20 cosas que (probablemente) no sabías de 'El exorcista'

Te hemos preparado este informe a golpe de giro de cuello sobre la película sobre exorcismos más conocida de la historia del cine
20 cosas que (probablemente) no sabías de 'El exorcista'
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20 cosas que (probablemente) no sabías de 'El exorcista'

Primero, cuando expulsamos aquella mucosidad verde durante el desayuno, pensamos que se debía a las consecuencias de un Halloween especialmente desaforado. Después, al descubrir los estigmas de nuestra piel frente al espejo del baño, nos prometimos a nosotros mismos que jamás volveríamos a comprar máscaras en el ‘todo a 100’, con lo malo que es eso para el cutis. Sólo cuando empezamos a mirar con ojos tiernos al crucifijo del cuarto de la abuela mientras girábamos la cabeza en un ángulo de 180 grados, nos dimos cuenta de la realidad: y la realidad es que hoy es un magnífico día para un exorcismo.

Nosotros tenemos ya experiencia con la expulsión de demonios, un trabajo que nos merece mucho respeto. Y aprovechando que Satán no está para muchos trotes tras la (presumible) juerga de anoche, nos hemos atrevido a elaborar este informe maratoniano con más datos que el Malleus Maleficarum y una erudición capaz de echar p’atrás al mismísimo Pazuzu. A lo largo de estos 20 datos lo descubrirás todo sobre Linda Blair y sus tratos con el Enemigo. Tal vez esta sabiduría no consiga expulsar al diablo de tu cuerpo, pero sí te capacitará para responder propiamente cada vez que alguien te pregunte “¿Has visto lo que hace la cochina de tu hija?”.

Groucho, agente del maligno

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Estamos en 1950, en un estudio de la cadena NBC. Como todas las semanas, Groucho Marx presenta su programa concurso You Bet Your Life, conocido por su humor desquiciado y a veces escatológico. Cuando termina el show, el ganador del día es un joven llamado William Peter Blatty, periodista de cotilleos que promociona un libro de reportajes. Cuando el hombre del puro y el bigote le pregunta qué piensa hacer con los 10.000 dólares (unos 70.000 euros, ajustados) del premio gordo, Blatty responde: “Me dedicaré a escribir mi primera novela”. Una novela cuyo título, suponemos, ya te estás imaginando. 23 años más tarde, Groucho y el escritor bromearon acerca de la posibilidad de rodar un spoof basado en El exorcista, con el mayor de los Marx como el padre Merrin. Lástima que la idea no pudiera hacerse realidad…

El (terrorífico) caso de Roland el poseído

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Escribiendo la historia de la pequeña Regan y sus intimidades con Satanás, Blatty se inspiró en un presunto caso de posesión diabólica ocurrido en 1949, y sobre el que había investigado en sus años de universidad. Roland Hunkeler, el niño de 12 o 13 años que protagonizó el hecho sufrió muchos de los síntomas que pueden verse en el libro y el filme, tales que supuestos poderes psíquicos, don de lenguas, llagas y estigmas diversos. Según informó Blatty el año pasado, el chaval acabó trabajando para la NASA: evitemos, en pro del buen gusto, decir aquello de “Usted morirá en su nave espacial”.

Un ‘best seller’ del Averno

Publicada en 1971, El exorcista no se comió un colín en las librerías durante sus primeros meses de publicación. Ahora bien, resulta que un programa de entrevistas muy popular en EE UU (The Dick Cavett Show) llamó a Blatty para sustituir a un invitado que se había puesto enfermo. Y no sólo eso: otro de los huéspedes abandonó el show de forma inesperada en plena emisión, con lo cual el escritor tuvo la friolera de 45 minutos para hablar de su libro y sus truculencias en directo y en horario de máxima audiencia. Gracias a estas coincidencias, achacables sin duda a la mano de Belial, Astarot o algún otro colega de allá abajo, la novela se convirtió en un éxito. También en España, donde ocupó el octavo lugar en la lista de libros más vendidos del año.

