10 razones para hacerte fan de Catherine Deneuve

La 'grande dame' del cine francés aún puede dar guerra. Si aún no eres 'deneuvista', consulta este informe y lo acabarás siendo.
10 razones para hacerte fan de Catherine Deneuve
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10 razones para hacerte fan de Catherine Deneuve

Tiene 77 años. Y, visto cómo se mantiene de guapa y de espabilada, lo de "muy bien llevados" resulta un timidísimo eufemismo. Con más de 200 títulos en su filmografía, que se dice pronto, a Catherine Deneuve (en el libro de familia, Catherine Fabienne Dorleac) le queda muchísima guerra que dar. La actriz francesa (nominada al Oscar en 1993 por Indochina) demuestra una energía y una sutileza capaces de barrer del mapa a sus colegas más jóvenes, y nos recuerda en el proceso por qué somos fans suyos hasta las últimas consecuencias. Si aún no te declaras deneuvista, échale un vistazo a esta lista de razones y acabarás ignorando incluso ese pérfido rumor que la apoda 'El Kilómetro', a cuenta (dicen) de la cantidad de hilo quirúrgico alojado en su rostro. Porque, ya desde sus primeros pasos en esto del cine, Catherine ha sido siempre mucho más que una cara bonita.

Porque empezó cantando

Ahora, las palabras "Catherine Deneuve" nos evocan la imagen de una grande dame del cine francés, con todo lo que eso implica en cuanto a seriedad y estilo. Pero sus admiradores sabemos que la actriz se hizo famosa gracias a un musical. Y qué musical, oiga: hablamos de Los paraguas de Cherburgo (1964), la obra maestra dirigida por Jacques Demy en la que Catherine protagonizaba una historia de amor tristísima y con los diálogos íntegramente cantados. La colaboración Deneuve-Demy no se quedó en ese título, sino que habría de entregar sucesivos peliculones como Las señoritas de Rochefort (en la que nuestra heroína se marcaba un sister act formidable con su hermana, la malograda Françoise Dorleac) y la muy marciana Piel de asno. "Si no fuera por Jacques, no creo que hubiese hecho carrera en el cine", declaró Deneuve en 2000, una década tras la muerte del cineasta.

Porque tiene un lado morboso (y aragonés)

Además de Jacques Demy, el otro director con el que se asocia inmediatamente a la joven Deneuve es Luis Buñuel. Y hemos de decir que el encuentro entre nuestra diva y el genio de Calanda se debió, vistos los resultados, a un milagro de la Pilarica: en Deneuve, Buñuel encontró a una actriz lo bastante gélida y fashionista como para encarnar a la burguesa insatisfecha de Bella de día (1967), pero también lo suficientemente versátil como para españolizarse y pasar por un personaje de Pérez Galdós (concretamente, por Tristana). En Buñuel, Catherine halló a un cineasta algo maniático, pero también respetuoso con sus actores y con un lema que, según confiesa, habría de ser muy importante en su carrera: "¡Nada de motivaciones!".

Porque tiene mucho peligro

Retrocedamos en el tiempo hasta 1965: una Catherine Deneuve en pleno ascenso hacia la fama se topa con un director bajito, recién llegado de Polonia y con un tornillo flojo (o más bien varios). Dicho cineasta se llamaba, cómo no, Roman Polanski, y el resultado de su encuentro lleva el título de Repulsión, uno de los psychothrillers más originales, desasosegantes e inolvidables de la historia. Después de ver este filme, rodado con cuatro perras, seguramente te lo pienses dos veces antes de saludar a esa rubia tan guapa que vive en el piso de al lado. Y, probablemente, también se te quitarán las ganas de volver a probar el conejo.

Porque es un icono de la moda

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Hagamos un alto en las cosas del cine, porque hablar de Catherine Deneuve sin mencionar a Yves Saint Laurent sería un delito. En 1967, el rey del prêt-à-porter se encargó de diseñar el vestuario de la actriz para Bella de día, y desde ese momento entabló con ella una relación simbiótica que duraría hasta su fallecimiento en 2008, poniendo de moda por el camino prendas como el traje sastre y el abrigo con doble botonadura. Natural, porque con esa imagen de señora implacable a la par que elegantísima, Catherine estaba predestinada a convertirse en musa de un creador que, en palabras de ella, trabajaba "pensando en mujeres que llevan una doble vida".

