8 razones para admirar a Werner Herzog

¿Un héroe? ¿Un charlatán? Seguramente, ambas cosas, y también un director enorme. Ahora que 'La cueva de los sueños olvidados' llega a los cines, te ofrecemos un perfil de nuestro chiflado alemán de cabecera. Por YAGO GARCÍA
8 razones para admirar a Werner Herzog
8 razones para admirar a Werner Herzog
8 razones para admirar a Werner Herzog

Algunos le aman, porque piensan que él se atreve a hacer lo que otros sueñan. Otros le odian, al considerarle un fantasma y un chulo. También los hay que piensan que sus trabajos de los 70 y los 80 son los mejores, pero que ahora se ha vendido, y quienes consideran que ahora está en plena forma. Nosotros nos contamos entre estos últimos, básicamente porque La cueva de los sueños olvidados, el documental que Werner Herzog estrena en España este viernes, nos ha gustado muchísimo. En la cinta, este director nacido en Munich (Alemania) hace 70 años no solo ha sido el primer cineasta en entrar en la Cueva de Chauvet, donde se hallan las pinturas rupestres más antiguas de la Tierra, sino que también las ha rodado en formato 3D, una técnica que, señala, "está bien para rodar películas porno, pero no comedias románticas". Con semejante actitud a sus años, está claro que en CINEMANÍA no podíamos dejar de dedicarle un informe a nuestro chiflado alemán de cabecera, contestando a la pregunta: ¿por qué admiramos tanto a Werner Herzog?

Porque ama el cinewerner_herzog_niño

“Esta vez os habéis superado”, dirá aquí ese lector hasta el gorro de nuestras salidas de tono. “Si Werner Herzog, que lleva desde 1962 dirigiendo y ha firmado 63 películas, no ama el séptimo arte, apañados estamos”. Lo cual es muy cierto. Pero el romance de nuestro hombre con el celuloide es especial, porque Herzog descubrió el cine cuando era ya un adolescente: criado en Sachrang, un pueblo de los Alpes bávaros, Werner vio su primera película con 14 años de edad, y el flechazo fue instantáneo. Desde ese momento, aprendió todo lo que pudo sobre el arte de rodar (a través de libros y enciclopedias, básicamente), y financió sus primeros trabajos mediante trabajos como obrero industrial. Y también, todo hay que decirlo, “tomando prestadas” cámaras y rollos de película del Instituto de Cine de Munich.

Por sus viajeswerner_herzog_fitzcarraldo

Un repaso somero a la filmografía de Herzog demuestra que, además de estar como una cabra, el cineasta muniqués es un culo de mal asiento. Werner puede alardear de haber rodado en todos los continentes: en Asia (Rescate al amanecer), en África (una larguísima lista de filmes, desde el documental Los pastores del sol al delirio poético de Fata Morgana), en América (tanto en la del Norte –Stroszek, Teniente corrupto- como en las junglas de Fitzcarraldo), en la Antártica (Encuentros en el fin del mundo), en Oceanía (Donde sueñan las hormigas verdes) y, por supuesto, en toda Europa. El cine de Herzog se convierte así, no sólo en un perfecto sustituto de la movilidad para aquellos a quienes nos cuesta levantarnos de la butaca, sino también en una fuente interminable de anécdotas que van desde lo cachondo a lo atroz.

Por soportar a Klaus Kinski

Durante el rodaje en Perú de Fitzcarraldo, el jefe de una tribu amazónica que colaboraba en el rodaje se plantó ante el cineasta y le dijo: “Mi gente está harta de ese tío, y tú también. ¿Quieres que nos lo carguemos?”. El tío en cuestión era, por supuesto, cierto actor al cual Herzog había conocido, siendo un niño, en la casa de huéspedes que regentaba su madre, y que acabó siendo el protagonista de seis de sus filmes. En el documental Mi enemigo íntimo (realizado en 2000, nueve años después de la muerte de Kinski), Herzog nos fascina tanto por su relato de una relación marcada por la hostilidad mutua, las armas de fuego y las amenazas de muerte como por su capacidad de perdonar, resaltando los aspectos positivos de alguien que nunca dejó de portarse como un energúmeno. Al fin y al cabo, si los resultados de tanta bronca son filmes como Aguirre, la cólera de Dios, su remake de Nosferatu, Woyzeck o la propia Fitzcarraldo, pasar página es fácil.

Porque le gustan las apuestas

El año: 1978. El lugar: el UC Theater de Berkeley (California). Un Werner Herzog joven, bigotudo y jovial se prepara ante un numeroso público para cumplir la promesa realizada a su amigo Errol Morris, también director de cine, unos años antes. La cual no era otra que comerse un zapato si Morris lograba terminar su documental Gates of Heaven. La “hazaña”, recogida por el ganador de la apuesta en el corto Werner Herzog Eats His Shoe, fue preparada con minuciosidad: Herzog se agenció los servicios de una chef profesional, quien le ayudó a pasar el apuro cocinando durante cinco horas el cuero en un caldo sazonado con especias y ajo. La cocción no sirvió de mucho, porque el zapato sabía asqueroso de todas formas, pero Herzog remató el acto con una frase inolvidable: “He sobrevivido a tantas comidas en el Kentucky Fried Chicken que podré con esto”. Como recuerda en el mismo filme, una apuesta similar le costó arrojarse encima de un cactus (“Con unas espinas enormes”) al terminar su segundo largo, También los enanos empezaron pequeños. Eso va a ser por vicio…