Stanley asusta a Lucifer

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Con experiencia en el mundo del cine (había trabajado con Blake Edwards en películas como El nuevo caso del inspector Clouseau), Blatty escribió un guión basado en su novela y fue de estudio en estudio para que se rodase el filme de rigor. Al principio nadie le hizo caso, dado el escaso éxito del libro, pero una vez que este se vendió como rosquillas, la cosa cambió. El novelista, ingenuo él, pensó en Stanley Kubrick para dirigir la película, y al genio del Bronx le interesó la idea… siempre que le dejasen producirla y hacer cambios sobre el libreto. Tras mandarle a hacer gárgaras, Warner Bros. sondeó a otros cineastas como Peter Bogdanovich, Arthur Penn y un Mike Nichols nada emocionado ante la idea de trabajar con niños. Finalmente, y en el último momento, Blatty encontró a su hombre: William Friedkin, cuya French Connection había ganado cinco Oscar en 1971.

¡Que alguien llame a un cura (o a dos)!

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Durante el rodaje de El exorcista, Max Von Sydow echó mucho de menos esos apacibles rodajes con Ingmar Bergman: el actor sueco tuvo que pasarse cuatro horas diarias en manos del maquillador Dick Smith para aparentar la provecta edad del padre Lankester Merrin. Y no sólo eso, sino que también se quedó patidifuso al escuchar las barbaridades que Linda Blair soltaba sin inmutarse. Jason Miller, el intérprete del joven y atribulado Damien Karras, tuvo mucha más suerte: tras descartar a Marlon Brando, Al Pacino, Jack Nicholson y Gene Hackman, entre otros, Friedkin le fichó para el papel tras verle actuar en un teatro de Brooklyn.

La madre de la criatura

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William Peter Blatty se había inspirado en su amiga Shirley MacLaine para el personaje de Chris MacNeil, la famosa actriz y madre de la niña poseída. Pero la hermana de Warren Beatty no pudo aceptar la oferta y además Friedkin había pensado en Audrey Hepburn para el papel. Cuando esta lo rechazó, fueron abordadas Geraldine Page, Jane Fonda y una Debbie Reynolds que trató de imponer a su hija Carrie Fisher (exacto: la futura Princesa Leia) en el papel de Regan. Finalmente, Ellen Burstyn aceptó hacer de Chris, algo que le costaría caro…

Esta chica es un demonio

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Durante una de las maratonianas sesiones de cásting de El exorcista, William Friedkin creía haber encontrado a la niña ideal para el papel de Regan: la chica tenía 12 años, pero se había leído el libro y parecía muy espabilada. Y lo era, tanto que cuando el cineasta le preguntó si sabía lo que tendría que hacer en el rodaje, ella respondió: “Masturbarme con un crucifijo”. Friedkin, apabullado, le preguntó si sabía de qué estaba hablando. “Pues claro que lo sé, de hacerme una paja”, contestó ella. “Pero, ¿tú haces esas cosas?”, prosiguió el director, a lo que la niña repuso “Yo sí, ¿y tú?”. Por supuesto, la joven actriz era Linda Blair, y gracias a esa conversación tan sórdida, el papel fue suyo.

Un asesino en el plató

De entre todas las leyendas asociadas a El exorcista, esta es la más macabra: Paul Bateson, un técnico de radiología que aparece en las escenas del hospital, fue declarado culpable de un asesinato (para más INRI, la víctima había sido un crítico de cine) y se sospecha que podría haber matado a seis personas más, cuyos cuerpos, descuartizados y metidos en bolsas, fueron hallados flotando en el río Hudson. Dado que –presuntamente- Bateson buscaba a sus presas en el ambiente gay de Nueva York, Friedkin se inspiró en esta historia para su siguiente película, A la caza.

Friedkin, con el diablo en el cuerpo

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La reputación de William Friedkin no era especialmente buena antes de El exorcista: como currante del medio televisivo, primero, y durante la producción de French Connection, después, el director se había ganado la fama de sujeto maniático con malas pulgas. Pero, en la película que nos ocupa, la cosa llegó al paroxismo: algunos afirman haberle visto “rodando por el suelo y echando espumarajos por la boca” cuando algo no se hacía a su gusto, y sus tretas para mantener en tensión a los actores llegaban a extremos como irrumpir en el plató con una pistola y pegar tiros al aire, o mantener sonando constantemente la banda sonora de Psicosis a todo volumen durante las pausas de rodaje. El que peor llevó sus excesos fue William Peter Blatty: director y guionista comenzaron la película como buenos amigos, pero tras el estreno pasaron décadas sin hablarse, básicamente porque el primero le robó la novia al segundo. A resultas de tanto conflicto y extravagancia, un rodaje previsto para 86 días acabó durando más de siete meses.

