10 películas dirigidas por estrellas del pop

Al igual que Stuart Murdoch ('God Help The Girl'), estos músicos pasaron del estudio de grabación al plató. Algunos triunfaron en el proceso, pero otros no tanto...
10 películas dirigidas por estrellas del pop
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10 películas dirigidas por estrellas del pop

Generalmente, cuando una estrella de la música popular le da por meterse en un proyecto extravagante, su voluntad suele achacarse, bien a un ego desaforado, bien a la cortedad de luces, bien a ambas cosas. Ninguna de las cuales, todo sea dicho, es aplicable a Stuart Murdoch: el líder de los escoceses Belle & Sebastian no es sólo un compositor de talento, sino que también ha demostrado ser un cineasta muy competente en su debut God Help The Girl. Esta tragicomedia cantada, que se estrena el viernes en España, fue financiada por los fans del grupo mediante crowfunding, y en ella Murdoch demuestra su capacidad para compaginar los rasgos característicos de sus canciones (una dulzura aparente que esconde toneladas de misantropía) con una puesta en escena de esas que endulzan la vista (no podía ser menos, teniendo como protagonista a Emily Browning) y que delata la influencia de Jacques Demy (Los paraguas de Cherburgo), el integrante más musical de la Nouvelle Vague.

Los buenos resultados de God Help The Girl no sólo nos hacen alegrarnos por Stuart Murdoch, sino que también resultan una bienvenida excepción a una regla demasiado común. Porque, como veremos a continuación, en los filmes dirigidos por músicos famosos hay de todo: en algunos casos, sus autores demuestran tener en el plató la misma competencia que demuestran en el estudio de grabación y en el escenario. Pero en otros, el público siente ganas de pedirles que se vayan con el celuloide a otra parte. En este informe te ofrecemos ejemplos para todos los gustos.

Renaldo y Clara (Bob Dylan, 1978)

Recién salido de una época muy confusa en lo creativo y en lo personal, con el metraje de una gira de 57 conciertos (la legendaria Rolling Thunder Revue) debajo del brazo y a dos pasos de convertirse al cristianismo fundamentalista, el Dylan de 1978 no era ajeno a las cosas del cine: ya había sido retratado en un documental memorable (Don't Look Back, 1966) y había hecho sus pinitos como actor en Patt Garrett y Billy el Niño (1973). Armado con esas credenciales, el hombre que electrificó la música folk decidió rodar un megapeliculón de cuatro horas (en su montaje original) protagonizado por él mismo, su sufrida esposa Sarah Lownds y un surtido de amiguetes como Sam Shepard, Phil Ochs Allen Ginsberg Joan Baez, entre otros. Concebida en parte como tributo a Los hijos del paraíso, la película favorita de Dylan, Renaldo y Clara alterna inextricables momentos simbolistas entre el autor y su señora, estampas de la vida cotidiana del divo y su grupo en las pausas de la gira y momentos de música en directo. ¿Adivinas qué parte del filme interesó más al público en su momento?

True Stories (David Byrne, 1986)

Tras haber pasado a la historia como el grupo más neoyorquino y más cool de los 80, los Talking Heads se hallaban ya con un pie en la tumba cuando su líder decidió ponerse tras la cámara. Habiendo aprendido unos trucos del amiguete Jonathan Demme (quien filmó a su banda en concierto para Stop Making Sense -1984-) y siempre aficionado a combinar lo conceptual con lo cachondo, Byrne ejerce como director y narrador en un documental muy delirante, y más falso que Judas, sobre un ficticio pueblecito de Texas. Centros comerciales gigantescos, prensa sensacionalista, hamburgueserías, abducciones alienígenas y sombreros de cowboy ("Por aquí los venden en todas partes, pero nunca he visto a nadie llevando uno", comenta el autor mientras se calza el suyo) se dan cita en un filme a lo largo del cual aparecen JohnGoodman y los músicos Pops Staples (en el papel de brujo vudú) y Tito Larriva, a quien sin duda recordarás cantando aquello de Cucarachas enojadas en Abierto hasta el amanecer.

