25 series británicas que tienes que ver

Una colección de programas televisivos que te harán cantar 'God save the show!'.
25 series británicas que tienes que ver
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25 series británicas que tienes que ver

En lo que a las series de TV se refiere, está claro que los productos de Estados Unidos marcan la pauta. Pero en Europa (y en España también, aunque muchas veces se nos olvide) también sabemos apañárnoslas con la cosa catódica, ofreciendo productos memorables. Y, si tuviéramos que elegir un país de la UE cuyas series nos han enganchado, el Reino Unido se llevaría la palma. Modestos en sus medios (el presupuesto es el que hay), pero muchas veces originales e inclasificables, los shows de las Islas Británicas tienen algo que los hace irresistibles para muchos, y que CINEMANÍA trata de desentrañar en este informe. Con todos vosotros, 25 programas de televisión que, desde hace ya décadas, nos hacen entonar "¡Dios salve a la serie!" cada vez que los vemos, o los revisamos.

The Office (2001-2003)

¿Por qué nos gusta? Antes de dejar los Globos de Oro como un solar, Ricky Gervais se ganó el odio (es decir, el amor) de los espectadores rigiendo los destinos de la papelera Wernham Hogg, una de esas empresas en las que darías lo que fuera por no trabajar. Elaborada en forma de falso documental, abundante en momentos de vergüenza ajena y con un reparto de campanillas (Martin Freeman, el futuro Bilbo Bolsón, está incluido en él), The Office sentó las bases de la carrera posterior de Gervais (Extras, Life's Too Short), de otras sitcoms sobre ambientes laborales surgidos del infierno (The IT Crowd) y de un fabuloso remake estadounidense con Steve Carell de protagonista.

Caída y auge de Reginald Perrin (1976-1979)

¿Por qué nos gusta? Arquetípico oficinista de la City, con su paraguas y su bombín, Reginald Perrin (Leonard Rossiter) detesta ese trabajo al que siempre llega tarde, detesta a su familia y, sobre todo, se detesta a sí mismo. De modo que, cuando su cordura dice "basta", se esfuerza por mandarlo todo al carajo de las formas más inverosímiles, desde un falso suicidio a la creación de una empresa especializada en vender basura. ¿Dónde está el problema? Pues en que todas sus artimañas le salen bien, es decir, mal: Caida y auge... es una descacharrante comedia sobre un hombre condenado al éxito.

Skins (2007-...)

¿Por qué nos gusta? Allá por los 80, la serie británica Grange Hill causó sensación y polémica por su realismo al presentar la vida de los adolescentes. Creada por un equipo de padre e hijo (Jammie Britain y Bryan Elsley), Skins viene a ser la hija descocada, hipersexualizada y drogadicta de dicho show, un producto ideal para el siglo XXI. Empezando por Nicholas Hoult (X-Men: Primera generación), que intervino en su primera temporada, muchos de sus jóvenes intérpretes ha llegado al estrellato, lo cual dice mucho tanto del buen ojo de sus directores de casting como de la calidad de sus guiones en los que hay mucha mugre, pero (cosa rara) también hay muy poco sensacionalismo.

Un diputado fantástico (1987-1992)

¿Por qué nos gusta? Si la también excelente, pero algo remilgada, Sí, señor ministro (1984-1987) y su secuela Sí, primer ministro (1986-1987) habían reflejado de forma más o menos amable el mundillo político de Gran Bretaña, Un diputado fantástico arremetía sin tapujos contra el Parlamento en general, y contra los secuaces de Margaret Thatcher en particular. No podía ser menos, siendo su protagonista alguien tan vitriólico como Rik Mayall, en el papel de Alan B'Stard, un auténtico buitre corrupto y prevaricador elegido miembro más sexy de la Cámara de los Comunes durante tres legislaturas consecutivas (o eso dice él).

Little Britain (2003-2006)

¿Por qué nos gusta? Oficinistas desquiciadas, políticos con mucho que ocultar, funcionarias que acabarían con la autoestima de cualquiera y canis barriobajeras (lideradas por la inigualable Vicky Pollard) a cuyo lado la Ana Polvorosa de Aída parece Emma Thompson: esa es parte de la fauna creada por Matt Lucas y David Walliams (guionistas y actores camaleónicos) para este programa que, nacido en las ondas de radio, se convirtió en escaparate televisivo de lo peor que la Pérfida Albión puede ofrecer al visitante. Prueba de su calidad es que, pese a ese carácter tan localista, acabó cruzando el charco en Little Britain USA.

