equivocas cuando piensas que lo que vivimos es demencial”. Es una profesión necesaria.

Sobre el humor en la película, sencillamente creo que cualquier historia poderosa que sea capaz de alojar algo de humor se hace un gran favor a sí misma. Abbie era, efectivamente, un tipo extremadamente gracioso. Durante el propio juicio de la película, los fines de semana, Abbie actuaba en campus y universidades, en las que le recibían como a una estrella del rock, contando los detalles del proceso. Pagaba sus gastos legales con lo que sacaba actuando. Tener su testimonio, poder usar su material de stand up como voz narradora, fue un auténtico regalo.

El juicio de los 7 de Chicago se estrena el 2 de octubre (en cines) y el 16 de octubre (en Netflix).

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