12 vampiros modernos para 'antifans' de 'Crepúsculo'

¿Eres alérgico a los 'chupasangres' que brillan? Pues échale un vistazo a esta lista.
12 vampiros modernos para 'antifans' de 'Crepúsculo'
12 vampiros modernos para 'antifans' de 'Crepúsculo'
12 vampiros modernos para 'antifans' de 'Crepúsculo'

Hemos elaborado esta lista con 12 películas imprescindibles de vampiros modernos. Porque, aunque el signo de los tiempos nos sea desfavorable, no todo va a ser refugiarse en los clásicos de la Hammer o en las chorreras de Brad Pitt en Entrevista con el vampiro...

Somos la noche (2012)

No viven en el campo, sino en el centro de Berlín. En vez de brillar cuando les da el sol, arden. En vez de enamorarse de los mortales, les ven como a ganado que exprimir. Y, sobre todo, no están dispuestas a perder la olla por ningún guapetón, aunque este se parezca a Robert Pattinson, más que nada porque son vampiresas lesbianas. Ahora que los señores de las tinieblas parecían haberse vuelto más flojos que nunca, en esta época de Crepúsculo, y que los fans de las sanguijuelas clásicas nos refugiábamos en la TV para ver True Blood, es un placer encontrarse con un filme como Somos la noche, que rescata los tropos más clásicos del género dándoles un baño urbanita y fashion.

El ansia (1982)

Con el recuerdo de Tony Scott aún reciente, es un must comenzar este repaso con la película que dio carta de naturaleza al modernismo vampírico. Música gótica, ropa fashion, David Bowie en uno de sus pocos grandes papeles de cine, Catherine Deneuve y Susan Sarandon viviendo un rollete sáfico y mordisqueante... Si no fuera por la obra de Scott, películas como Somos la noche no existirían.

Lo mejor: La escena inicial, con los Bauhaus rindiendo su peculiar homenaje a Bela Lugosi en el muy siniestro club Batcave de Londres.

Los viajeros de la noche (1987)

Antes de irse a Irak y de convertirse en la primera directora oscarizada, Kathryn Bigelow era una de las autoras mas intensas del cine fantástico. Sirva como prueba esta historia de chupasangres en la cual el glamour ni está ni se le espera: la historia transcurre en una comarca miserable y desértica, la hemoglobina corre como la cerveza en una noche de final de Liga, y la historia de amor (que la hay) tiene muy poco que ver con los mordiscos.

Lo mejor: Su visión de los vampiros como macarras en furgoneta, capitaneado por un Lance Henriksen (el Bishop de Aliens) veterano de la Guerra de Secesión ("Perdimos").

Sangre fresca (Una chica insaciable) (1992)

En esta casa, como es público y notorio, nos gusta mucho el cine de gangsters. Así que cuando dicho subgénero se cruza con la cosa vampírica, nuestra adhesión debe ser inmediata. Sangre fresca cruza los géneros de forma scorsesiana y elegante, presentándonos a una vampiresa muy mollar (Anne Parillaud, Nikita) que sólo se alimenta de 'chicos listos' y otros esbirros de la Cosa Nostra.

Lo mejor: Ser uno de los últimos grandes trabajos que entregó John Landis antes de perder definitivamente el norte.

Cronos (1993)

"Como gordo que soy, me interesa mucho la idea del vampiro como un ser motivado por el hambre": son palabras de un Guillermo Del Toro que sorprendió a los fans del terror con este debut. Desde la forma de contagio (un precioso, y muy grimoso, mecanismo de relojería) hasta el discurrir de la trama, pasando por su ambientación en la ciudad de México, todo en Cronos subvirtió unos tópicos que, por entonces, ya empezaban a oler.

Lo mejor: La presencia de Federico Luppi como relojero sediento de sangre, todo un antídoto para el glamour de ropa de diseño y gafas de sol.

The Addiction (1995)

Toca ponerse las gafas de pasta, lectores, porque en este título de culto no hay estacas ni crucifijos, pero sí discusiones filosóficas al más alto nivel. En sobrio blanco y negro (lo cual aumenta la repulsión: la sangre se ve negra), el director de Teniente corrupto Abel Ferrara ajustó cuentas con sus diversas toxicomanías a través de una Lily Taylor con colmillos.