Downton Abbey (2010-...)

¿Por qué nos gusta? Mejor será que reformulemos la pregunta: ¿cómo es posible que una serie más british que la cuajada al limón y el té de las cinco haya tenido un éxito tan arrollador en todo el mundo? Es más, ¿quién se explica que Downton Abbey posea legiones de fans en Estados Unidos, contando con seguidores antitéticos como el rapero P-Diddy? Puede que se deba a la elegancia de su producción, a lo bien planteado de sus intrigas eduardianas o a su talento para exprimir nuestros lagrimales. Pero nosotros pensamos que el talento de la Condesa Viuda (Maggie Smith) para soltar los pullazos más devastadores sin inmutarse también tiene algo que ver.

Absolutamente fabulosas (1992-2012)

¿Por qué nos gusta? Son frívolas, son superficiales, sus malas artes aterrarían al reparto entero de Mujeres desesperadas y se drogan más que Gregory House en un turno de urgencias. Pese a ello, o gracias a ello, las leopardas Edna y Patsy se ganaron el amor del público hasta el punto de aguantar (con interrupciones) 20 años en antena. Normal, porque tras ellas estaban dos instituciones de la escena y la comedia como Jennifer Saunders (también guionista) y Joanna Lumley: si este par de divinas de la muerte se pasaran por el plató de Sálvame, Jorge Javier Vázquez nunca volvería a levantar cabeza.

Robin Hood (1984-1986)

¿Por qué nos gusta? Ojo: no confundas esta serie con esa otra que, con el mismo título, produce la BBC desde 2006. También ideado para el público adolescente, este programa supuso un fenómeno en su día gracias a su calidad visual (tanto rodaje en exteriores, por entonces, no era ninguna bicoca) como por escarbar en las raíces célticas y mágicas del mito del arquero de Sherwood (Michael Praed) sin por ello dejar de describir una Edad Media muy miserable y muy hambrienta. Si tus hijos o sobrinos quieren ver Juego de tronos, pero todavía no tienen la edad para según qué cosas, este puede ser un buen aperitivo.

La víbora negra (1983-1989)

¿Por qué nos gusta? Antes de que cierto indescifrable personaje y su osito de peluche sembrasen el caos, Rowan Atkinson armó la marimorena a través de los siglos con este show, que pone en solfa a lo más sagrado de la historia de Gran Bretaña. Desde la Edad Media hasta la I Guerra Mundial, el infame Blackadder y sus descendientes (todos ellos con el rostro de Atkinson) están dispuestos a traicionar, asesinar y mentir con tal de convertirse en los amos del cotarro, siempre con la ayuda del fiel Baldrick (Tony Robinson) y rodeados por un elenco de secundarios que incluye a Hugh Laurie, Stephen Fry y Miranda Richardson, entre otros grandes.

Life on Mars (2006-2007)

¿Por qué nos gusta? Las series de TV han abordado el tema de los viajes en el tiempo en muchas ocasiones. Y las británicas, más: puedes encontrar un ejemplo particularmente afortunado al final de este informe. Sin embargo, la forma en la que Life on Mars encara el asunto destaca tanto por lo entrañable como por lo surrealista: tras un accidente de coche, el atribulado policía Sam Tyler (John Simm) despierta en el Manchester de los 70, algo que ocasiona un choque cultural de órdago y una larga serie de enigmas. Si este serial te gusta, corre a por Ashes to Ashes, su continuación ochentera. Y, por tu bien, ignora en lo posible aquel desnortado remake español titulado La chica de ayer.

Queer as Folk (1999-2000)

¿Por qué nos gusta? Para gustos, los colores (del arco iris), pero a nosotros nos parece que la versión estadounidense de esta miniserie no le hacía justicia ni de lejos al original. Si quieres comprobarlo, échale un tiento a las andanzas de Stuart Jones (Aidan Gillen), amo y señor de los bares de ligoteo de Manchester, capaz tanto de portarse como una víbora sin escrúpulos como de convertirse en un cruzado contra la homofobia cinco segundos más tarde. Tan polémica en su día como bien realizada, la versión británica de Queer as Folk supuso un paso más hacia el estrellato para Russell T Davies, un sujeto cuyo nombre volverás a leer aquí, y cuyo fino ojo para las cosas de la TV le había llevado, en 1991, a fichar a una tal Kate Winslet para su serie Dark Season.

