CINEMANÍA nº298

Tenet
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TODOS AL CINE1 ENTRAR Y SALIR. Casi 100 días sin cines, un golpe de realidad. Cuenta Woody Allen en su reciente libro de memorias, cuya primera parte se hace corpórea mientras uno goza de las peripecias de Rachel Brosnahan en The Marvelous Mrs. Maisel (misma época, misma ciudad, mismos clubes, mismos chistes judíos), que su archienemiga será siempre la realidad. A ella, en sobredosis, nos hemos enfrentado los últimos cuatro meses (y con el suspense durante lo que nos queda de mascarilla y distancias de guardar) para acabar entendiendo perfectamente la filosofía alleniana basada en que la única resistencia a lo inexorable del fin de la existencia está en la distracción: magia en cualquiera de sus formas para Woody, belleza para los filósofos cursis, películas y series para los cinemaníacos, lo mismo da. El anhelado retorno a los cines, con esa dualidad entre salir de casa y entrar en la sala, nos devuelve una porción de ilusión más de las muchas necesarias para seguir adelante. El libro del director de La rosa púrpura de El Cairo, su propio filme favorito junto a Maridos y mujeres y Wonder Wheel, además de destapar el ‘Toque Woody Allen’, esa capacidad para añadir una pátina de conocimiento a los momentos de humor, nos pone frente al enésimo gag de su vida. Que, con la que está cayendo y tras identificarse con el personaje de Cecilia, que traspasa la pantalla, Woody confiese su fobia a ‘entrar’, una reconocida aversión a meterse en lugares con otras personas (incluida la Casa Blanca: tuvo que llegar el primero a una recepción presidencial para superar su pánico), es la dosis de magia que necesitábamos antes de volver al cine.

2 NOLAN TIME. Mis últimas semanas de confinamiento han oscilado entre dos nombres. Puro oxímoron: Woody Allen y Christopher Nolan. En medio, la cantidad de películas y series que hemos devorado encerrados en un tiempo oscuro pero pletórico para el consumo audiovisual. Del cineasta de Manhattan, a través de su autobiografía, A propósito de nada, donde aparte del (excesivo) descargo en su polémica con Mia Farrow, repasa sus inicios, sus filias y fobias y todas sus películas, a Christopher Nolan, el cineasta que reabre con Tenet la lista de estrenos encargados de devolver la ilusión a los cines. Y no porque no haya otros buenos filmes antes, sino porque la personalidad del director, discutida por muchos aficionados que no soportan su ampulosidad (otros la llaman ego), le precede. No hay dos cineastas populares más opuestos en forma y fondo y, sin embargo, ambos personifican la experiencia cinéfila en las salas. Amados y odiados a partes iguales, por muy distintas causas, uno escribe más de 400 páginas para quitarse importancia (y defenderse de las acusaciones), y otro, al que no le importa sostener con su nombre parte del negocio del regreso a los cines, mantiene todo un estilo con su marca. De Woody Allen esperamos en otoño su Rifkin’s Festival, rodada en San Sebastián, pero ahora necesitamos un golpe como el que Origen e Interstellar supusieron para la cinefilia (otros lo llaman fandom). Con los relojes fundiéndose en una ecuación multidimensional que nos alivie del choque con lo real. Es tiempo de Nolan.

3 ¡ALELUYA! Mi primer recuerdo de Eurovisión fue la chavalería que apareció junto a Betty Missiego en 1979 en Jerusalén. Aquello me fascinó: por la figura de mantis religiosa de la cantante, por envidia de lo bien que parecían pasarlo los niños que la acompañaron al grito de “¡Eh, Mayor!” (toda una declaración de principios para una incipiente democracia) en aquel himno falsínguilis de paz y de color (Su canción), y por lo que pasó al final con las votaciones, los points y los puáns, cuando España iba en primer puesto. En la última votación, los propios españoles nos tiramos un tiro en el pie dando 10 puntos a los que iban segundos, Israel para más INRI, triunfadores con Hallelujah de una ceremonia que aunaba el espíritu de la Transición, la sombra de Arafat, el aire de una misión de la TIA contra el Mossad y el síndrome de Cardeñosa. No sé si a Will Ferrell le contaron este episodio del mito eurovisivo, pero seguro que le habría fascinado para su Eurovisión, simulacro fetén en este año sin certamen real. Habría sido otra buena razón para reírnos de nosotros mismos, de cuando los judíos hicieron chistes sobre españoles.

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