Efectos infernales

“Conmigo, Friedkin se portó muy bien”, declaró Ellen Burstyn años después de rodar El exorcista, “salvo cuando se ensañó con mi columna vertebral”. La actriz se refiere a una escena en la que Linda Blair le da una bofetada: para crear la impresión de que la pequeña tenía fuerza sobrehumana, Burstyn fue amarrada a un cable del que tiraba un tramoyista para hacerla caer al suelo. Pese a las advertencias de la actriz, el cineasta ordenó al hombre que tirase con todas sus fuerzas, a resultas de lo cual ella sufrió una lesión crónica en la espalda. Otras perrerías concebidas por el director fueron rodar algunas escenas dentro de una cámara frigorífica (la pobre Blair sólo llevaba un camisón) y llenarle a Linda la boca con sopa de guisantes para obtener el legendario vómito verde.

El baile de la araña

Conflictos sentimentales aparte, Friedkin y Blatty se enfrentaron muchas veces a cuenta de los efectos especiales de El exorcista: el director insistía en mantenerlos, mientras que el guionista opinaba que había demasiados y que algunos (como la cabeza giratoria de Regan) eran ridículos. Friedkin sólo dio su brazo a torcer en una ocasión, cuando Regan baja las escaleras de su casa haciendo el pino-puente. La escena, costosísima de rodar y para la cual se contrató a una contorsionista profesional, no daba el pego porque se veían los cables que sujetaban a la chica. Sin embargo, fue devuelta al filme en la edición extendida de 2000, cuando Friedkin pudo borrar los alambres usando tecnología digital.

Los límites de la percepción

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En El exorcista, Friedkin sólo tenía un objetivo: inquietar al público hasta que este no pudiera más. Por ello, además de trabajar con el técnico de sonido Gonzalo Gavira (famoso gracias a las películas de Alejandro Jodorowsky) para crear ambientes espeluznantes, introdujo imágenes de brevísima duración que sobresaltaron a los espectadores, como la famosa “máscara diabólica” de la actriz Eileen Dietz, que también dobló a Linda Blair en algunas escenas. En su momento, no fueron pocos quienes acusaron al cineasta de usar estas apariciones para colar mensajes subliminales y satánicos, pero como Friedkin aduce (y con razón) “si puedes ver algo y darte cuenta de que está ahí, entonces no es subliminal”.

La voz de otro mundo

Cuando comprobó que distorsionar la voz de Linda Blair no bastaba para conjurar una presencia demoníaca, Friedkin fichó a la veterana Mercedes McCambridge como dobladora: veterana actriz de cine, radio y TV ganadora de un Oscar (El político, 1949) y nominada a otro por Gigante, la intérprete se tomó muy en serio el encargo, fumando como una carretera y bebiendo whisky pese a que había tenido problemas de alcoholismo. Para colmo, McCambridge grabó sus líneas con un trapo atado al cuello para forzar aún más su garganta. Tanto coqueteo con el lado oscuro tuvo su precio: aunque, en principio, renunció a ser acreditada, la actriz protestó cuando Linda Blair fue nominada al Oscar a la Mejor Actriz de Reparto. Según sus normas, la Academia no podía despojar a Blair de su candidatura, pero el mal rollo subsiguiente arruinó sus posibilidades de llevarse el trofeo.

Presencias maléficas

Encabezado por un director al que todos apodaban ‘Willie el loco’ y preso de una mala pata casi sobrenatural, no faltaron los rumores de que el rodaje de El exorcista estaba embrujado: las prórrogas a su calendario y los incrementos de un presupuesto que acabó rayando los 39 millones de euros (una cifra desorbitada para la época) suscitaron pronósticos de que la película acabaría arruinando a Warner. Amén de los accidentes sufridos por Ellen Burstyn y Linda Blair (que se hirió la cabeza rodando una escena), uno de los platós fue destruido casi por completo durante un incendio. La cosa llegó a tal punto que Friedkin pidió al sacerdote Thomas Berningham, el asesor religioso de la cinta, que realizara un auténtico exorcismo. El cura sentenció, con buena lógica, que el ritual romano sólo caldearía aún más los ánimos, pero Friedkin logró persuadirle de que, por lo menos, bendijese al equipo.