Calderero, sastre, soldado, espía (1979)

¿Por qué nos gusta? Si te gustó El topo, y te quedaste helado con la interpretación de Gary Oldman, esta miniserie puede ser un auténtico lujo: también basada en la novela de John Le Carré, Calderero, sastre... cuenta con nada menos que Alec Guiness para dar vida a George Smiley, maestro de la intriga y la doblez empeñado en descubrir a un infiltrado en el servicio secreto británico. Tan sórdida como la película de Thomas Alfredsson, pero mucho más reposada, la serie contó con una secuela memorable, La gente de Smiley (1982).

Hotel Fawlty (1975-1979)

¿Por qué nos gusta? A lo largo de sus correrías con los Monty Python, John Cleese demostró su potencial para ofender a todo el mundo en el Reino Unido (y en Francia). Pero al primer actor que pronunció la palabra "fuck" en un plató de la BBC todavía le quedaba un territorio donde dejar su recuerdo... Y ese territorio era España: como Basil Fawlty, empresario hotelero de dudosa integridad, Cleese se las apañó para reunir todos los tópicos más ofensivos sobre el carácter español, tal y como es percibido por los turistas ingleses (véase a Manuel, un camarero catalán que parece portorriqueño) y del carácter inglés, tal y como es percibido por los españoles. Demostrando, una vez más, su capacidad para hacer amigos.

El enano rojo (1988-1999)

¿Por qué nos gusta? Buscar el lado cachondo de la ciencia-ficción es algo que se le da muy bien a los súbditos de Su Graciosa Majestad. Ahí quedan ejemplos tan memorables como La Guía del autoestopista galáctico, en cine y literatura, y como El enano rojo en televisión. Tres millones de años después de cargarse a todos sus compañeros de tripulación (por un 'pequeño' desliz con un reactor nuclear), el inepto astronauta Dave Lister (Craig Charles) despierta en compañía de un gato evolucionado, un holograma particularmente incordiante y una computadora existencialista. Mediante sus claustrofóbicas peripecias, Rob Grant (el creador de los muñegotes de Spitting Image) nos demostró que, en el espacio, sí que pueden oírse las carcajadas.

Mr. Bean (1990-1995)

¿Por qué nos gusta? ¿Un fenómeno global? Pues sí: Rowan Atkinson ya era una institución de la comedia gracias a La víbora negra, a This Ain't the Nine O'Clock News y a su carrera como monologuista, pero fue este personaje (luz, guía y espejo para todos los torpes del mundo) el que le catapultó a la fama internacional. Algo que no nos extraña, porque tras el gesto fláccido de Mr. Bean se esconden la capacidad destructiva de una bomba de hidrógeno y una inexplicable capacidad para despertar nuestra ternura. Tras cinco años de show, una serie animada muy aprovechable y dos filmes de los que preferimos no hablar, Atkinson decidió 'matar' a su creación en 2012. Dada la poca gracia de sus dos películas como Johnny English, sospechamos que el actor aún se está arrepintiendo.

Arriba y abajo (1971-1975)

¿Por qué nos gusta? Antes de que Downton Abbey nos hiciera entonar el Dios salve a la Reina cada vez que encendemos el televisor, esta serie fue el arquetipo de la elegancia victoriana y el stiff upper lip en el mundo catódico. Las vidas paralelas de la familia Bellamy (los de arriba) y de sus criados (los de abajo) se ganaron numerosos fans en su país de origen, y también en España, atravesando los comienzos del siglo XX, la Primera Guerra Mundial y el crack de 1929 sin inmutarse, sin perderse nunca la sacrosanta hora del té ni esquivar los aspectos más desagradables de dichas épocas. Un consejo: evita el remake de la serie estrenado en 2010.