El hombre de los puños de hierro (RZA, 2012)

Nacido en la pobreza más absoluta, y erigido al máximo estrellato del hip hop como cabeza pensante de los Wu-Tang Clan, el productor RZA ha compuesto bandas sonoras (y, en ocasiones, también actuado) para Quentin Tarantino Jim Jarmusch, y también es un cinéfilo contumaz, con especial predilección por los filmes de artes marciales. Así las cosas, no sorprende que su debut como director, guionista (en colaboración con el cafre de Eli Roth) y actor principal fuese un híbrido de wuxia y blaxplotation, en el que un ex esclavo sureño residente en la China imperial se dedica a repartir yoyas capaces de derribar la Gran Muralla. Pese a contar con intervenciones estelares de Lucy Liu y de un Russell Crowe desatadísimo en su papel de cazarrecompensas, El hombre de los puños de hierro fue machacada en su momento por la crítica, pero a nosotros nos parece una gamberrada tan divertida como respetuosa hacia sus fuentes de inspiración.

200 Motels (Frank Zappa, Tony Palmer, 1968)

Un talento heteróclito y multiforme para pergeñar discazos (solo o en compañía de los Mothers of Invention), un ego más grande que Júpiter para hacerse hueco en la industria y un talento satírico merced al cual todas sus obras, incluso las más ambiciosas, chorreaban humor negro: esas fueron las virtudes que convirtieron a Zappa en una leyenda de la música... y que, visto lo visto, le impidieron hacer carrera en el cine. Tras estrellarse con Uncle Meat, un proyecto ambiciosísimo del que sólo se rodaron unas pocas escenas,  Zappa planeó un segundo asalto a la pantalla algo más coherente: centrada en las vicisitudes de un grupo en plena gira, 200 Motels contó en el reparto con Ringo Starr (el ex batería de los Beatles, interpretando a un tal Frank Zappa), Keith Moon (el batería de The Who, interpretando a una monja) y la legendaria groupie Pamela Des Barres (interpretando a una reportera sexy), amén de con la London Philarmonic Orchestra y con un director de cine profesional para poner algo de orden en el despropósito. Todos estos esfuerzos fueron en vano, porque el filme resultó una maraña ininteligible (y muy psicodélica, eso sí).

Magical Mystery Tour (The Beatles, Bernard Knowles, 1967)

Un año después de renunciar para siempre al directo, los Beatles estaban seguros de que el futuro del márketing musical se hallaba en los videoclips, formato éste que daba sus primeros pasos y en el cual el grupo ya había hecho pinitos. Dicha visionaria idea tuvo, por desgracia, resultados tirando a terribles: una cosa es presentar temazos como I Am The Walrus Blue Jay Way en el seno de creaciones audiovisuales, y otra muy distinta montar a partir de ellos un especial televisivo sin pies ni cabeza. Buscando recuperar el espíritu gamberro e improvisatorio de ¡Qué noche la de aquél día! (1964), el cuarteto de Liverpool se embarcó en el rodaje de Magical Mystery Tour sin guión, sin la presencia de un Richard Lester que les ayudara a poner en orden sus ideas y con los ánimos más bien bajos tras la muerte de su mánager Brian Epstein. Por ello, y pese a contar con momentos entre lo atroz y lo genial (la imagen de John Lennon sirviendo toneladas de espaguetis sigue dándoles pesadillas a muchos fans), la película acabó poniendo de los nervios hasta a los seguidores más incondicionales de la banda.

Human Highway (Neil Young, 1982)

Conocido musicalmente por su alternancia entre la serenidad folkie y los espasmos de distorsión, el que fuera líder de Buffalo Springfield gusta de ponerse tras la cámara de vez en cuando, usando el seudónimo de Bernard Shakey. Así, tras haber firmado con dicho alias dos documentales musicales durante los 70 (Journey Through The Past Rust Never Sleeps), Young decidió rodar su primer largo de ficción partiendo de una premisa, cuanto menos peculiar: Human Highway es una comedia futurista y postapocalíptica en cuyo reparto (encabezado por Dean Stockwell, Dennis Hopper y el propio Young) encontramos nada menos que a los miembros de Devo ejerciendo como basureros nucleares (y fosforescentes). El filme quedó como un fracaso antológico tanto de crítica como de público, con lo que Young esperó la friolera de 21 años para resucitar de nuevo a Bernard Shakey en Greendale, un proyecto multimedia (disco, película y cómic) lanzado en 2003.