Lo mejor: La escena en la que Christopher Walken (tenía que ser él) alecciona a la Taylor sobre los pros y los contras de la sed de hemoglobina.

Abierto hasta el amanecer (1996)

Quentin Tarantino (que se reservó un papel), Robert Rodriguez y George Clooney formaron en esta película un trío de forajidos capaz de dejar seco al clan vampírico más insaciable. Incluso si ese clan se refugia en La Teta Enroscada, uno de esos puticlubs de cine que nuestra redacción, depravada ella, gusta de frecuentar. El resultado es una orgía de sangre y balazos con sabor tex-mex.

Lo mejor: Salma Hayek, Salma Hayek, Salma Hayek... ¿Hemos dicho ya "Salma Hayek"? Bueno, pues su serpiente también mola mucho.

Vampiros de John Carpenter (1998)

Ni referencias a la sangre, ni cucamonas literarias: cuando el autor de La noche de Halloween quiso hacer una película sobre chupasangres, la tituló con el nombre de sus monstruos, y se quedó tan ancho. Gracias a sus aires de western, y a la presencia de un James Woods como pistolero cazador de no-muertos, la película satisfizo incluso a aquellos según los cuales Carpenter no ha vuelto a ser el mismo desde que partió peras con Kurt Russell.

Lo mejor: Su subtrama de romance trágico humano-vampiresa, y el descaro desgarrado del personaje protagonista.

Blade (1998)

Así se escribe la historia: cuando la cosa vampírica parecía coto de la serie B y los autores de culto, la resurrección de uno de los personajes más olvidados de Marvel propició una nueva fiebre por el asunto. Puede que su secuela (2002), dirigida por Guillermo Del Toro, nos convenza más, pero como nuestro mexicano gordo favorito ya ha tenido su lugar en este informe, preferimos recordar la primera vez que Wesley Snipes tomó su katana para decapitar sanguijuelas.

Lo mejor: La escena del club, con la ex estrella porno Traci Lords como vampiresa seductora y la aspersión de sangre para entonar la clientela. Los gerentes de nuestras discos favoritas podrían tomar nota...

Underworld (2003)

Si alguien dudaba de que Blade había creado la escuela, la saga concebida por Len Wiseman despejó sus titubeos. El director puso a su señora Kate Beckinsale en el papel de vampiresa comando de élite, se ganó una demanda por plagio de la compañía de juegos de rol White Wolf (algún parecido sí que había, para qué lo vamos a negar) y, a fuerza de tiroteos y guerras con los licántropos, sentó las bases de un serial que aún colea.

Lo mejor: El proceso de resurrección del patriarca Bill Nighy: parecido al sindiós que montamos nosotros para despertar a nuestro abuelo y que se tome el Sintrón.

Déjame entrar (2007)

Tras el breve auge de finales de los 90, los dosmiles parecían patrimonio de las secuelas de Blade y de Underworld. Pero de por la parte de Suecia nos llegó esta helada sorpresa, dirigida por Thomas Alfredson (El topo) y con una historia que cruzaba el acoso escolar, la pedofilia y el abundante derramamiento de sangre. Ojo: su remake estadounidense de 2010 también merece la pena.

Lo mejor: Aún seguimos teniendo pesadillas con la escena de la piscina...

Los encantos de 30 días de oscuridad y su derroche de violencia nos han tentado, desde luego, pero (puestos a recordar un título reciente) nos quedamos con esta original propuesta de 2009. Apostando sin complejos por el futurismo, Daybreakers nos describe un mundo controlado por una mayoría vampiros, y víctima de la crisis por una preocupante escasez de sangre humana. Uy, de qué nos suena esto...

Lo mejor: Las máquinas de café que dispensan hemoglobina en vasitos de plástico. Seguro que sabe fatal.

Stake Land (2010)

En España, esta joyita con colmillos sólo pudo verse en marzo de este año, durante el Festival Syfy de cine fantástico. Por ello, aconsejamos que los lectores vampirófilos procuren agenciársela por todos los medios: tras tanto revival del género de zombies, está bien encontrarse con una historia postapocalíptica en la que son los chupasangres quienes dominan la Tierra.

Lo mejor: La fiesta country interrumpida por un ataque aéreo de vampiros lanzados en helicóptero. ¿Cómo es que no se le había ocurrido a nadie antes?

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