Por sus documentales

Está claro que yéndose al quinto pino a rodar películas simbólicas con actores majaras uno no se gana las lentejas, por muchas Palmas de Oro y Osos de Plata que le den. Y Werner tiene esos dos premios en la repisa, así que sabe lo que se hace: desde los comienzos de su carrera, y entre largometraje y largometraje, nuestro héroe ha producido documentales a mansalva, con temas que van desde el deporte (El gran sueño del carpintero Steiner, sobre un campeón olímpico de esquí) hasta el análisis cultural (Los pastores del sol), pasando por el puro delirio hindú de Raj Mandir. Seguramente, los que más nos suenan a todos son Grizzly Man, con su militante ecologista devorado por los osos, e Into The Abyss, una colección de entrevistas a reos de muerte que, en estos momentos, Herzog prolonga en forma de serie televisiva.

Por sus escritoswerner_herzog_libro

La verdad es que Herzog no ha sido nunca un escritor muy prolífico (con una vida como la suya, no es de extrañar), pero cada vez que se ha arrimado a una página en blanco ha sido para poner el dedo en la llaga. El libro de referencia para entender su mundo es La conquista de lo inútil (recientemente reeditado), una selección de extractos de su diario durante el rodaje de Fitzcarraldo, en el que hayamos por igual reflexiones poéticas (“Los pájaros, cuando cantan, rezan para que la Creación no se extinga”) e invectivas contra Klaus Kinski. Del caminar sobre hielo es otro diario, pero esta vez escrito mientras nuestro héroe recorría a pie el camino entre Munich y París para visitar a la directora Lotte Eisner. Y, finalmente, si quieres ir al tuétano de la cosa, sus dos textos capitales son la Declaración de Minnesota y Sobre el absoluto, lo sublime y la verdad extática. Dos andanadas (desgraciadamente, sólo en inglés) en las que Herzog se cisca en el cine en general, el ‘cine de autor’ en particular y, concretamente, en ese cinema vérite que, pretendiendo captar la verdad de las cosas, las despoja de poesía. Puedes leerlos (en inglés) en su web. Y, créenos: merece la pena.

Por sus cursos de cinewerner_herzog_cursos

“Viajar a pie”. “Cómo forzar una cerradura”. “Falsificación de permisos de rodaje”. “Guerra de guerrillas”. “¿Qué se siente cuando te pegan un tiro?”. Todas estas asignaturas se imparten en la Escuela de Cine Renegado, el seminario itinerante de cine que Herzog organiza, sin apenas aviso previo, en hoteles de EE UU. Si permaneces atento a la web del curso, y puedes permitirte los 1.182 euros que cuesta la matrícula, tal vez llegues a tiempo de participar en la próxima edición… Aunque avisamos de que las plazas son limitadas, y que a la hora de seleccionar alumnos se da preferencia a “aquellos que han tenido trabajos como portero de puticlub o celador en hospitales psiquiátricos”.

Por la música

Durante su infancia, Werner Herzog tuvo dos grandes terrores: los pollos (“los animales más estúpidos del mundo”) y la música. No sabemos si habrá superado el primero (aunque su terapia, bastante contundente, consiste en incluir al menos una gallinácea en cada película que rueda), pero del segundo se despojó bien temprano, hasta el punto de haber dirigido el montaje de varias óperas de Wagner, su compositor de cabecera. Dejando los clasicismos aparte, hemos de decir que hablar del cine de Herzog es hablar de los Popol Vuh, el proyecto sonoro dirigido por Florian Fricke que puso música a sus filmes más célebres. Lo cual no sólo dotó a estos de partituras para el recuerdo, sino que también los agració con algunas de las primeras bandas sonoras puramente electrónicas de la historia: en el vídeo puedes ver un ejemplo formidable, el tema inicial de Aguirre, la cólera de Dios.

Porque no teme a Hollywood

Por lo general, la mayoría de los directores serios y reconocidos del cine europeo se mantienen alejados de la industria de EE UU, por si acaso se les pegase algo y empezasen a rodar filmes comerciales. Sin embargo, desde que se mudó a Los Ángeles (junto a su actual, y tercera, esposa), el camino de Herzog parece ser el opuesto: lograr que el cine de Hollywood se parezca al suyo. ¿Que le encargan una película con Nicolas Cage? Pues se saca de la manga la muy demente Teniente corrupto, se embolsa unos cuantos billetes y, de paso, le regala al sobrino de Coppola su mejor trabajo en años. ¿Que Christian Bale quiere trabajar con él? Pues le enrola en Rescate al amanecer, un filme cuyo rodaje fue tan extenuante que al galés no le quedaron fuerzas ni para decir fuck. ¿Qué las universidades se lo rifan para dar conferencias? Pues tanto mejor, porque así puede conocer en persona a John Waters (y, de paso, quedarse pasmado al descubrir que es gay). Concluimos citando dos de sus hitos más recientes: prestar su voz a un personaje de Los Simpson, y ejercer como actor secundario en Jack Reacher junto a Tom Cruise.

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