El prisionero (1967-1968)

¿Por qué nos gusta? "¡No soy un número, soy un hombre libre!", exclamaba Patrick McGoohan (protagonista y creador de la serie) en cada episodio. Y un aterrador campo de prisioneros conocido como La Aldea se obstinaba en negárselo mediante trampas y artimañas de retorcimiento surrealista. Si crees que David Lynch fue el primero en desafiar a la lógica en TV con su Twin Peaks, piénsatelo dos veces: El prisionero logró resultados muy similares tres décadas antes, triturando el género de espionaje con una malicia que dejaría patidifuso a James Bond, y ante la cual el público no sólo no huía espantado, sino que volvía cada semana pidiendo más. Como prueba de su legado, y más allá de su poco lucido remake de 2009, queda la memorable parodia protagonizada por Los Simpson.

Red Riding (2009)

¿Por qué nos gusta? De acuerdo: Red Riding no es una serie propiamente dicha, sino una colección de tres telefilmes que adaptan las cuatro novelas homónimas de David Peace (The Damned United). Pero eso no es óbice para admitir que también es una de las intrigas policíacas más endiabladas y crueles jamás vistas en la pequeña pantalla. En 1974, el periodista Andrew Garfield (tal vez le recuerdes vestido de 'trepamuros' en The Amazing Spider-Man) investiga el asesinato de una niña en un páramo de Yorkshire, y su indiscreción dispara una intriga en la que se enredan durante una década la corrupción policial, los tejemanejes inmobiliarios y personajes reales (y atroces) como el asesino en serie Peter Sutcliffe. Recuerda: "Esto es el Norte, y aquí hacemos lo que queremos".

The Young Ones (1982-1984)

¿Por qué nos gusta? Rick (la rata rastrera), Vyvian (el punk descerebrado), Neil (el hippie de higiene cuestionable) y Neil (el pelmazo) son los cuatro compañeros de piso que jamás quisieras tener. Y también son los protagonistas de una de las sitcoms más divertidas de todos los tiempos. Antes de asaltar las Casas del Parlamento con Un diputado fantástico, el simpar Rik Mayall fue una de las cabezas pensantes de este programa, cuya fama aún perdura pese a su breve duración en antena. ¿A qué se debe esto? Pues, suponemos, a su humor ultraviolento, a intervenciones musicales en riguroso directo (Mötorhead, Madness y Dexy's Midnight Runners se pasaron por su plató) y a cameos de lujo como aquel en el que Emma Thompson, Hugh Laurie y Stephen Fry se autoparodiaban salvajemente. Si, a estas alturas, ya eres un mayalladicto como nosotros, no te pierdas tampoco La pareja basura.

Retorno a Brideshead (1981)

¿Por qué nos gusta? Hubo un tiempo en el que decir "serie británica" quería decir, o bien "comedia desmadrada" o bien "dramón de época". Y, además de Arriba y abajo, la gran culpable de lo segundo fue esta adaptación de la novela de Evelyn Vaugh. El plebeyo arribista Charles Ryder (un Jeremy Irons muy joven, y también muy lánguido) se ve atraído a las tórridas intimidades de la familia Flyte, viviendo primero una amistad de los más ambigua con el hijo mayor (Anthony Andrews) y enrrollándose después con la vástaga Diana Quick. Agraciada con una puesta en escena que se regodea en el lujo señorial, Retorno a Brideshead supone la prueba de que insinuar el vicio, el fornicio y las paranoias religiosas puede ser más eficaz que mostrarlas abiertamente.

Sherlock (2010-...)

¿Por qué nos gusta? Steven Moffat, un señor de larga y distinguida carrera (y compinche ocasional de Russell T Davis), se preguntó un buen día cómo sería Sherlock Holmes si viviera en el siglo XXI. Y la respuesta fue: "un friqui de mucho cuidado". Gracias a dicha intuición, Benedict Cumberbatch Martin Freeman (entrañable y sufridor Watson) son hoy los únicos actores capaces de disputarles a Robert Downey Jr. y a Jude Law la propiedad del 221b de Baker Street: Sherlock se las apaña para guardar una inquietante fidelidad a los relatos de Conan Doyle sin dejar por ello de actualizarlos a golpe de teléfonos móviles, blogs, técnicas forenses que dejan en mantillas a las de CSI y, sobre todo, una inventiva visual de las que hacen época.