Porque es una sirena

Ojo: no hablamos de una sirena ortodoxa, con cola y escamas: si buscas una de esas, remítete a 1,2,3... ¡Splash! o al clásico de Disney. Aquí estamos usando la palabra de marras para referirnos a una seductora sin entrañas, perdición de los hombres y mujer fatal con todas las de la ley. Vamos, como el personaje encarnado por Deneuve en La sirena del Mississippi (1969), el primero de los dos filmes que nuestra chica protagonizó a las órdenes de François Truffaut. Once años después de dicho encuentro, Catherine volvió a trabajar junto al padre putativo de la Nouvelle Vague en El último metro, película que se hinchó a ganar premios (y que fue candidata al Oscar) en la que su pareja fue Gérard Depardieu. Y de cuyo guión, además,  Tarantino pudo tomar cuatro ideas a la hora de elaborar Malditos bastardos...

Porque se ha enrollado con Susan Sarandon

Vale, admitimos que este epígrafe es un tanto sensacionalista, pero ¿a que da envidia? Semejante colisión de talentos, y de otras cosas, tuvo lugar en El ansia (1983), la muy gótica película con la que el malogrado Tony Scott redefinió el género de vampiros (al menos hasta que llegó Crepúsculo, pero esa es otra) y donde Deneuve demostró que, a su lado, cualquier otra chupasangres inmortal y nativa del antiguo Egipto es una aficionada. Señalemos que Sarandon, modesta ella, le quitó hierro al asunto sentenciando aquello de "no hace falta estar borracha para querer besar a Catherine Deneuve": sabias palabras, sin duda.

Porque no le tiene miedo al riesgo

Polanski, Truffaut y Buñuel son sólo tres de los auteurs con fama de difíciles en cuyos filmes ha intervenido Deneuve. Entre un trabajo comercial y otro, la parisina siempre tiene tiempo para juntarse tanto con ilustres majaras (Léos Carax, en Pola X) como con maestros del intimismo (André Techiné, en la magnífica Los ladrones). Pero si hay un logro no reconocido en la filmografía de nuestra actriz, ese es el de haber salido indemne de un rodaje de Lars Von Trier. Hablamos, claro, de Bailar en la oscuridad: mientras el tremebundo danés y la no menos cataclísmica Björk libraban su guerra privada entre las bambalinas de este musical (bastante deudor, todo sea dicho, de las películas de Jacques Demy), Catherine se paseó por él tan señora y tan impecable como siempre, sin dejarse arrastrar por semejante vórtice de locura.

Porque se mantiene digna ante los bodrios

¿Te acuerdas de El mosquetero, cinemaníaco o cinemaníaca? Si no es así, casi te decimos que tienes suerte: esta película de 2001, protagonizada por el muy circunstancial Justin Chambers, es una de las peores adaptaciones de la novela de Alejandro Dumas, y mira que las ha habido malas. En medio de semejante despropósito, la Deneuve se mostraba muy profesional en su papel de la reina Ana de Austria, demostrando que con un cheque (o con unos herretes de diamantes) puede comprarse el rostro de una estrella, pero no necesariamente su dignidad.

Porque sabe perder los papeles

Las películas que Catherine Deneuve ha rodado con François Ozon (8 mujeres y, sobre todo, Potiche) demuestran que, por inverosímil que parezca, nuestra diva también tiene sentido del humor. Algo que se pone de relieve, sobre todo, cuando a la Deneuve le da por cantar: aunque su disco Souviens-toi de m'oublier, compuesto por Serge Gainsbourg, dejó claro en 1981 que la actriz no tenía mucho futuro llenando salas de conciertos, nuestra heroína sigue arrancándose de cuando en cuando con números musicales en los que compensa con desparpajo sus limitaciones a la hora de cantar y bailar. En el vídeo de arriba, sin ir más lejos, podemos verla desmelenándose con Marcia Baila, el clásico del pop francés que grabaron en su día Les Rita Mitsouko.

Porque es nuestra abuela iraní favorita

Efectivamente: ahora toca hablar de la incursión de Deneuve en el cine de animación, prestando su voz a uno de los mejores personajes de Persépolis (2007). La directora Marjane Satrapi dio en el clavo adjudicándole el papel de su abuela (esa que sobrevivió al Shah y soportó, ya anciana, a Jomeini), en un filme que no sólo logró una nominación al Oscar, sino que también aspiró a la Palma de Oro en Cannes. Por otra parte, Catherine impartía aquí un interesante consejo de belleza: ¿cómo era exactamente aquello de los jazmines y el escote?

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