The Players Club (Ice Cube, 1998)

Abandonadas ya para siempre las brutalidades líricas de sus años en NWA, y con una carrera como actor ya consolidada (por más que fuera gracias a filmes como Anaconda), el rapero Ice Cube recibió un consejo por parte de John Singleton, el cineasta que le hizo debutar en Los chicos del barrio: "Si puedes hacer un disco, entonces puedes hacer una película". Cube se puso a ello, y el resultado fue este drama social en el que una joven de tremebundo pasado (la modelo LisaRaye) descubre los pros y los contras de trabajar como stripper mientras se refocila con un casi debutante Jamie Foxx. Aunque su premisa amenazara con convertirla en una Showgirls de ébano, The Players Club se ganó críticas medianamente positivas y sus ganancias en taquilla casi quintuplicaron su presupuesto, dado lo cual nos extraña que Ice Cube nunca haya vuelto a dirigir otro largo.

Rubber (Quentin Dupieux, 2010)

A no ser que te guste la electrónica bailable, seguramente el nombre del músico y cineasta Quentin Dupieux te resultará poco familiar. E incluso aunque las cajas de rimos y los samplers sean santos de tu devoción, es posible que no le reconozcas como el hombre tras Mr. Oizo, aquel proyecto que alcanzó fama mundial en 1999 gracias a su tema Flat Beat, a una marioneta amarilla y a un anuncio de pantalones. Además de todo lo anterior, Dupieux también ha pasado a la historia por haber firmado Rubber, una película de terror muy salvaje y muy paranoica cuyo asesino de rigor es un neumático. Un neumático dotado de inteligencia propia y poderes extrasensoriales, para más señas. Presentada en la Semana de la Crítica de Cannes, Rubber le granjeó a Dupieux un mediano reconocimiento internacional, el cual le valió para rodar en EE UU su segundo largometraje, la comedia Wrong (2012).

The Lords of Salem (Rob Zombie, 2012)

Excéntrico e imprevisible, Rob Zombie ya delataba su amor por el cine de terror más cafre y autoreferencial cuando se dio a conocer como vocalista de la banda White Zombie. Y, aunque su personaje sobre los escenarios sea el de un chamán rockero-industrial con un tornillo flojo, este señor de Massachusetts es en realidad un sujeto muy centrado y con un profundo conocimiento del mundillo audiovisual: tras compaginar sus cosas musicales con trabajos como montador y regidor en TV, haciendo unas cuantas amistades interesantes en el proceso (sí, también se lleva bien con Tarantino),  Zombie debutó en 2003 como director (La casa de los mil cadáveres) y desde entonces ha mantenido una carrera fílmica que, hace dos años, nos ofreció esta grandísima salvajada. Odiada por algunos, The Lords of Salem se ganó sin embargo encendidísimas alabanzas por parte de ciertos sectores de la crítica.

W.E. (Madonna, 2011)

Reconozcámoslo: la inefable 'Madge' tenía que aparecer en este informe. Y, dado que la carrera cinematográfica (delante y detrás de la cámara) de Veronica Louise Ciccone suele prestarse al desdén, en el mejor de los casos, y a la risa floja, en el peor, nos limitaremos a los hechos básicos: segundo largometraje de su autora tras Filth and Wisdom (una comedia que se ganó críticas más bien pobres tras su estreno en 2008), W.E. relataba en paralelo dos historias románticas. La primera, ficticia, entre la malcasada neoyorquina Abbie Cornish y el macizo guardaespaldas Oscar Isaac, y la segunda (más o menos real) entre el rey Eduardo VIII de Inglaterra (James D'Arcy) y Wallis Simpson (Andrea Riseborough), la estadounidense divorciada por cuyos encantos el soberano acabaría por abdicar. Rodada con un presupuesto de casi 23 millones de euros, el filme no amasó ni un milloncejo de nada en taquilla, sentenciando (nos tememos) las esperanzas de su autora por rodar un tercer largo. Lo cual, según se mire, puede ser una suerte...

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