Escalera al abismo

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Dos de los enclaves implicados en la producción de El exorcista llaman la atención, hasta el punto de oler a cuerno quemado: el primero es el local donde Friedkin llevó a cabo el montaje, situado nada menos que en el 666 de la Quinta Avenida. ¿Cuál es el otro lugar satánico? Pues las escaleras de la calle M de Georgetown, donde transcurren un par de momentos importantes de la película: en su momento, los estudiantes de la universidad local cobraban a los turistas por enseñarlas, y aun hoy son conocidas como “las escaleras de El exorcista”.

Las campanas (tubulares) del Apocalipsis

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En principio, la banda sonora del filme corrió a cargo del compositor Lalo Schifrin. Pero, al usar un fragmento de su partitura en el primer tráiler, Friedkin se encontró con que Warner la rechazaba por ser “demasiado terrorífica”. Tras prescindir a las bravas (para variar) del músico argentino, el cineasta se fijó en un LP titulado Tubular Bells: el autor del disco era un guitarrista inglés llamado Mike Oldfield, que tocaba en la banda del gran Kevin Ayers y que había grabado el álbum él solo en sus ratos libres. Por supuesto, la inclusión de su música en la película convirtió a Oldfield en el músico famoso y multimillonario que es hoy. Los momentos más chirriantes y disonantes de la banda sonora corresponden a piezas de Krzyzstof Penderecki, Anton Webern y George Crumb, cuyo cuarteto de cuerda Black Angels atruena en los créditos finales.

El ‘blockbuster’ de terror definitivo

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Tras su estreno el 26 de diciembre de 1973, el reverendo Billy Graham (líder de la ultraderecha religiosa en EE UU) acusó a El exorcista de ser “una película poseída por Satán”. Lo cual parece una notoria estupidez, pero echó más leña al fuego de la publicidad: con colas interminables frente a los cines y espectadores que afirmaban haberse desmayado de miedo en plena proyección, El exorcista amasó 1.654 millones de euros (ajustados). Lo cual la convierte, aun hoy, en la película de terror clasificada ‘R’ más taquillera de la historia.

Los Oscar se rinden ante Satán

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Aunque los críticos no la acogieron con mucha simpatía (Roger Ebert y el futuro director Joe Dante estuvieron entre sus escasos campeones), El Exorcista se convirtió, sin comerlo ni beberlo, en el primer filme de terror nominado al Oscar a la Mejor Película. En total, la cinta recibió 11 nominaciones, pero sólo se llevó dos estatuillas: las de Mejor Guión Adaptado, para Blatty, y Mejor Sonido.

¿Secuelas? ¿Qué secuelas?

Tras inaugurar un subgénero del cine de miedo, El exorcista cayó en manos de un demonio muy hollywoodiense: el de las continuaciones sin sentido. El exorcista II: El hereje llegó en 1977, con una Linda Blair a punto de echar su carrera por la borda y el majara de Jon Boorman como director, cosechando malos resultados económicos y críticas aún peores. Blatty, incombustible, volvió a la carga en 1990 para dirigir y escribir El exorcista III: Legión, igualmente olvidable, y el summum de los despropósitos llegó en 2004 con El exorcista: El comienzo. Paul Schrader llegó a terminar su versión de la precuela (estrenada posteriormente con el título de Dominion), pero los productores la tiraron a la papelera y encargaron a Renny Harlin que volviese a rodarla desde el principio.

¿Hay una maldición?

No queremos pecar de supersticiosos, pero quienes achacan a El exorcista una posible maldición satánica podrían no ir muy desencaminados: tras su estreno, y viéndoselas muy felices, Friedkin rodó la muy polémica A la caza, para luego ver cómo su carrera se iba a pique con Carga maldita (1977), un remake del clásico francés El salario del miedo. Arrestada por posesión de cocaína, una Linda Blair ya adolescente nunca llegó a convertirse en una actriz consagrada, enquistándose para siempre en la serie B. Y, se rumorea, unas 5 personas que participaron en su rodaje (entre ellas el actor Patrick McGoohan y Vasiliki Maliaros, que interpretó a la madre del padre Karras) murieron poco después del estreno. Nosotros, por si las moscas, tocamos madera y nos santiguamos con agua bendita. Y tú, después de haber leído este informe, deberías hacer lo mismo…

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