12 estrellas que se interpretaron a sí mismas (y se autoparodiaron a gusto)

Estos actores y actrices le perdieron el respeto a sus imágenes públicas frente a la cámara.
12 estrellas que se interpretaron a sí mismas (y se autoparodiaron a gusto)
12 estrellas que se interpretaron a sí mismas (y se autoparodiaron a gusto)
12 estrellas que se interpretaron a sí mismas (y se autoparodiaron a gusto)

12 ejemplos selectos de estrellas que no sólo se interpretaron a sí mismas, sino que también aprovecharon la ocasión para perderle el respeto a sus imágenes públicas, haciéndonos reír (o, a veces, llorar) en el proceso.

John Malkovich en Cómo ser John Malkovich (S. Jonze, 1999)

Mientras John Cusack, Cameron Diaz y Katherine Keener se enredan en su juego de manipulaciones y marionetismo, el actor de Las amistades peligrosas ofrece una autoparodia devastadora. Según Spike Jonze, Malkovich es un tipo egocéntrico, despreciable, muy amigo de Charlie Sheen (también as himself) y a cuya mente se puede acceder a través de una escotilla en el piso 7 y medio del edificio Mertin Flemmer.

Joaquin Phoenix en I'm Still Here (Casey Affleck, 2010)

Sí, al final todo era un bromazo a costa del público, pero bien que nos lo creímos mientras duró. Empeñado (se supone) en convertirse en estrella del hip hop, y con el hermano del nuevo Batman como cómplice, Phoenix orquestó un falso documental, lleno de intervenciones estelares y desprevenidas, sobre la autodestrucción de una celebridad. Lo cual, inevitablemente, evocaba la muerte de su hermano River Phoenix en 1993.

Jean-Claude Van Damme en JCVD (M. El Mechri, 2008)

Acostumbrados como estábamos a que el pan subiese cada vez que el cachas belga abría la boca, nos quedamos patidifusos con su intervención en esta película. Sin esconder nada, Van Damme exponía sus vergüenzas (carrera en caída libre, cataclismos sentimentales y un pasado lleno de adicciones) sin dejar por ello de reírse de sí mismo o de repartir yoyas cuando tocaba. Al fin y al cabo, el corazón es el músculo más poderoso del cuerpo.

Neil Patrick Harris en Dos colgaos muy fumaos (D. Leiner, 2004)

Sabemos que Harris está muy a gusto donde está: con su marido, sus niñas y su aclamada labor como anfitrión de los premios Tony. Pero viéndole dar vida a ese álter ego heterosexual, malhablado y pastillero en la saga de Harold y Kumar (incluyendo las secuelas Fuga de Guantánamo y A Harold & Kumar Very 3D Christmas) nos da rabia que no se prodigue más en el cine. Hace falta mucha clase para montar así un unicornio.

Bill Murray en Bienvenidos a Zombieland (R. Fleischer, 2009)

Ni el clímax final en el parque de atracciones, ni gaitas: si Bienvenidos a Zombieland tiene un momento cumbre, ese es la aparición del gran Murray, ejerciendo de perfecto anfitrión hollywoodiense y demostrándonos que ni siquiera un apocalipsis putrefacto va a impedirle jugar al golf. Si creías que viendo La red social habías aprendido a detestar a Jesse Eisenberg, ni te imaginas lo que sentirás por ese peloestropajo cuando veas esta película.

David Bowie en Zoolander (Ben Stiller, 2001)

Es una intervención breve, es cierto, pero también resulta inolvidable. E imprescindible, añadimos, porque sólo el hombre que fue Ziggy Stardust podía arbitrar una competición de estilo y elegancia entre los reyes del modelaje masculino: Ben Stiller y Owen Wilson. Para la historia queda el careto de Bowie cuando este último se despoja de sus gayumbos sin quitarse el pantalón. Seguramente, el músico y actor recordó entonces su vestuario en Dentro del laberinto.

Bruce Campbell en Posesión demencial (B. Campbell, 2007)

La dirigió él mismo, la produjo él mismo, la protagonizó y... Bueno, no escribió el guión, pero hubiese podido hacerlo sin problemas, estamos seguros. Todos aquellos que consideramos al intérprete de El ejército de las tinieblas como uno de los actores más infravalorados de Hollywood acogimos con los brazos abiertos este autohomenaje descaradísimo, elaborado (¡faltaría más!) desde postulados de serie B rigurosa.

Julia Roberts en Ocean's Twelve (Steven Soderbergh, 2004)

Atención, porque este ejemplo es de los raros: una actriz (la Roberts) interpretando a un personaje (Tess Ocean, la sufrida señora de George Clooney) que suplanta a una actriz que es ella misma autointerpretándose. Está clarito, ¿no? Si la respuesta es negativa, tranquilos: estamos ante la prueba de que Soderbergh no sabe privarse de los juegos metalingüísticos ni siquiera en sus trabajos más comerciales. Y, además, aquí también tenemos a Bruce Willis haciendo de sí mismo, lo cual compensa cualquier salida de tiesto.

Arnold Schwarzenegger en El último gran héroe (John McTiernan, 1993)

12 estrellas que se interpretaron a sí mismas (y se autoparodiaron a gusto)

En su momento fue un patinazo considerable, pero quienes reivindican a El último gran héroe como filme infravalorado tienen un argumento de peso: la escena en la que el superpoli Jack Slater se encuentra con el propio 'Arnie' en la alfombra roja de una premiére llena de estrellas (entre ellas, Sharon Stone y Van Damme). "No te pongas a hablar de tus restaurantes, que te conozco", le advierte su entonces esposa Maria Shriver. Una admonición ociosa porque, como descubrimos mucho después, Schwarzenegger tenía otros intereses aparte de la hostelería.

Al Pacino en Jack y su gemela (Dennis Dugan, 2011)

A estas alturas, todavía no sabemos si esta es la mayor genialidad ideada por Adam Sandler en toda su carrera, o uno más de sus atentados contra la sensibilidad del público. O ambas cosas. Porque la estampa de Pacino rapeando en un anuncio para una franquicia de donuts sólo es comparable a su gesto cuando observa el inenarrable spot. "Destruye esto", dice Al con la voz de Michael Corleone. Y nosotros, la verdad, le entendemos.

Megan Fox en El dictador (Larry Charles, 2012)

Sabíamos que, tras su bronca con Michael Bay, la carrera de los muslos de Transformers estaba en horas bajas. Pero, la verdad, nos sorprendió bastante verla ofreciendo sus servicios amatorios al dictador Aladeen, aunque no acepte el pago en rubíes ("¿Te crees que soy una Kardashian?") y exija un avión privado. Para colmo, tras el himeneo, el autócrata pega una polaróid de recuerdo en la pared con el mismo sistema que Philip Seymour Hoffman en Happiness. Si no sabes de qué estamos hablando, casi que te tenemos envidia...

Cate Blanchett en Coffee and Cigarettes (J. Jarmusch, 2003)

La única razón por la que hemos escogido al Bill Murray de Zombieland, en lugar de al que aparece (muy perjudicado él) en este filme de Jarmusch es porque la película nos ofrece un rizo aún más rizado si cabe. En su sketch, la Blanchett no sólo se interpreta a sí misma, sino también a su prima Shelley, que se le parece mucho pero no ha tenido éxito en la vida. Y, por si eso fuera poco, la pobre Shelley además es un personaje imaginario.

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