Yo, Claudio (1976)

¿Por qué nos gusta? Dice la leyenda que Jack Pulman, creador de esta serie, escribió una carta a Robert Graves (autor de la novela original) pidiéndole su opinión sobre ella. La respuesta del escritor: "A Claudio le hubiera gustado". Lo cual era el mayor elogio que Graves podía otorgar a un serial que, poniendo al desnudo la corrupción del Imperio Romano, hace que Juego de tronos parezca tan cándida como los Teletubbies. Frente al retumbante Augusto de Brian Blessed, Calígula (John Hurt, haciendo historia de la TV depravada), la terrorífica Livia (Sián Philips) y demás fauna togada que atormenta al tartaja protagonista (Derek Jacobi), Cersei, Melissandre, Tyrion, Stannis y demás conspiradores de Poniente huirían aterrorizados. Bueno, Meñique quizá no tanto...

Los Vengadores (1961-1969)

¿Por qué nos gusta? A lo largo de las décadas, ha habido series más longevas que Los Vengadores, también las ha habido más extrañas y (suponemos) se han encontrado otras más divertidas. Pero ninguna de ellas, y aquí viene lo bueno, ha reunido esas virtudes con la gracia de este show. El cual, todo hay que decirlo, no tiene nada que ver ni con Marvel ni con Joss Whedon, sino con las aventuras del espía John Steed (Patrick Macnee) y sus estupendas secuaces, de Diana Rigg (Juego de tronos) a Honor Blackman, la Pussy Galore de James Bond contra Goldfinger. El recuerdo de esos decorados minimalistas e inverosímiles, de esos guiones que flirteaban elegantemente con el disparate y de esa apabullante banda sonora no palidece ni siquiera con el recuerdo de la desastrosa versión para el cine.

Monty Python's Flying Circus (1969-1974)

¿Por qué nos gusta? El partido de fútbol entre filósofos. Los vikingos pidiendo spam (carne en lata) de forma operística (y, de paso, ayudando a bautizar el correo basura de internet). La canción del leñador. El Ministerio de Andares Tontos. La Inquisición Española, con sus tres armas (¿o eran cuatro?). El periquito muerto. Si todos estos sketches nacidos del ingenio de John Cleese, Terry Gilliam, Michael Palin, Eric Idle, Graham Chapman y Terry Jones no te suenan de nada, hazte un favor y corre a por las ediciones en dvd de este programa, que por suerte abundan y son fáciles de encontrar. Heredando lo mejor de equipos cómicos de su tierra como Morecambe & Wise, y destrozando a la vez sus legados mediante un surrealismo feroz, los futuros autores de La vida de Brian demostraron cómo el humor imprevisible, la psicodelia cruel (en los interludios de animación, cortesía de Gilliam) y la capacidad para levantar ampollas en todas las instituciones y estratos sociales pueden hacer historia y convertirse en un fenómeno que trasciende las generaciones. Y, si no nos haces caso, un caballero medieval surgirá de la nada para golpearte con un pollo.

Doctor Who (1963-...)

¿Por qué nos gusta? Sí, las fechas que aparecen arriba son verdaderas: Doctor Who comenzó a emitirse hace 50 años, y (salvo un largo hiato durante los 90) sus aventuras prosiguen aún hoy, lo cual la convierte en la serie de TV más longeva de la historia. Eso no debería sorprendernos, dado que el personaje titular es un ente capaz de surcar el tiempo a bordo de una cabina telefónica (bueno, propiamente, una police box) más grande por dentro que por fuera, con dos corazones latiendo en su tórax y que, en lugar de morir se regenera. Es decir, que cambia de aspecto, lo cual viene de lujo a los actores para abandonar el papel cuando quieran, y a los directores de casting para renovar el reparto. A lo largo de sus décadas, Doctor Who ha tenido muchas épocas legendarias (las protagonizadas por Tom Baker y Peter Davison brillan especialmente en nuestra memoria), pero ha sido con la etapa actual, obra de Russell T Davis y Steven Moffat, cuando su popularidad se ha disparado hasta límites que le sacarían los colores a un Dalek. ¿Sus virtudes? Actores estupendos (Christopher Eccleston, David Tennant, Matt Smith), guiones tan complejos como accesibles y una actitud desenfadada gracias a la cual sus modestos efectos especiales se convierten en un atractivo, más que en un problema. Si te subes a la TARDIS para viajar junto al Doctor, es muy posible que nunca quieras apearte.

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